La celebración patronal empezó con la misa en la plaza Grigera, frente a la catedral (una de las cuatro iglesias jubilares de la diócesis), y culminó con la procesión con la imagen de la Virgen de la Paz por las calles del centro.
Concelebraron la Eucaristía los obispos auxiliares, monseñor Jorge Vázquez y monseñor Jorge Torres Carbonell; el obispo de Concepción de Tucumán, monseñor José María Rossi; el párroco Hugo Barrios; y los sacerdotes presentes.
Participaron las 60 parroquias de la diócesis que está integrada por los partidos de San Vicente, Presidente Perón, Almirante Brown, Ezeiza, Esteban Echeverría y Lomas de Zamora.
Durante la homilía, monseñor Jorge Lugones afirmó que “este año de gracia para nosotros también es el Jubileo extraordinario de la Misericordia. El Papa Francisco nos recuerda: ‘La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia. Todo en su acción pastoral debería estar revestido por la ternura con la que se dirige a los creyentes; nada en su anuncio y en su testimonio hacia el mundo puede carecer de misericordia. La credibilidad de la Iglesia pasa a través del camino del amor misericordioso y compasivo. La Iglesia vive un deseo inagotable de brindar misericordia. Tal vez por mucho tiempo nos hemos olvidado de indicar y de andar por la vía de la misericordia’”.
El obispo señaló que “la palabra de Dios es siempre eficaz y sanadora si es recibida con un corazón abierto. Acompaña al que está en soledad, levanta al caído. Ella hace resucitar la vida”. Asimismo, agregó: “Pienso en los adolescentes y jóvenes en riesgo. Cómo llegar a ellos desde nuestra prioridad diocesana, que sigue siendo un difícil pero valioso desafío. Hoy el Señor también nos envía a los pobres y desvalidos, a los excluidos o marginados del sistema. Esta es una prioridad en la Iglesia”.
“Pero podemos preguntarnos: ¿Por qué los pobres son los privilegiados? ¿Es que los pobres son mejores que las demás personas? Jesús nunca afirma que los pobres por el hecho de ser pobres son mejores que los ricos, la única razón es que son pobres y oprimidos, y Dios no puede ser neutral ante tanta desigualdad, injusticia y desprecio, porque tiene “entrañas de misericordia… el Señor sostiene a los humildes y humilla a los malvados hasta el polvo”. No será posible la plenitud del reino sin esta atención diferenciada, la cual Jesús asume desde el principio: Dios no puede reinar ante los injustamente maltratados”.
El prelado concluyó diciendo: “El Papa Francisco se pregunta: ‘¿Por qué nos acostumbramos a ver cómo se destruye el trabajo digno, se descarta a tantas familias, se expulsa a los campesinos y se abusa de la naturaleza?’ Y responde: ‘Porque en este sistema se ha sacado del centro al hombre y se lo ha reemplazado por otra cosa. Porque se rinde un culto idolátrico al dinero. Porque se ha globalizado la indiferencia’. Y entonces propone “la globalización de la solidaridad”, de la que todos nos tenemos que hacer cargo.
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