Julián Alberto Flores Díaz
Definitivamente no fue “El Grinch”, ese personaje que apareció primero en los cuentos infantiles de Estados Unidos, después en una caricatura en la década de los 60, y que posteriormente se hizo más popular por medio de la película que protagonizó Jim Carrey.
¡Ojalá hubiera sido él! Porque, de acuerdo a la historia, se robó toda la superficialidad que envuelve actualmente a la Navidad, y probablemente, si nos hubiera dejado “limpios”, hubiéramos entendido el verdadero sentido de la Navidad.
Al inicio del reciente Adviento, el Sacerdote preguntó durante una Meditación: “¿Quién se robó mi Navidad?” Entonces, a mi mente acudieron diferentes imágenes. La primera, relacionada con la Navidad de la infancia de muchos de nosotros.
TIEMPOS IDOS
Hace algunos años, las familias se reunían para celebrar el Nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios, con toda su atención y devoción. Los preparativos giraban en torno a la Misa de la Noche Buena. Las familias acudían juntas al Templo para la Celebración de la Eucaristía que conmemora el Nacimiento de Nuestro Salvador.
La cena se preparaba en un ambiente familiar; todos participaban en armonía y paz. Antes de la Misa, se cantaba y se rezaba la Posada frente al nacimiento que en días anteriores se había colocado en un lugar de honor de la casa. Otro adorno era el árbol, con esferas y luces sencillas. El olor a ponche de frutas invadía el lugar, en tanto la mesa estaba dispuesta para el convite familiar.
Los niños habían escrito su “Cartita al Niño Dios”, y los más pequeños se dormían temprano con la ilusión de recibir algún juguete o dulces al día siguiente. Todo giraba en torno a su sentido original: conmemorar el Nacimiento de Dios hecho hombre, el único acontecimiento que ha dividido la Historia de la Humanidad.
IRRUPCIÓN DE BANALIDADES
Pero poco a poco, de forma sutil, la Navidad nos fue siendo robada. Primero, por un personaje de risa estruendosa, vestido de rojo, que en sus inicios tuvo la intención de emular a San Nicolás de Bari; pero que una empresa refresquera extranjera convirtió en un símbolo navideño falso. Este “Santoclós” se situó en la Sociedad para servir a los intereses económicos de grandes comerciantes en todos los rubros.
El nacimiento y la decoración propia de la auténtica Navidad han sido sustituidos por “Santoclós”, sus duendes, los renos y un sinfín de personajes de todos los géneros, vestidos con indumentarias propias del Invierno, “caricaturizando” a la Navidad. El Niño Dios, la Virgen María, San José y el pesebre, cedieron el paso al Ratón Miguelito, al Pato Donald y a un sinnúmero de figuritas que llenan el interior y la fachada de las casas.
El “abaratamiento” de luces de colores desplazó a los farolitos de papel y a otros sencillos adornos, para convertir las casas en una burda “imitación” de los grandes centros comerciales, elevando los consumos de energía eléctrica, que las familias deberán pagar en enero.
Las muñecas de trapo o de cartón y los cochecitos de madera cedieron su lugar, primero, a las “Barbies” y a los autos de control remoto; pero ahora a los juegos electrónicos, los teléfonos celulares y las “tabletas” que los niños le piden a “Santoclós”; porque “su poder económico” está por arriba del humilde Niñito Dios.
Las familias ya no se reúnen para preparar la cena, dirigidas por la abuela en la cocina de la casa. Como los espacios se han reducido, y las tareas “se han facilitado”, es más fácil y práctico encargar la cena para calentarla en el horno de microondas.
Los villancicos y cánticos navideños están fuera de moda. Hoy se requiere de música estruendosa para bailar; y mientas más ruidosa, mejor. ¿La Misa? ¡Para qué! Lo importante es la fiesta con amigos y compadres, porque la familia vive lejos, y cada quien se junta con quien puede, al cabo el Cura ya dijo que al día siguiente la primera Misa va a ser a mediodía, porque los feligreses no se levantan temprano, y mucho menos acuden a la medianoche para la “Misa de gallo”. Pero, como en lugar de ponche de frutas hubo refresco con alcohol, además de que los amigos llegarán tarde al recalentado, ya no dará tiempo para ir a Misa. Otro día será. De todos modos, el festejo sigue.
Pero… ¿qué significa “Navidad”? Cualquiera dirá: motivo de celebración, de fiesta, de alegría, hasta de desenfreno. Sí, pero… ¿qué estamos celebrando?… ¡Qué pregunta tan necia! ¡La fiesta, los regalos que nos trajo “Santoclós”, las luces, todo! ¿Todo? Sí… ¡TODO! Menos el original motivo de la Navidad: el Nacimiento del Hijo de Dios.
A lo mejor ya me hice viejo… pero alguien se robó la Navidad. Y tú, ¿serás cómplice de este robo? Te invito y me invito para que a partir de ahora devolvamos su genuino sentido a nuestros hogares, a nuestras comunidades, a nuestra Sociedad. Y recordemos que el Tiempo Litúrgico de la Navidad no termina. Aún estamos en ella.
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