Escuela de Oración. Clase 7
Juan José Quijas Rizo, 3º de Preparatoria
Seminario Menor
“El mundo está de cabeza, lo mejor es ponerse a rezar”, decía un señor al ver en el noticiero escenas violentas de masacres y enfrentamientos. “Oren, para no caer en tentación”, nos dice Jesús en los Santos Evangelios. Nos queda muy claro, entonces, que hay necesidad de rezar y de orar; pero, ¿podemos captar la diferencia?
“Dime cómo rezas y te diré cómo vives; dime cómo vives y te diré cómo rezas”.
El Papa Francisco utilizó esta frase para dar inicio a una de sus Homilías predicadas en su reciente visita a nuestra Nación, y ésta me permitió darme cuenta de cómo nuestra Sociedad vive sin ser consciente de que Dios está presente en cada momento de la jornada. El estar a unos metros de distancia del Sumo Pontífice también me hizo recordar cómo es que fui aprendiendo a reconocer a Dios en mi vida y a comunicarme con Él, con la ayuda de mi familia, la instrucción de mis padres y de mis abuelos.
ORAR
Son muchos los que piensan que la principal vía de acceso a Dios es la propia experiencia y la oración. Ésta se convierte en un poderoso instrumento para llegar a Él de manera directa, con la esperanza del cumplimiento de sus promesas.
Tenemos la posibilidad de orar en una doble dimensión: por un lado, al pedir por nosotros, pedimos por los demás, y vamos aprendiendo a estar pendientes de las necesidades ajenas. Y, por otro lado, vamos formando y fortaleciendo nuestra comunicación con Dios.
Es indudable que la oración nos lleva a comunicarnos con Dios, sea de manera dialogada o simplemente contemplando su presencia, y por medio de ella, le confiamos nuestras necesidades, le damos gracias y le pedimos perdón por nuestras ofensas.
Muy a menudo, en nuestro entorno, hemos dado el significado de orar al hecho de comunicarnos con Dios de manera personal, y casi siempre en silencio, a manera de contemplación, aunque también se puede hacer de manera comunitaria, como la oración litúrgica, que es una oración de toda la Iglesia.
REZAR
En cambio, le hemos dado la acepción de “rezar” al hecho de expresar y recitar de manera oral nuestra adoración, nuestra gratitud, necesidades, sentimientos y pensamientos a nuestro Creador, valiéndonos de algún texto escrito.
Podemos, asimismo, hacer distinción entre estos dos verbos afines, en la forma en que conducen al encuentro con Dios. La oración se vive mejor desde el silencio; el rezo se repasa, por lo regular, en voz alta. Digo lo anterior porque, sabiendo que Dios siempre nos escucha y nos asiste como un Padre amoroso, seremos capaces de comunicarnos con Él según el momento por el que estamos pasando. Tendremos, así, necesidad de orar y de rezar, a la vez.
REZO HECHO ORACIÓN
Incluso, un rezo puede ser también oración. El rezo del Santo Rosario, por ejemplo, las Novenas u otras plegarias escritas, son igualmente una manera de mantener nuestra vida de oración, que nos lleva a comunicarnos con Nuestro Señor y con la ayuda de los Santos y Santas que se invocan y que interceden por nosotros, para agradar más al Señor mediante una vida cristiana cada vez más auténtica.
Así pues, orar y rezar llegan a identificarse. He aquí por qué el Santo Padre utilizó esta conocida expresión en Morelia el pasado mes de febrero: “Dime cómo rezas y te diré cómo vives”. Aquí, el sentido de rezar es el sentido mismo de hacer oración.
Lo importante es preguntarnos cómo es nuestra comunicación personal y familiar con Dios; cómo es nuestra entrega diaria; qué tanto nos esmeramos por descubrir en la oración o en algún rezo su infinito Amor.
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