Así lo dijo el Santo Padre antes de rezar el Ángelus dominical ante numerosos fieles reunidos en la plaza de San Pedro del Vaticano.
El Papa comentó el pasaje del Evangelio de San Marcos en el que Jesús responde a un escriba que el primer mandamiento es amar a Dios; de este, como consecuencia natural, se deriva el segundo: amar al prójimo como a sí mismo.
Además, el Santo Padre subrayó que “la Palabra de Dios debe resonar, ser un eco dentro de nosotros. Cuando existe este eco interior, significa que el Señor habita nuestro corazón. Y nos dice, como a aquel buen escriba del Evangelio: Non estás lejos del Reino de Dios”.
Por ello, el Papa explicó que la tradición monástica indica que “la Palabra de Dios ha de ser rumiada”, es decir, que la Palabra de Dios “es tan nutritiva que debe llegar a todos los ámbitos de la vida: implicar, como dice Jesús hoy, todo el corazón, toda el alma, toda la inteligencia, todas las fuerzas”.
Hay que repetir la #PalabradeDios, hacerla propia, custodiarla. Debe llegar a todos los ámbitos de la vida, involucrar -como dice Jesús en el #EvangeliodeHoy (Mc 12,28)- todo el corazón, toda el alma, toda la mente, todas nuestras fuerzas. Debe resonar en nuestro interior.
— Papa Francisco (@Pontifex_es) October 31, 2021
En esta línea, el Pontífice advirtió que “el Señor busca no tanto hábiles comentaristas de las Escrituras, sino corazones dóciles que, acogiendo su palabra, se dejan transformar dentro”.
“Por esto es tan importante familiarizar con el Evangelio, tenerlo al alcance de la mano siempre, incluso un pequeño Evangelio en el bolsillo, apasionarse. Cuando lo hacemos, Jesús, Palabra del Padre, entra en nuestro corazón, se vuelve íntimo y nosotros damos frutos en Él”, afirmó.
De este modo, el Santo Padre dijo que no es suficiente leer y comprender el Evangelio sino que “hay que amar a Dios y al prójimo” para dejar que “este mandamiento, que es el ‘gran mandamiento’, resuene en nosotros, sea asimilado, se convierta en voz de nuestra conciencia” para que no se quede “en letra muerta, en un cajón del corazón”.
La Palabra de Dios actúa, es viva y eficazAsimismo, el Papa alentó a “convertirse en una ‘traducción’ viva, diferente y original, de la única Palabra de amor que Dios nos dona” como “lo vemos en la vida de los santos, ninguno es igual a otro, son todos diferentes, pero todos con la misma Palabra de Dios”.
En este sentido, el Santo Padre invitó a seguir el ejemplo del escriba para repetir “las palabras de Jesús, hagámoslas resonar en nosotros: ‘Amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas las fuerzas y amar al prójimo como a sí mismo’”.
Finalmente, el Papa invitó a preguntarnos “¿este mandamiento orienta realmente mi vida? ¿Este mandamiento se refleja en mi vida diaria?” y añadió que “nos hará bien esta noche, antes de dormirnos, hacer un examen de conciencia sobre esta Palabra, para ver si hoy hemos amado al Señor y hemos dado un poco de bien a los que nos hemos encontrado. Que cada encuentro sea dar un poco de bien, un poco de amor, que venga de esta Palabra”.
“Que la Virgen María, en quien se hizo carne el Verbo de Dios, nos enseñe a acoger en nuestro corazón las palabras vivas del Evangelio”, concluyó el Papa.
A continuación, el Evangelio comentado por el Papa Francisco:
San Marcos 12, 28-34
28Acercóse uno de los escribas que les había oído y, viendo que les había respondido muy bien, le preguntó: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?»29Jesús le contestó: «El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor,30y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.31El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que éstos.»32Le dijo el escriba: «Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que El es único y que no hay otro fuera de El,33y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a si mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.»34Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: «No estás lejos del Reino de Dios.» Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas.
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