La fe del inmigrante

La fe del inmigrante

ENTRE PARÉNTESIS | Por José Ismael Bárcenas SJ |

Hibat Tabib creció dentro de una familia numerosa, 12 hermanos, donde había que pelar a la hora de la comida por alcanzar un bocado. Su madre no los educó con férrea religiosidad, más bien dejó cierta libertad para que ellos decidieran, en su momento, qué tan fervorosos serían al Islam. Hibat estudiaba para ser abogado cuando comenzó su actividad política. Por lo mismo fue apresado, eran los tiempos de la dictadura del Shah de Irán y no se podía pensar diferente. Estuvo 10 años en la cárcel y, en una ocasión cuando se festejaba el cumpleaños de su Majestad Imperial (como le gustaba ser llamado al autócrata), todos los reos tenían que probar la tarta (pastel) en su honor. Hibat se negó. Fue enviado a celdas de castigo y aporreado por tremendo desacato. Su caso se hizo famoso y fue indultado al inicio de las protestas que desembocarían con la huida del tirano.

La caída del Shah, en 1979, trajo a Irán anhelos de democracia. Para estas fechas, Hibat había contraído nupcias con Fereshteh y esperaban un hijo. Había retomado su actividad política pero el Ayatolá Jomeini impuso una República Islámica y pensar diferente era pecado, y el pecado era delito, y el delito era fusilamiento. La nueva circunstancia familiar y la despiadada represión obligó al matrimonio Tabib a considerar el exilio. En 1983 tuvieron que despedirse del país que soñaron ayudar a mejorar. Para salir hubo que esquivar retenes y huir por las montañas para llegar a Turquía, posteriormente pidieron asilo a Francia y consiguieron vivienda en el barrio de Seine-Saint-Denis en París. Fue llegar a otra cultura, a otro idioma y empezar de cero. Buscaron empleo aquí y allá, Fereshteh trabajó como enfermera, Hibat pudo terminar sus estudios de abogado y trabajó como director de un centro social de la zona de los Poetas, en el rumbo de Pierrefitte. Aquí invirtió todos sus conocimientos y experiencias adquiridas. Con mucho esfuerzo logró que los vecinos, migrantes de varios países, se apropiaran del espacio y lo hicieran un lugar multicultural de encuentro y centro para desarrollar varias actividades.

Hibat se ha especializado en manejo de conflictos y ha apostado por el diálogo, por respetar las diferencias, evitar la deserción escolar, por llegar a acuerdos y por tejer redes sociales en el contacto cara a cara. Por tal motivo, el Gobierno Francés lo condecoró con la Legión de Honor. Aunque, quizá, el mejor homenaje que ha recibido Hibat sea el de su hijo Nouchi, también conocido como Kheiron, famoso comediante.

Alguna vez Kheiron viendo la película de Persépolis (2007), que expone con dibujos animados la vida de la iraní Marjane Satrapi, encontró la inspiración para escribir el guión y dirigir su primer película “O los tres o ninguno” (Nous trois ou rien, 2015), que narra con humor y dolor las aventuras de su familia.Kheiron es el actor que personifica a su propio padre. Recomiendo ver en familia está película.

Es una paradoja que la fe, en vez de construir un paraíso, en ocasiones genere todo lo contrario. Hibat Tabib fue un libre pensador en tiempos de dictaduras y de fundamentalismos religiosos. Tuvo que sobrevivir a varios infiernos y huir para vivir. No sabemos si Hibat cree en Dios, sí sabemos que cree en el ser humano. También sabemos que cree que, entre gente proveniente de diferentes culturas y religiones, si hablamos y nos ponemos de acuerdo, podemos hacer de nuestro barrio un pequeño paraíso. Que este reto, en la actual coyuntura de refugiados y oleadas migratorias, sea la confianza que mueva nuestras esperanzas.

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