Sonia Gabriela Ceja Ramírez
La violencia que hemos vivido durante las últimas semanas e incluso durante los últimos años en nuestro país y en nuestro entorno nos llevan a vivir con miedo, a estar a la defensiva o la expectativa, a modificar nuestras conductas y a vivir en un casi permanente estrés postraumático pues cada que entramos en contacto con los medios de comunicación nos encontramos con balaceras, atentados, desaparecidos y un sinfín de noticias que nos llevan a quejarnos, asustarnos y condolernos pero que poco nos mueven a actuar sobre todo en el aspecto de la prevención.
Para la terapeuta Margarita Martínez, psicóloga social y especialista en familia, “el estrés postraumático aparece después de una impresión fuerte que desestructura nuestro esquema anterior.
Y es que, en muchos ámbitos, en la actualidad vivimos sin certeza y eso es lo que nos provoca el estrés postraumático. “El estrés postraumático nos mueve la plataforma de certeza personal. Las causas son muchas, y en ese tratar de equilibrar, experimentamos sentimientos como la angustia, la frustración y una sensación de incapacitación”.
Una de las características del estrés postraumático es la narrativa permanente del suceso, estar repitiendo una y otra vez en nuestra mente lo ocurrido, ya sea que lo hayamos vivido de manera personal o que nos enteremos por medios cercanos. Por ejemplo, hay gente que teme viajar en camión porque, a partir de los bloqueos que han ocurrido en nuestra ciudad, no saben en qué momento podrían ser víctimas un incendio.
Y es que, además nuestro estrés se dispara porque no estamos preparados para afrontar situaciones de infortuna. Ingenuamente creemos que siempre nos tiene que ir bien: “eso es un mito, lo que tenemos al frente es un cambio constante que frecuentemente implica pérdidas pero también siempre estamos ganando, recuperando algo o creciendo a partir de la pérdida.
“Lo que se debe hacer es un reequilibramiento pero esto exige un esfuerzo: Tienes la posibilidad de quedarte donde estas, de hundirte más, o de trascenderlo y avanzar”.
Como sociedad tenemos la oportunidad de ayudarnos a superarlo pero sobre todo de cuidarnos y darnos la seguridad que hemos perdido: “Es importante después de un acontecimiento traumático poder hablarlo, poder sacar los duelos a tiempo.
“No podemos vivir con miedo, hay que tomar en cuenta que vivimos dentro de la posibilidad, y la posibilidad es un 50 por ciento: puede que me pase, pero puede que no”.
Nos hemos alejado
Existen efectos sociales de la vida comunitaria: “Una de las pérdidas más importantes y progresivas en la sociedad es la vida en comunidad. Ya no conocemos a nuestros vecinos y por eso muchas veces no nos sentimos tranquilos y acompañados o hasta cuidados en nuestra propia casa.
“Sino conocemos al vecino de al lado, no sabemos cómo se llama, ni nos importa su vida, entonces nos aislamos y uno de los factores más importantes para sentirnos vulnerables qué es una de las sensaciones inmediatas durante hechos de violencia, es sentir que nadie está a salvo en ninguna parte.
“Estamos viviendo una atomización del individuo. Este modelo socioeconómico nos lleva a la independencia aislada, no a la interdependencia comunitaria. No tenemos referencias que nos ayuden en los momentos de vulnerabilidad.
Aislados somos más vulnerables
“Todos los temores, la incertidumbre, el dolor, son por el descuido de los individuos hacia su comunidad. Y de esto, no necesariamente podemos culpar al gobierno sino a este modelo que hemos querido seguir con consciencia o sin consciencia. Así se usa ahora, que los padres trabajen los dos y no hay quien haga pie de hogar.
“Esta vulnerabilidad tiene corrección y es cuidarnos entre todos. Este modelo se ha comprobado en grandes países y ciudades que han creado la cultura comunitaria que nosotros ya teníamos pero que poco a poco fuimos perdiendo.
“A todos como individuos nos toca promover la vida comunitaria”.
Menos queja y más acción
“Nuestra plática es casi siempre de lamentos, nos quejamos mucho y no proponemos nada, pero lo esperamos todo. No hay concordancia, vivimos una fantasía. Tenemos la idea de que otros tienen el poder y que yo tengo que esperar de ellos.
“En la vida real el empoderamiento del individuo es una obligación; asumir nuestro poder social e invitar a otros a que lo ejerzan. Somos vulnerables porque somos hebritas sueltas de una madeja; si nos unimos tenemos más fuerza.
“En ese sentido, tenemos que empezar por responsabilizarnos de nosotros mismos. Porque queremos vivir como niños: disfrutar y divertirnos sin ninguna responsabilidad o con muy pocas responsabilidades”.
Dónde están nuestros hijos?
La especialista aseguró que: “Los delincuentes también salieron de una sociedad y de una familia, pero salieron de sociedades quebradas, escindidas y atomizadas. Estos individuos que se salen de la línea son los que del otro lado sí hacen comunidad, por eso son tan fuertes las bandas, porque se vuelven una fraternidad al grado de que o se quedan o se mueren. Como ejemplo está la Mara Salvatrucha.
“Para pertenecer hay que delinquir de lo menos a lo más alto que es el homicidio o después el genocidio.
“A través de estos grupos se da el sentido de pertenencia y de identidad, que muchas veces los chicos no encuentran en su casa o en su barrio”.
Y aunque seguimos creyendo que los buenos somos más, no afrontamos que el esquema personal y familiar de valores entró en crisis. “La tolerancia o la permisividad, más la ignorancia en la argumentación del principio general del bien y del mal, nos han llevado a perdernos en un mar de argumentaciones que llevan a justificar la drogadicción de los hijos, los abortos o hasta los asesinatos y la delincuencia, de la cual muchos padres son cómplices, pues saben perfectamente de dónde está sacando dinero su hijo y de eso viven”.
“Y es que muchas veces no conocemos a qué se dedica nuestra propia familia, los sobrinos que ya crecieron, en qué tipo de personas se han convertido, pero los padres deben saberlo o por lo menos intuirlo si es que no los conocen lo suficiente.
“Observar y acompañar a los hijos durante el crecimiento es indispensable porque si se nos van de las manos, se nos van de la vida.
Si conocemos a los hijos nos daremos cuenta en qué momento dieron un giro: cambiaron su carácter, se hicieron uraños, no comparten, rompen los esquemas de horarios, las reglas familiares y sociales”.
Quiénes son los mexicanos?
“Nosotros no tenemos identidad. México siempre ha sido muchos Méxicos, porque la diversidad por lo general nos ha separado.
“En época de nuestros pueblos indígenas no había democracia, era el fuerte sobre el débil y las cosas no han cambiado solo que ahora se da a través de las instituciones.
“Hay algunos sectores que nos identificamos entre sí, pero no tenemos una identidad mexicana. No son lo mismo los chamulas de Chiapas que los mexico-americanos que viven en nuestro territorio pero trabajan en Estados Unidos, por ejemplo.
“Todo esto hace que no tengamos claro quiénes somos y que no nos podamos defender ante la vulnerabilidad porque no nos reconocemos como comunidad a veces ni siquiera religiosa, por ejemplo, no asumimos nuestra parroquia como nuestra comunidad, donde podemos convivir, en quienes podemos confiar, donde tenemos identidad a través de la fe”.
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