¿Cómo irá a salir la Constitución de la Ciudad de México?

Por Antonio MAZA PEREDA | Red de Comunicadores Católicos |

Ya ha pasado algún tiempo desde que se ha escogido un grupo de autonombrados “notables” para proponer un proyecto de Constitución para la Ciudad de México. Poco o nada se sabe de sus labores; están trabajando en el más impenetrable de los secretos y están tratando de imponer una visión facciosa a una ciudadanía a la que, con todo propósito, no se está consultando.

Es una pregunta que no es ociosa. Y una pregunta que tiene que ver con todo el país, no porque la Ciudad de México sea tan importante, sino porque es una muestra de cómo algunas de las fuerzas políticas que pretenden gobernar el país se comportan cuando pueden gobernar una entidad federativa.

A estas alturas es muy poco lo que se sabe. El autonombrado “grupo de notables”, faccioso y excluyente, que no ha permitido la participación de verdaderos intelectuales y juristas por el mero hecho de opinar diferente que ellos, han mostrado también que están trabajando “en lo oscurito” y no han permitido que se conozca ni sus procesos ni sus deliberaciones.

Antes de seguir adelante, permítame aclarar que no soy jurista, que no soy experto en cuestiones legales sino que soy únicamente un sufrido ciudadano más de la que posiblemente es la ciudad peor gobernada del mundo. Mayormente víctima. Pero también consciente de que debo de opinar y tratar de influir en la medida que haya quienes quieran escuchar una opinión diferente.

Algunos medios han hecho una labor de consultar a la ciudadanía sobre lo que se espera de esta Constitución. Y como es de esperarse, hay una gran confusión. Hay quienes esperan que en la Constitución aparezca la necesidad de que se recoja la basura, por poner un ejemplo. O que se reglamenten los bares y antros para que no terminen tan tarde sus labores. Lo cual son ejemplos de que tenemos un conocimiento bastante somero de lo que debe contener una Constitución.

Como ciudadano, no como jurista que no lo soy, creo que hay algunos puntos que deben de considerarse. Para mí, la labor fundamental de una Constitución es establecer con claridad los límites para la autoridad, evitando que pueda atropellar los derechos de los ciudadanos. Debe de buscar cómo se impide que las fuerzas políticas impongan a la ciudadanía medidas que vayan contra sus derechos.

Por otro lado, debe de ayudar a balancear los derechos de las mayorías con los derechos de las minorías. Entendiendo que deben encontrarse equilibrios que permitan una convivencia. Por ejemplo, en la Ciudad de México se ha atropellado los derechos de las mayorías a tener el libre tránsito e incluso para proteger su salud limitando la contaminación, al permitir a minorías expresar sus opiniones y hacer demostraciones, derechos que no están a discusión, pero en la práctica permiten que una docena de personas puedan hacer colapsar el tránsito en porciones importantes de la Ciudad de México mientras las autoridades los protegen de la justa ira de aquellos cuyos derechos están siendo atropellados. No voy a ser yo el que dé una solución a este tema, pero es claro que las leyes no establecen los límites que permitan la convivencia de estos dos derechos. Y que no hay  un criterio claro de cuando la mayoría debe inclinarse ante los derechos de la minoría.

También queda claro que los derechos de expresión y manifestación en esta ciudad han sido apoyados por las autoridades, siempre y cuando sean del mismo sentido ideológico de los partidos en el poder. Mientras que, al mismo tiempo, los que no opinan de la misma manera encuentran gravemente restringidos esos derechos.

Un tema que no es nuevo: por ejemplo, los derechos religiosos de la inmensa mayoría de los mexicanos fueron sido sistemáticamente agredidos por minorías que se han hecho del gobierno. Un tema histórico, que no vamos a resolver aquí. Pero que estamos volviendo a ver entre el grupo faccioso que está tratando de imponernos sus proyectos ideológicos.

Otro equilibrio delicado y muy importante a tratar son los ámbitos de competencia en la ciudad capital, asiento de los poderes federales que tienen derecho a su autonomía y a  no ser atropellados por el gobierno de una porción menor de la nación. Pero, por otro lado, también debe evitarse el gravísimo problema del centralismo que ha azotado al país desde la independencia, conculcando los derechos de las entidades federativas y en particular los de los ciudadanos de la Ciudad de México, que obtuvieron sus derechos plenos al voto casi 200 años después de la abolición de la esclavitud y más de 60 años después del reconocimiento del voto de las mujeres.

También queda muy claro que una Constitución debería establecer criterios para las prioridades. Los derechos de la ciudadanía a poder tener mínimos de seguridad y de libertad en esta ciudad, siempre han estado en el último lugar de las prioridades de los partidos en turno, siempre más atentos a permitir los excesos de sus partidarios que a proveer auténtica y completa cobertura de seguridad a la población.

Claramente, dentro de la necesidad de proteger a la población de los excesos de los gobernantes, los aspectos de transparencia en el uso de los recursos deberían ser parte importante de esta Constitución. Tema que no ha sido ni siquiera mencionado por los “notables” que se han adjudicado el derecho de representarnos. Ni el derecho de la población a romper los sellos de secrecía que nos han establecido los malos gobiernos de esta ciudad para que tardemos 20 años en poder saber si hicieron uso correcto de los recursos en la obra pública.

Me parece que el tema no está siendo bien atendido. Seguramente podría haber algunos puntos importantes de técnica jurídica que deban ser atendidos, pero de los cuales la población no tenemos un conocimiento pleno. Creo, sin embargo, que hay bastantes ciudadanos que comparten mis dudas y temores. Y que es importante que, en esta etapa de desarrollo del proyecto de Constitución, se haga una labor muy importante de debate público de ciudadanos y otros expertos que han sido marginados en el proceso, de manera que se puedan escuchar otras voces y no tengamos una propuesta monocolor, que es lo que se está cocinando. No parece exagerado pensar, como ya he dicho por estos medios, que lo que se está cocinando es un golpe de Estado disfrazado que permita a las fuerzas que detentan el poder en la Ciudad de México perpetuar su abusiva presencia en la ciudad de México.

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