Benedicto XVI fue el primero en afirmar que la Iglesia no hace proselitismo. En la homilia que predicó en la misa de inauguracion de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en el santuario de Aparecida, Brasil, 13 de mayo de 2007, dijo:
La Iglesia no hace proselitismo. Crece mucho más por “atracción": como Cristo “atrae a todos a sí” con la fuerza de su amor, que culminó en el sacrificio de la cruz, así la Iglesia cumple su misión en la medida en que, asociada a Cristo, realiza su obra conformándose en espíritu y concretamente con la caridad de su Señor.
Algo parecido ha dicho en alguna ocasión el papa Francisco y más recientemente Mons. Osoro, arzobispo electo de Madrid. No sé qué significado puede tener el término proselitismo en alemán o italiano, pero esto significa en español, según el diccionario de la Real Academia de la Lengua:
Proselitismo
Celo de ganar prosélitos.Prosélito.
(Del lat. tardío prosely̆tus, y este del gr. προσήλυτος).
1. m. Persona incorporada a una religión.
2. m. Partidario que se gana para una facción, parcialidad o doctrina.
Puede que la palabra haya adquirido mala fama porque es típico de las sectas el ejercer un proselitismo agresivo, que apenas respeta a la persona que es objeto del mismo. Tan cierto es eso como que la misión de la Iglesia es incorporar a los hombres a Cristo para que puedan ser salvos. Y si se les incorpora a Cristo, se les incorpora a la Iglesia y a la religión cristiana que emana del evangelio y el resto de la Revelación. Es más, hacer tal cosa no es una opción. Es un mandato del Señor:
Y, acercándose Jesús, les dijo: Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra; id, pues, enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado. Yo estaré con vosotros siempre hasta la consumación del siglo.
Mat 28,18-20
Evidentemente hay muchos modos y maneras de cumplir al mandato de hacer discípulos, pero conviene tener claros dos conceptos para no creer en errores nefastos:
1- La fe viene por la predicación de la Palabra de Dios. Lo enseña San Pablo:
Pero ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán sin haber oído? ¿Y cómo oirán si nadie les predica? ¿Y cómo predicarán si no son enviados? Según está escrito: “¡Cuan hermosos los pies de los que anuncian buenas nuevas!” Pero no todos obedecen al Evangelio. Porque Isaías dice: “Señor, ¿quién creyó nuestra predicación?” Por consiguiente, la fe es por la predicación, y la predicación por la palabra de Cristo.
Rom 10,14-17
2- La santidad ejerce un papel evangelizador innegable. Lo dijo Cristo:
Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
Mat 5,16
Lo pidió San Pedro:
y observéis entre los gentiles una conducta ejemplar, a fin de que, en lo mismo por que os afrentan como malhechores, considerando vuestras buenas obras, glorifiquen a Dios en el día de la visitación.
1 Pe 2,12
Y San Pablo explicó la necedad de predicar una cosa y vivir la contraria, que trae como consecuencia que el nombre de Dios sea blasfemado:
Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se ha de hurtar, ¿hurtas? Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio? Tú que te jactas de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios? Porque como está escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros.
Rom 2,21-24
La predicación del evangelio y el testimonio de santidad de los cristianos son la herramienta principal que Dios usa para salvar a los incrédulos. No creo que tenga mucho sentido oponer ambas realidades, como si hubiera que hacer más énfasis en una que en la otra.
Además, vamos a ser claros. Me parece muy bien que se diga que la Iglesia ha de crecer sobre todo por atracción, pero ¿hay manera de crecer en santidad, que es la que resulta atrayente, si no es predicando el poder de la gracia? ¿cuántas veces se predica sobre la gracia? ¿y cómo vamos a atraer a nadie si no somos santos? ¿qué tipo de atracción pueden ejercer quienes, como advirtió el Papa esta semana, no solo viven en el mundo sino que se comportan como el mundo?
Y, sin embargo, para predicar el evangelio no hace falta que hayamos alcanzado los niveles de santidad de Sta Teresa de Jesús, San Juan de Ávila, etc. San Juan XXIII pronunció unas magníficas palabras sobre la eficacia intrínseca de la palabra de Dios:
“Es verdad que la palabra de Dios afecta al hombre de toda edad y condición por la eficacia intrínseca que encierra en sí misma. (…) Esto significa que el que está llamado ponerla en práctica, debe ser, verdaderamente, un fiel transmisor de la gracia”
(San Juan XXIII, Discurso del 13 de febrero de 1961)
E igualmente debemos creer lo que enseñó el profeta Isaías:
Como baja la lluvia y la nieve de los cielos y vuelven allá sin haber empapado y fecundado la tierra y haberla hecho germinar, dando la simiente para sembrar y el pan para comer, así la palabra que sale de mi boca no vuelve a mí vacía, sino que hace lo que yo quiero y cumple su misión.
Is 55,10-11
Aunque estamos llamados a la perfección, no podemos esperar a ser perfectos como Dios es perfecto para predicar la palabra de Dios. Si no les atraemos por nuestras buenas obras, llevémosles a Cristo mediante el anuncio de la buena nueva. No vaya a ser que al pecado de nuestra falta de buenas obras, añadamos el pecado aún mayor de no anunciar explícitamente a Aquel en cuyo nombre todo hombre puede ser salvo. Que no tengamos que decir, como Iglesia, “¡ay de mí si no anunciare el evangelio!” (1ª Cor 9,16). Predicación y santidad. Pero como poco, la primera. La segunda se nos concederá si aprendemos a andar asidos de la gracia que nos libra del pecado y nos lleva a la verdadera libertad en Cristo.
Luis Fernando Pérez Bustamante
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