Se cumplieron 30 años del fatídico día (el 26 de abril de 1986) que explotó el reactor número 4 de la central nuclear de Chernobyl, a 120 kilómetros de Kiev, Ucrania, y liberó a la atmósfera más de 50 millones de curies de radiación y contaminó vastas zonas de Ucrania, Bielorrusia y Rusia, que entonces formaban parte de la Unión Soviética. El accidente, según estableció la investigación, fue producto de una cadena de errores cometidos por sus operarios durante unas pruebas con el reactor.
En la conmemoración del desastre nuclear de Chernobyl “debemos recordar por siempre. Recordar los nombres de aquellos que murieron y recordar las trágicas consecuencias de nuestros errores”. Pero también debemos “aprender a decir ‘no’ a las tecnologías con efectos destructivos”, ser capaces de decir ‘basta’ ante la mentalidad consumista y la competencia de la economía de mercado” y, por último, “decir sí” y arrodillarnos ante la realidad que nos sobrepasa, la del Creador de toda la creación”. Es lo que escribe el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé, en un mensaje por los 30 años del desastre nuclear que sacudió a Ucrania y al mundo.
En el texto, el líder cristiano explica: “La memoria es muy potente en la religión, y sobre todo en el cristianismo, donde deviene una fuerza capaz de transformar. A través de la memoria leemos el pasado, cambiamos nuestra conducta en el presente y asumimos nuestras responsabilidades para el futuro”.
Pero la memoria no basta: “Hemos alcanzado tal nivel de desarrollo tecnológico, que debemos aprender a decir ‘no’ a la tecnología que destruye. Necesitamos una ética de la tecnología. Nos ha sido entregado, como don, un planeta espléndido, pero sus recursos no son infinitos. Los numerosos desastres naturales han demostrado ampliamente el costo humano, financiero y ecológico que tiene la búsqueda excesiva de beneficio”.
Es por eso, agrega Bartolomé, que “debemos aprender a decir ‘basta’ a la mentalidad del consumismo y de la competencia de la economía de mercado. Ha llegado el momento de ser honestos con Dios, reconociendo que el Evangelio cristiano apunta, también, a reducir la avaricia y la avidez”.
Por último, concluye el patriarca ecuménico, está lo más importante: “Aprendamos a decir ‘sì’ a la realidad que nos sobrepasa, al Creador de toda la creación, ante el cual debemos arrodillarnos con humildad y entregarnos con la oración, reconociendo que Él y todo lo que ha creado es para todos, no sólo para nuestros deseos egoístas”.
Chernobyl, por lo tanto, “debiera ser una lección sobre la contención de nosotros mismos, y sobre la compartición de lo que tenemos. Mostremos compasión, mostremos respeto y construyamos la paz, no solamente con nuestros vecinos, sino con toda la creación”.
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