¿Estado "islámico" o estado "satánico"?

Desayuno hoy con horror y me lleno de “santa ira” (en el sentido que lo explica Santo Tomás de Aquino) leyendo en la portada del periódico una brutal noticia titulada “Los yihadistas decapitan a otro norteamericano” y en subtítulo dice “El Estado Islámico desafía a Obama con el asesinato de otro periodista…”. La noticia con su correspondiente foto: La víctima arrodillada como un cordero y el verdugo, engendro de los infiernos, con su antifaz y blandiendo el cuchillo. Y el mundo “civilizado” mirando hacia otra parte….


“Estado islámico”. A todos los musulmanes honestos que hay en el mundo deberían revolvérseles las tripas al oír semejante blasfemia. Es necesario que los musulmanes hagan oír este clamor ante el mundo, muy necesario. La verdadera naturaleza de este “estado” es satánica en su más pura esencia. Tanto horror, maldad y sadismo sólo pueden proceder del que Cristo llamó “homicida desde el principio”. No me cabe la menor duda que estos yihadistas son auténticos adoradores de Satanás que siempre exige la sangre de los inocentes. Con sus hechos lo acreditan. Me sorporende que aún haya gente que dude de la existencia del Maligno viendo lo que estamos viendo…


Hay que pararles los pies con los medios proporcionados. El Papa ha dicho que “es lícito detener al agresor injusto”. No sólo es lícito: es necesario y urgente. Evidentemente el Papa no precisa el “cómo” y ha apelado a esta eficientísima organización que es “Naciones Unidas” para que se ponga en marcha. Esperemos a que lo haga antes que la fiera los haya devorado a todos…


En estos días respondí a una pregunta que me llegó a mi consultorio sobre el tema. La ofrezco a los lectores del blog por si es de interés:


ARMAS Y GUERRAS


Lo que está sucediendo en Irak clama al cielo. El Papa ha dicho que “es lícito detener al agresor injusto”. Pero ¿es posible sin armas ni guerras? Un sacerdote amigo me dice que la guerra nunca es lícita ni la fabricación y comercio de armas y que los conflictos deben resolverse con diálogo. ¿Qué piensa usted?


Empezaré dándole mi opinión. Hay personas con muy buena fe y poco sentido de la realidad y ciertas propuestas me parecen de “Alicia en el país de las maravillas”. Claro está que si se puede solucionar con diálogo hay que hacerlo siempre pero también está claro que intentar dialogar con según quien es como hablar a la pared. El caso que usted concreta exige una acción inmediata para “para al agresor” y los medios deben ser proporcionados a la naturaleza y acción de dicho agresor. Lo que escandaliza es la pasividad de las cancillerías del mundo ante tanto terror y salvajismo. Por lo que respecta al tema de producción y comercio de armas le diré que es complejo. El Pontificio Consejo Iustitia et Pax afirmaba al respecto: “Ninguna transferencia de armas es moralmente indiferente. Al contrario, pone en juego toda una serie de intereses políticos, estratégicos y económicos a veces convergentes, a veces divergentes, que entrañan cada vez consecuencias morales específicas. La licitud de la transferencia –sea por venta, compra, o por cualquier otro medio– no se puede apreciar si no se toman en consideración todos los factores que la condicionan". En una humanidad herida por el pecado y con el peligro de que aparezcan constantemente “agresores injustos”, las armas son necesarias pero igual de necesario es extremar la vigilancia para que su uso sea justo, cosa que, desgraciadamente, no acontece a menudo. El mismo documento ofrece unos principios muy a tener en cuenta: 1. No a la guerra: la guerra no es solución de los problemas políticos, económicos o sociales.
2. El derecho a la legítima defensa, sin limitarse a asegurarla cada Estado en su territorio, sino en todo el mundo.
3. El deber de ayudar al inocente. No existe el derecho a la indiferencia ante un injusto agresor, una vez agotadas todas las negociaciones diplomáticas, cuando existe el riesgo de que sucumba una población.
4. El principio de suficiencia. A este principio se opone la acumulación excesiva de armas o su transferencia indiscriminada.



Según estos principios en el caso que nos ocupa se trataría de detener una guerra injusta promovida por un grupo de auténticos criminales. Defender a los inocentes que sufren este terror no sólo es un derecho sino un deber.


Concretando más podríamos decir que, del mismo modo que, por ejemplo, un policía tiene el deber de detener un agresor injusto usando los medios adecuados y, sólo procurando la muerte del agresor cuando no queda otro recurso, también en el caso de un grupo considerable de agresores injustos (como es el caso del “estado satánico”) hay que proceder de modo semejante. Proteger los inocentes y detener a los agresores según estos principios.


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