“Si tú has vivido una vida de tantos pecados, de tantas cosas feas, pero al final, un poco arrepentido, pides perdón, (Dios) ¡te perdona inmediatamente! Él perdona siempre”, afirmó el Santo Padre que centró su homilía en el perdón, la reconciliación y el encuentro con Dios.
El Pontífice explicó que “reconciliar” es el “trabajo de Dios, y es un trabajo hermoso” ya que “nuestro Dios perdona” cualquier pecado, lo perdona “siempre”, hace “fiesta” cuando uno le pide perdón y “olvida” todo.
El Papa reflexionó sobre el pasaje de San Pablo a los Hebreos, en el que el Apóstol habla de la “nueva alianza” establecida por Dios con su pueblo elegido.
“Ante todo, ¡Dios perdona siempre! No se cansa de perdonar. Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón. Pero Él no se cansa de perdonar. Cuando Pedro pregunta a Jesús: '¿Cuántas veces debo perdonar? ¿Siete veces?'. 'No siete veces: setenta veces siete'. Es decir siempre. Así perdona Dios: siempre. Y si tú has vivido una vida de tantos pecados, de tantas cosas feas, pero al final, un poco arrepentido, pides perdón, ¡te perdona inmediatamente! Él perdona siempre”.
Al mismo tiempo, Francisco dijo que la duda que podría surgir del corazón del hombre está en el “cuánto” está Dios dispuesto a perdonar. A lo que él mismo respondió que basta con “arrepentirse y pedir perdón”.
“No se debe pagar nada”, porque ya “Cristo ha pagado por nosotros”. A continuación, aludió a la parábola del Hijo Pródigo como ejemplo.
“No hay pecado que Él no perdone. Él perdona todo. 'Pero, padre, yo no voy a confesarme porque hice tantas cosas feas, tan feas, tantas de esas que no tendré perdón...' No. No es verdad. Perdona todo. Si tú vas arrepentido, perdona todo. Cuando… ¡eh!, tantas veces ¡no te deja hablar! Tú comienzas a pedir perdón y Él te hace sentir esa alegría del perdón antes de que tú hayas terminado de decir todo”.
El Papa aseguró además que cuando Dios perdona “hace fiesta” y “olvida” puesto que lo que le importa a Dios es “encontrarse con nosotros”.
De ahí que el Papa Francisco haya sugerido un examen de conciencia a los sacerdotes en el confesionario: “¿Estoy dispuesto a perdonar todo?”, “¿a olvidarme de los pecados de aquella persona?”.
“Tantas veces las confesiones parecen una práctica, una formalidad : ‘Bla, bla, bla…, bla, bla, bla…, bla, bla … Vas”. ¡Todo mecánico! ¡No! ¿Y el encuentro dónde está? El encuentro con el Señor que reconcilia, te abraza y hace fiesta. Éste es nuestro Dios, tan bueno. También debemos enseñar: para que aprendan nuestros niños, nuestros muchachos a confesarse bien, porque ir a confesarse no es ir a la tintorería para que te quiten una mancha. ¡No! Es ir a encontrar al Padre, que reconcilia, que perdona y que hace fiesta”.
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