“Seamos claros: Jesús no fundó la Iglesia, Jesús no fundó una religión“. Cuando uno es capaz de soltar una frase como esa, no puede pretender que le tome en serio ningún católico auténtico. No hablo de aquellos que fueron bautizados siendo bebés o niños pequeños, tomaron una vez la comunión y desde entonces poco más se supo de ellos. Ni de los que dicen ser católicos y creen cualquier cosa menos aquello que enseña la Iglesia.
Lo verdaderamente gracioso es que un personaje capaz de decir algo así haya sido sacerdote y jesuita durante gran parte de su vida. Es altamente dudoso que haya llegado a esa conclusión últimamente, lo cual implica que a lo largo de muchos años, era lo suficientemente hipócrita como para participar de algo en lo que no creía.
Pues bien, resulta que el mismo personaje que dice que Cristo no fundó la Iglesia se dedica, pásmense ustedes, a decir lo que la Iglesia tiene que hacer o dejar de hacer. Ole, ole y olé por su coherencia. Empieza por el papado, sigue por los sacramentos y acaba por no se sabe muy bien qué de los derechos de los ciudadanos, que ni comentaré:
En primer lugar, mantener el papado como lo está intentando el Papa Francisco: ser fundamentalmente el obispo de Roma; en segundo lugar, recuperar el gobierno sinodal, con participación de los laicos, que estuvo vigente en la Iglesia durante el primer milenio; en tercer término, renovar y actualizar la praxis de los sacramentos, para que puedan ser practicados como símbolos de la fe; finalmente, la Iglesia tiene que insistir, no sólo en los deberes de los fieles, sino igualmente en los derechos de todos los ciudadanos
No sé qué entenderá este señor por lo de “fundamentalmente el obispo de Roma", pero si algo está quedando claro con el papado de Francisco, por si alguno lo dudaba, es que un Papa no es solo el obispo de una diócesis italiana importante. Todo el mundo está pendiente de lo que dice y hace. Todo el mundo quiere verle. Todo el mundo habla de él. Todo el mundo tiene una opinión sobre él. Y cuando digo todo el mundo, es obvio que no me refiero solo a los católicos.
Decir que los laicos participaban en el gobierno de la Iglesia durante el primer milenio es una falsedad histórica que este señor suelta porque sabe perfectamente que gran parte de su audiencia no se va a tomar la molestia de leer, sin ir más lejos, la eclesiología de San Ignacio de Antioquía, arzobispo que murió mártir a principios del siglo II.
Respecto al gobierno sinodal, vayan ustedes dando por hecho que el papa Francisco va a escuchar a todos pero tomará las decisiones más importantes él solito. Es decir, hará exactamente lo mismo que hizo como arzobispo de Buenos Aires. Y el que lo dude, que pregunte a quienes fueron sus fieles allá. La propia creación del G-8 cardenalicio, ahora G-9, lejos de ser un acto sinodal, es más parecido a la creación de una especie de un mini-senado asesor, paralelo a la Curia, que deja al resto del colegio cardenalicio en una especie de escalafón inferior al que históricamente ha tenido. En todo caso, el dogma católico sobre la autoridad papal es tal, que la sinodalidad alcanzará el grado que cada Papa quiera. No hay sínodo ni concilio alguno que no esté sujeto a la autoridad del Papa. Y eso no va a cambiar jamás.
En cuanto a los sacramentos, es evidente que la visión del que niega que Cristo fundara la Iglesia puede ser adoptada por cualquier protestante, no por el catolicismo. Y querer convertir el catolicismo en protestantismo es una solemne estupidez.
El nombre del incoherente que niega que la existencia de la Iglesia sea voluntad de Dios y al mismo tiempo se pone a decirle lo que tiene que hacer es José María Castillo. Fue jesuita hasta hace unos años y ha participado en el congreso que los dinosaurios progres celebran cada año en Madrid. Este año están muy felices porque un arzobispo franciscano que se aburre como una ostra en su destino norteafricano y quiere hacerse famoso en España como sea, les ha mandado una cartita de apoyo. Ya ven ustedes. Todo un arzobispo -aunque tenga menos fieles que multitud de párrocos- apoyando a la hez de la teología española. Con dicho apoyo logró una fugaz gloria mediática en el panfleto digital donde mora el blasfemo Cortés. Que le cunda.
Luis Fernando Pérez Bustamante
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