Hoy hay muchos seres humanos que viven la misma experiencia de invisibilidad y de la indeferencia social. Pienso por ejemplo en los muchos chilenos que se sienten incomprendidos ante sus demandas de una mejora laboral, salarial, o de oportunidades para educarse y poder hacer cambios en bien de sus propias vidas y familias. Pensamos también en aquellos hermanos nuestros a quienes la angustia y la depresión los consume interiormente y al no encontrar otro camino, se dejan atrapar por adicciones como el alcohol o la droga agravando sus sensaciones de soledad y profundizando sus aislamientos. Son nuestros hermanos inmigrantes que han llegado a nuestra ciudad buscando un mañana y un futuro mejor, los cuales al igual que Jesús no sólo no tienen casa donde reclinar la cabeza sino que también experimentan la discriminación por su color de piel o prejuicios por su país de origen, y en ocasiones por su ilegalidad experimentan el abuso laboral, recibiendo sueldos injustos. Son los muchos hermanos nuestros que experimentan en carne propia el dolor de la enfermedad haciéndoles perder la cordura al no desear otra cosa que la propia muerte.
A estas realidades humanas, en ocasiones invisibles a nuestros ojos y más doloroso aún a nuestras conciencias, la Navidad nos anuncia que ha llegado un Salvador, el pequeño Emanuel, el Dios que quiere y puede hacer los verdaderos cambios que nuestro mundo necesita. Jesús nos salva, regalándonos la luz que nos ilumina interiormente, haciendo en nosotros una auténtica renovación, pues los cambios sociales no son posibles si antes el hombre no cambia por dentro. La vida social de nuestra ciudad, o de nuestro país y la del mundo entero depende de que dejemos nacer a Jesús dentro de nosotros. En la cultura actual, si no lo experimentamos de alguna manera dentro de nosotros, difícilmente lo hallaremos fuera. Por el contrario, si percibimos su presencia en nuestro interior, nos será más fácil rastrear su misterio en nuestro entorno. Entonces vendrán los reales cambios.
Navidad no es sólo una bonita fiesta que muchas veces se dice que es para los niños, Navidad es para el ser humano, para todos los seres humanos, y sobre todo hoy en día cuando los hombres se agreden y se matan necesitamos más que nunca que podamos entenderlo. El acontecimiento del nacimiento de Jesús permite que la esperanza de un mundo más humano, más justo y más respetuoso deje de ser una linda utopía y se transforme en una realidad posible. Y esto es gracias a que Dios se abaja a nuestro encuentro, y esto significa que para ser como Él nosotros no podemos ponernos por encima de los demás, sino a bajarnos, ponernos al servicio, hacernos pequeños con los pequeños y pobres con los pobres. Sólo de esa manera podremos ser fieles al mensaje de Jesús y al auténtico espíritu de Navidad.
Fuente: Comunicaciones Iquique
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