En una entrevista concedida el 2 de septiembre al diario de la Santa Sede, L’Osservatore Romano, el Cardenal Müller aseguró que “estas congregaciones -las de la LCWR-, ya no tienen vocaciones y están en peligro de extinguirse”. “De todos modos debemos tener en cuenta que no son todas las religiosas estadounidenses, sino un grupo de religiosas de América del Norte reunidas en una asociación”, subrayó.
El pasado 9 de mayo, en un mensaje remitido a la presidencia de la LCWR, el Cardenal Müller reiteró a las religiosas la necesidad de reformar la organización, indicando que efectivamente se había alejado de la fe cristiana. La decisión fue el resultado de una evaluación de cuatro años a la LCWR por parte del Vaticano debida a sus posturas contrarias a la doctrina católica, en especial sobre el sacerdocio y la homosexualidad.
Las religiosas conforman un pequeño grupo, y el Cardenal Müller explicó que recibieron un gran número de cartas de apoyo escritas por otras religiosas de estas mismas congregaciones, quienes “apenadas”, denunciaron que “sufren mucho por la dirección que están dando -las LCWR-, a su misión”.
La autoridad vaticana informó que la Santa Sede sigue firme en la necesidad de reformar estos institutos religiosos, e intenta establecer una relación menos conflictiva para ayudarlas. “Intentamos bajar la tensión a través del Obispo Sartain, a quien enviamos a lidiar con ellas, un hombre muy manso”, dijo.
“En primer lugar debemos aclarar que no somos misóginos, ¡no queremos comernos todos los días a una mujer! Sin duda tenemos un concepto diferente de la vida religiosa, pero esperamos poder ayudarlas a redescubrir su identidad”, añadió.
El género femenino y masculino al servicio de la Iglesia
El Cardenal y teólogo Müller señaló que la presencia femenina de la Iglesia debe ser reconocida por su especificidad y no por imitación del modelo masculino. En este sentido explicó que su relación con el genio femenino comenzó durante la niñez, con la figura de su madre, una ama de casa que cuidaba de sus cuatro hijos: dos niños y dos niñas, a quienes seguía con afecto y si era necesario, con severidad.
“Hoy pienso en ella con una mirada de adulto, y me doy cuenta que fue mi primer y más grande punto de referencia para toda experiencia, empezando por la oración. La recuerdo por la noche, sentada en mi cama, enseñándome a rezar y a reconocer la presencia de Jesús, un rostro de verdad, una referencia segura. De ella recibí ese sentimiento de confianza que está en la base de toda fe, también la relación con el Niño Jesús. Entendí que Dios se interesaba realmente por mí, y que no era un concepto abstracto o filosófico”, dijo.
El Cardenal Müller recordó que desde los 4 años siempre tuvo el deseo de emprender el camino sacerdotal: “Un día encontramos al Obispo de Magonza, Albert Stohr, un óptimo teólogo que me impresionó mucho, tanto que exclamé: ‘¡De mayor quiero ser Obispo!’”.
La autoridad vaticana contó que su padre también fue un ejemplo de sacrificio, compaginaba su trabajo como obrero en OPEL con del de campesino para mantener a la familia; mientras que sus dos hermanas, se emanciparon y desarrollan una vida comprometida con su profesión, una como profesora en la escuela elemental, y la otra como empleada en una empresa de seguros.
“Hoy tengo 23 sobrinos y sobrinos-nietos, y si alguno dice que nosotros, los sacerdotes, estamos alejados de la vida, pienso en mi gran familia, porque me tiene bien amarrado a los cambios y los problemas de hoy día”.
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