Sólo Dios protagoniza el trabajo pastoral

Guía única y tarea común
El Señor debe ser el protagonista del trabajo diocesano

Concluyó la IV Asamblea de Pastoral. La intención: estar más cerca y atender las periferias existenciales.

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Sonia Gabriela Ceja Ramírez

El viernes 24 de junio, Fiesta de San Juan Bautista, concluyó la IV Asamblea Diocesana, que congregó a poco más de 300 Sacerdotes, Religiosos, Religiosas y Laicos, quienes durante los tres días de la Asamblea buscaron “detectar las periferias existenciales más urgentes de nuestra Diócesis, en comunión, participación y en espíritu de sinodalidad eclesial, para asumirlas como acentuaciones pastorales comunes, y así, nuestro Pueblo, en Cristo, tenga vida”.
El Encuentro, encabezado por nuestro Pastor Diocesano, Cardenal José Francisco Robles Ortega, inició el miércoles 22 y estuvo basado en una metodología participativa, en la que cada uno de los asistentes pudo hacer sus propias aportaciones, según las diversas realidades que integran la Iglesia local, para determinar el camino a seguir durante al menos un año de trabajo eclesial.

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LA FAMILIA Y LOS JÓVENES
Al término de la Asamblea, se concluyó que las periferias más apremiantes que se detectaron fueron: la familia, los jóvenes, la política, los laicos, la transformación de la realidad y la articulación y vinculación con las instancias. De éstas, se elegirán dos, con las que se trabajará particularmente.
Y es que en los Subplenarios, integrados por tres Equipos de 13 personas, se concluyó que los principales problemas que enfrenta la familia son las crisis matrimoniales, las madres solas, una Sociedad enferma por el narcotráfico, la inseguridad y violencia; las adicciones y la promoción de la cultura de la muerte. Además, señalaron que es necesario que el trabajo pastoral de la Iglesia incida en la consciencia social y la participación ciudadana; que atienda los problemas sociales y que defienda sus Derechos desde el fermento del Evangelio.
También destacaron: la necesidad de evangelizar y dejarse evangelizar desde la realidad familiar, así como la participación ciudadana para combatir la corrupción, por ser, ésta, el origen de muchas periferias existenciales.
Se propuso, también, una atención prioritaria a las familias en situación especial, desintegradas, disfuncionales y con nuevas culturas, así como a las víctimas de la violencia y la pobreza creciente.
Se señaló que debe despertarse en los miembros de la Arquidiócesis la conciencia de la Fe y superar la apatía, la comodidad, el desaliento y la indiferencia, incluso en los Sacerdotes, de manera que esto incida en la transformación de la realidad.
Los asambleístas consideraron que debe darse especial atención a los adolescentes y jóvenes, que demandan formación en valores, así como mantener un espíritu de salida y apertura en las Parroquias.
Posteriormente, los participantes tuvieron la oportunidad de hacer observaciones, que servirán para elaborar las conclusiones respecto a esta IV Asamblea.

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EL ESPÍRITU SANTO ES QUIEN ANIMA
Finalmente, el Arzobispo Metropolitano recordó que desde el inicio se pusieron los trabajos en manos de Dios y, por tanto, el resultado es también fruto de la iluminación del Espíritu Santo.
Señaló que para responder a las necesidades de los demás, primero es necesario conocer qué necesitan: “Cuáles son sus necesidades, sus realidades”.

Como Iglesia, no se trata únicamente de imponer una temática que viene de la estructura nacional o diocesana: “No me importa lo que tú estás viviendo: preocupaciones en la relación intrafamiliar, preocupaciones laborales, económicas o de salud; eso no me interesa, me interesa que te eches este rollo que me llegó para que te lo diera. Eso no es atender a un sector tan importante. Hay que detenernos al borde del camino y preguntar qué está pasando, qué necesitas, para entonces responder desde una actitud de conversión”.

“Porque vamos a darnos cuenta de que para atender esa realidad que me está demandando, a lo mejor tengo que atenderme yo primero. A lo mejor en alguna de mis cuatro dimensiones: humana, apostólica, espiritual o intelectual, tengo yo mismo una periferia que es necesario atender. Por ejemplo, si mi periferia es la espiritual, tengo que atenderla, nutrirla, fortalecerla con la oración y los Sacramentos, para poder ayudar a los demás”.
El señor Cardenal exhortó a los presentes a no desanimarse y a confiar en la acción del Espíritu Santo sobre el trabajo realizado.
Además, la Pastoral Social presentó la Iniciativa de una Casa de la Misericordia, que atenderá a migrantes y a personas en situación de calle, para que quede como Obra Social del Año de la Misericordia. Pidió evaluar la propuesta en los Decanatos para que cada uno haga aportaciones de cómo se puede contribuir a que esta obra funcione.

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RECORDEMOS QUE SÓLO SOMOS LA LETRA PEQUEÑA

Acto seguido, se recibió en las puertas del Seminario Menor a la imagen de la Virgen de Zapopan, Patrona de la Arquidiócesis, la cual fue acompañada en procesión hasta la Capilla, en donde se celebró la Misa de Clausura de la Asamblea.
Durante la Homilía, el Prelado se refirió a la Fiesta de San Juan Bautista y dijo que es providencial que el Cierre de la Asamblea se haya realizado en esta Festividad, pues San Juan Bautista, reconocido como el último de los Profetas, ha sido inspirador para la vida cristiana.
Recalcó que muchas veces se lleva en el cumplimiento de la vida apostólica “la tentación de ponernos nosotros en el lugar del que anunciamos, del que proponemos, en el lugar de Jesús, pero Juan nos recuerda y nos inspira que no hay que ocupar un lugar que no nos corresponde.
“Nosotros no somos el Mesías, no somos los Salvadores del mundo, ni siquiera los salvadores de nuestra propia comunidad. El único que salva, que enseña, que conduce y que santifica es Jesús, y si nos hiciera falta en nuestra espiritualidad para llevar a cabo nuestras tareas pastorales, tenemos nada menos que a María que nos inspira, porque Ella se pone al servicio para que se haga Hombre el Hijo de Dios”.
El Cardenal Robles Ortega presentó una analogía diciendo que Dios nos hizo como una flecha puntiaguda que tiene como objetivo dar en el blanco que el Señor se plantea. “No somos frutos de la casualidad; Dios nos dio la existencia, y en sus manos quiere que logremos un objetivo; Dios nos dio la vida y la vocación para alcanzar un objetivo preciso. No vamos a dar en el blanco por nuestro mérito, sino porque Él nos sustenta y nos sostiene”.
Subrayó que, para alcanzar el objetivo diocesano y que la Asamblea dé frutos, necesitamos una espiritualidad de sencillez y de humildad.
Haciendo otra comparación, dijo que si fuéramos un anuncio espectacular, la imagen que debiera aparecer sería la de Dios, y nosotros seríamos sólo la letra pequeña. “Renunciemos a protagonismos y a auto-referencias, como dice el Papa, y dejemos que esté en el lugar que debe de estar el Señor”.
Por último, los participantes se tomaron la foto oficial, y la Asamblea concluyó con la comida.

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