El pontífice argentino consideró que es el momento de terminar con la indiferencia y la “falsa neutralidad que impide compartir” ante la injusticia, la persecución, la guerra y la miseria en el mundo.
El Santo Padre aseguró que la gente se pregunta cómo es posible que “la arrogancia de los poderosos siga degradando a los débiles, relegándolos a los confines más miserables de nuestro mundo'' y destacó el empeño de muchas hombres, mujeres y niños que arriesgan sus vidas para huir de la guerra, el hambre y la persecución.
“Todos estamos llamados a sumergirnos en este océano, para dejarnos regenerar para vencer la indiferencia que impide la solidaridad y salir de la falsa neutralidad que obstaculiza el compartir”, subrayó.
“La gracia de Cristo que lleva a su cumplimiento la esperanza de la salvación, nos empuja a cooperar con Él en la construcción de un mundo más justo y fraterno, en el que todas las personas y todas las criaturas puedan vivir en paz, en la armonía de la creación originaria de Dios”, agregó.
Un llamado a abrir el corazón al prójimo
Antes de la oración del Ángelus delante de miles de peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro, Francisco deseó un feliz año y pidió al Señor que nos conceda el don de la paz.
“Que el Señor ponga su mirada sobre ustedes y que puedan alegrarse, sabiendo que cada día su rostro misericordioso, más brillante que el sol, resplandece sobre ustedes y ¡no se oculta nunca!”, aseguró.
Al referirse a la Jornada Mundial de la Paz, que lleva por tema: “Vence la indiferencia y conquista la paz”, el pontífice sostuvo que “la paz, que Dios Padre desea sembrar en el mundo, debe ser cultivada por nosotros. No sólo, debe ser también “conquistada”. Esto implica una verdadera lucha, una lucha espiritual que tiene lugar en nuestro corazón”.
El Papa invitó a “abrir el corazón, despertando la atención hacia el prójimo”, por ese es “el camino para la conquista de la paz” e invocó a la Reina de la Paz, la Madre de Dios, quien “guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”.
“Las esperanzas y las preocupaciones, la gratuidad y los problemas: todo aquello que sucedía en la vida se transformaba, en el corazón de María, en oración, diálogo con Dios. He aquí el secreto de la Madre de Dios. Y ella hace así también con nosotros: guarda las alegrías y desata los nudos de nuestra vida, llevándolos al Señor”, concluyó.+
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