La Comunión de vida

Juan López Vergara

En este domingo del tiempo pascual, la Iglesia comparte un texto del Evangelio, que destaca el significado de la vinculación de la comunidad con la Persona de Jesús, y el providente magisterio desempeñado por el Espíritu Santo a través de semejante relación (Jn 14, 23-29).

SOMOS PARTÍCIPES DEL AMOR DE DIOS
Estando próximo a partir, Jesús ofreció a sus discípulos esta esperanzadora promesa: “El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada. El que no me ama, no cumplirá mis palabras. La palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre, que me envió” (vv. 23-24).
Jesús insiste en que la inhabitación divina se fundamenta en el Amor del Padre a los discípulos en el Hijo. Juan ya había afirmado que Dios amó al mundo, al extremo de entregarle a su Hijo, mostrando así que la Encarnación constituye el más entrañable acto de Amor del Padre (véase Jn 3, 16). Ahora, la inhabitación prometida será un acto de Amor. El Evangelista resalta que, desde la Resurrección, la Revelación no se circunscribe a una Doctrina, cuanto a participar del Amor de Dios.

LA PAZ OBSEQUIADA POR JESÚS
Conforme a la Historia de Salvación referida por San Juan, en su fase terminal, están el momento de Jesús y el de la Iglesia: “Les he hablado de esto ahora que estoy con ustedes; pero el Paráclito, el Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo cuanto Yo les he dicho” (vv. 25-26). No se trata de revelar algo nuevo, sino de enseñar y rememorar lo anunciado; el magisterio del Paráclito se entrelaza con el ejercido por Jesús.
Jesucristo se despidió ofreciendo el don de la paz: “Mi paz les dejo, mi paz les doy. No se la doy como la da el mundo. No pierdan la paz ni se acobarden. Me han oído decir: ‘Me voy, pero volveré a su lado’. Si me amaran, se alegrarían de que me vaya al Padre, porque el Padre es más que Yo. Se lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, crean” (vv. 27-29). La paz obsequiada por Jesús es su Gracia, aceptada en la Fe; la bondad misericordiosa de Dios participada al hombre.

HAGAN LO QUE JESÚS LES DIGA
Unas palabras acerca de la Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, por estar en el inicio del mes dedicado a Ella, quien nos exhorta a descubrir la alegría suscitada cuando hacemos lo que Jesús manda (véase Jn 2, 5), y a estar siempre firmes con Él (véase Jn 19, 25). Sumémonos al canto de Unamuno:

Ya que sabes de amor y de dolores,
óyeme bien, Señora,
y ruega por nosotros pecadores
ahora y en la hora/ de nuestra muerte…

Tú, Señora, que a Dios hiciste niño,
hazme niño al morirme/ y cúbreme en el manto de armiño
de tu luna al oírme con tu sonrisa.

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