Torneo de acólitos a nivel decanal
Jorge Cadena Romo,
3º de Filosofía
Bajo el auspicio de los Mártires Adalberto y Jorge -por ser los Santos del día, sábado 23 de abril- la Casa del Seminario Mayor de Guadalajara sirvió como sede al Decanato de San Pedrito, de Tlaquepaque, para la celebración de su Torneo de Acólitos, con el fin de que la Parroquia vencedora sea la que represente a ese Decanato en el gran Torneo a nivel Arquidiócesis, mismo que se disputará a principios de junio en las ya clásicas modalidades de Concurso de Conocimientos, Certamen de Trajes de Monaguillo, y Competencia de Futbol, sin duda la que más expectativas y pasión despierta entre los chicos y sus mismas familias.
Esta iniciativa es una de las tantas actividades que con gran celo pastoral promueve el Centro de Promoción Vocacional del Seminario de Guadalajara (“Promo”). El Pbro. Ulises Gutiérrez Ocampo es el Encargado de Pastoral Vocacional de San Pedrito, por lo que gustosamente se prestó a la tarea de ayudar con la organización de este Torneo y de celebrar la Misa, que dio inicio a las 9.30 de la mañana (aunque las vocecillas de los más ansiosos competidores ya se oían en el patio central, a la par que la de los pájaros, desde las 8).
Consciente de su inquieta feligresía, brevemente resaltó la labor del monaguillo y exhortó a los asistentes a seguir sirviendo a Cristo a través de la Liturgia, animándolos a darle ese mismo sentido a esta convivencia deportiva. Mientras, un joven Sacerdote que acompañaba al contingente de su Parroquia tomó la estola y se sentó a oír Confesiones, uno a uno, de la fila de jovencitos ansiosos que pedían otra oportunidad a la Misericordia de Dios.
Nervios a la orden
El Concurso de Vestimentas de Monaguillo y el de Conocimientos tuvieron lugar enseguida, mostrándose los Jueces muy joviales y cercanos para ayudar a aliviar la tensión de los chicos que, pese a los nervios, valientemente contendían. Al final, el primer premio se lo llevaron las Parroquias de San Isidro Labrador y la de Santa Rosa de Lima, respectivamente. Asimismo, se improvisó una competencia atlética para las muchas niñas que, estando ahí, no iban a jugar futbol, pero tampoco a estarse quietas. Todo un éxito, a juzgar por las porras y el griterío que acompañaron estas actividades, que tuvieron lugar en la pista que rodea el jardín de la Facultad de Filosofía.
Ocho Parroquias de San Pedrito enviaron sendas representaciones para el Torneo de Futbol en Categoría Infantil, mientras que para la Juvenil sólo se presentó el Equipo de Nuestra Señora de Guadalupe y Santo Toribio Romo, con lo que, por default, se hizo del triunfo. Mientras tanto, la animación con la música y el micrófono imprimían al evento una atmósfera de campechana legitimidad, y de cuya buena marcha hay que dar crédito a Eduardo Daniel Méndez Gamero, Seminarista de 2° de Filosofía, quien expresó su satisfacción tras ir venciendo retos, como preparar con mucha anticipación, o la dificultad de visitar todas las Parroquias del Decanato para hacer la promoción. Se contó también con el apoyo logístico del Grupo Juvenil Belum, de la Parroquia de Santa Emerenciana, cuya generosidad no sólo aseguró el éxito de este Torneo, sino que evangelizó con su testimonio y alegría, pues ni siquiera pertenece al Decanato de San Pedrito.
Pura fibra
La Final fue entre los Equipos de Santa Rosa de Lima y San Isidro Labrador, y estuvo a la altura de una Final de cualquier Torneo en el mundo. Es impresionante constatar que los solemnes y aparentemente “ñoños” monaguillos de rojo y blanco, una vez entrados en el juego, se transforman en unos guerreros del balón, tan aguerridos y apasionados como los jugadores de las grandes Ligas, y sus gestos nos hablan de idéntica fiereza y determinación, aunque mucha más nobleza y gallardía, como se notó ante un polémico gol que le dio el empate a San Isidro, teniendo que intervenir Eduardo con toda energía por el micrófono para aplacar las protestas… que no venían de la cancha.
El desenlace, empero, inclinó la balanza a favor de Santa Rosa de Lima, y tras la natural euforia, vino la premiación, muy de halagar en su sencillez, pues eso resaltó el sentido de sana competencia y unión que los organizadores siempre buscaron. Dicho y hecho: sin mayores aspavientos, los finalistas compartieron saludos y fotos con el trofeo en el centro de la cancha.
Viendo cuán contentos se iban, ganadores y perdedores, se entiende a qué se refirió el Padre Ulises Gutiérrez cuando se le preguntó por el sentido de estas experiencias: “Los acólitos esperan este Torneo, y lo que pueda invertirse en ellos es una riqueza, pues aunque no todos consideren la vocación al Seminario, muchos van a ser Agentes de Pastoral. Esto es una semilla que se siembra, que va a germinar en un futuro apostolado, en su vida misma, y es también una manera de agradecerles su esfuerzo, su responsabilidad, el servicio que ofrecen a Dios”.
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