Cardenal José Francisco Robles Ortega,
Arzobispo de Guadalajara
El viernes 24 de junio concluimos la IV Asamblea Diocesana de Pastoral, en la Fiesta de San Juan Bautista. Su personalidad ha sido inspiradora para la vida de la Iglesia, con relación a Jesús, el Mesías, el Salvador del Mundo.
Para todo lo que reflexionamos y vamos a asumir en nuestra Iglesia Diocesana, se requiere un soporte, que es la espiritualidad. No hay acción pastoral auténtica en la Iglesia, ni personal ni comunitaria, sin un sustento de vida espiritual.
¡Qué providencial que nuestra Asamblea se haya concluido celebrando a Juan Bautista, auténtica figura de inspiración cristiana!
Por nuestra débil condición humana, en toda obra evangelizadora cargamos con una tentación: la de ponernos en el lugar del que anunciamos, en el lugar de Jesús. Pero Juan Bautista nos recuerda, nos inspira y nos dice que no hay que ocupar un lugar que no nos corresponde. Nosotros no somos los salvadores del mundo, ni siquiera de nuestra Comunidad. El único que salva, enseña y santifica es Jesús.
Y, por si nos hiciera falta en nuestra espiritualidad para llevar a cabo las tareas pastorales, además de esta figura del Bautista, tenemos a la Virgen María. Ella también nos inspira y nos recuerda que cumple un servicio en orden a que se haga Hombre el Hijo único de Dios. Cumple con darlo a luz, y sabe que es la humilde Sierva.
Nos hace falta profundizar en esta conciencia. Nuestra vocación a la vida cristiana (sacerdotal, religiosa o laical) es fruto del Plan amoroso y misericordioso de Dios. Desde toda la eternidad nos concibió en su mente, en su corazón y en la realidad, con una vocación específica.
Nos hizo como una flecha que colocó en su aljaba. Y cualquier aspecto agresivo de esta imagen, Dios la transforma al usarla Él para bien de todos los hombres. Somos una flecha en sus manos para que sólo Él la use. Si el Señor la dispara, va a dar en el blanco, va a alcanzar el objetivo.
Dios, que nos dio la vida, quiere que alcancemos un objetivo, con la vocación que cada uno tiene. Todos tenemos un objetivo preciso, y el Señor nos ha lanzado como flechas para dar en el blanco, no por nuestro mérito, sino porque Él nos sostiene.
Para llevar a cabo lo que trabajamos en la Asamblea, necesitamos una espiritualidad de sencillez, de humildad, de no querer desplazar al que es el Centro del Mensaje y de la vida de la Iglesia, que es Jesucristo, y que hagamos nuestra tarea.
El ejemplo de un anuncio espectacular puede ayudarnos a entender mejor lo que queremos decir. En un espectacular se coloca el nombre del producto que se quiere ofrecer. No otro. Nuestro nombre no debe estar en el espectacular de la vida; el único nombre que debe estar en el espectacular de la acción evangelizadora de la Iglesia es el del Señor, para que todos puedan mirarlo, y que sea atractivo; que pueda despertar el interés de todos.
El que tiene que aparecer ahí es el Señor, no la iniciativa que yo emprendí, no la obra que inicié, no la idea que yo tuve, sino que debe estar el Señor, con letras luminosas y llamativas. Que nosotros seamos la letra chiquita de ese espectacular, que se hace presente, pero sólo para impulsar y animar la acción evangelizadora. A todo mundo debe quedarle claro que el protagonista es Cristo, y que lo demás que aparece es para apoyar la obra de Cristo. Esto es lo que nos enseña Juan Bautista y lo que nos sugiere la Virgen María.
Demos a nuestro trabajo pastoral un soporte de auténtica espiritualidad evangélica, cristiana, renunciando a protagonismos y a auto-referencias, y dejemos al Señor en el lugar en que debe estar.
Pidámosle a Dios que inspire y consolide nuestra espiritualidad para nuestro Plan Diocesano de Pastoral.
Yo les bendigo en el Nombre del Padre,
y del Hijo y del Espíritu Santo.
Publicar un comentario