En diálogo con ACI Prensa, el P. José de Jesús Aguilar, subdirector de Radio y Televisión de la Arquidiócesis de México, lamentó que “en los días en los que la Iglesia recuerda a los fieles difuntos no faltan algunos extranjeros que al ver los cráneos, las calaveras en los monumentos, en las ofrendas, lleguen a pensar que los mexicanos tenemos cultos demoníacos o satánicos o a la llamada Santa Muerte”.
“Los católicos en México no tenemos cultos satánicos, no damos culto a la Santa Muerte, sino que entendemos que la muerte es un límite y al mismo tiempo el paso para poder llegar a la trascendencia y, si hemos vivido los valores del Evangelio, el camino también para poder vivir en la eternidad con Dios”.
“Y como la muerte no es algo trágico sino la oportunidad de encontrarnos con Dios, por eso de alguna manera festejamos también la muerte que es el camino hacia la vida definitiva y eterna”, añadió.
El P. Aguilar indicó que a quienes piensan que los que celebran el Día de los Muertos participan en un ritual satánico, habría que explicarles un poco de la cultura prehispánica, inculturada con la llegada del Evangelio a estas tierras.
“En el mundo prehispánico la muerte y la vida eran parte de una misma realidad. Por eso colocar una calavera, un esqueleto en algún determinado sitio no era darle culto a la muerte ni hablar solamente de la muerte sino decir que la muerte forma parte de la vida y la vida forma parte de la muerte. De esta manera, la muerte no se convierte en algo trágico sino simplemente en parte de la alegría de la vida”, indicó.
Además, continuó, “en el mundo prehispánico se creía que los difuntos podían solamente ir a dos lugares: aquellos que morían en relación al agua, por ejemplo por hidropesía o ahogados, iban al lugar donde estaba Tláloc, el Tlalocan, un lugar semejante a lo que la gente considera el Paraíso. Sin embargo, la mayoría de los difuntos iban al Mictlán, al lugar de los muertos donde durante todo el año tenían una cierta amnesia, no tenían ningún alimento”.
A esos difuntos, dijo, “solamente durante el mes de agosto, el mes de las cosechas para los vivos, se les permitía salir para que gracias a las cosechas sus familiares vivos pudieran presentarles una ofrenda con los mejores alimentos y bebidas”.
“De tal manera que la primera parte del mes de agosto salían del Mictlán los niños, los pequeñitos, para convivir con sus familiares a través de su espíritu. Y la segunda parte del mes podían salir los adultos”, señaló.
El P. Aguilar precisó que “esto cambió radicalmente con la llegada del Evangelio, que enseña que los difuntos una vez que han dejado esta tierra ya no necesitan alimentarse de ninguna cosa material porque entran en una realidad totalmente distinta”.
“Cambiaron también los días dedicados a los difuntos. Si en el mundo prehispánico se consideraba el mes de agosto como el tiempo para venerarlos, para recordarlos, el santoral, el calendario litúrgico cristiano les dedica el día 1 y el 2 de noviembre. El día 1 para recordar a aquellos que murieron y ya se han encontrado con Dios, y el 2 para aquellos que van en camino y se están purificando las ánimas benditas del Purgatorio para llegar pronto a su Creador”.
Por su parte, el P. Mario Arroyo, doctor en Filosofía, descartó que el Día de los Muertos sea una celebración satánica, pues “sería bastante extraño que una celebración satánica tuviera una conmemoración litúrgica, como es el Día de Muertos, que sí o sí se tiene que celebrar”.
“En segundo lugar, el Día de Muertos, la Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos, lleva implícito un dogma que confesamos todos los católicos cada domingo y cada solemnidad que vamos a Misa al rezar el Credo, es decir ‘creo en la comunión de los santos’”, apuntó.
En el Día de los Muertos, precisó, “recordamos que estamos en una comunión misteriosa pero real con todos los miembros del cuerpo místico de Cristo, con los miembros vivos y con todos los miembros difuntos”.
No se trata de un “culto a los muertos”, añadió, sino que “es virtud de la piedad que nos lleva a no olvidarnos de quienes nos han precedido, de quienes nos han dado la vida, padres abuelos, bisabuelos o amigos o gente que se ha cruzado con nosotros a lo largo de la vida y podemos interceder por ellos”.
El P. Arroyo precisó que ciertamente existen en torno a la muerte “otro tipo de celebraciones que no son de carácter cristiano, algunos que están emparentadas con la brujería, como invocar a los muertos para saber el futuro o el intentar hablar con un médium con un espíritu de alguien que nos ha precedido”.
Sin embargo, añadió, “nada tiene que ver eso con rezar por los difuntos, ir al cementerio, ir a Misa y ofrecer sufragios por los muertos”, dijo.
Sobre la aparente relación entre el culto satánico a la Santa Muerte y el Día de los Muertos, el P. Arroyo precisó que “el Día de Muertos es una tradición de la Iglesia muy antigua, que cristianiza además una tradición prehispánica en el caso de México y otros lugares de América Latina. En cambio el culto a la Santa Muerte, emparentado con la brujería y el satanismo, es bastante reciente”.
“El Día de los Muertos, en la tradición mexicana, se ha celebrado con calaveritas desde muchísimo antes de que existiera la Santa Muerte y tiene formas literarias, artísticas, culinarias, que son una manifestación de una cristianización de una tradición prehispánica”, añadió, señalando al “pan de muertos, calaveritas de azúcar, y una serie de realidades que son culturales y que han sido cristianizadas”.
El P. Luis Fernando Valdés, doctor en Teología, indicó que “la Sagrada Escritura nos revela que la muerte no es plan de Dios, sino que entró en el mundo por el pecado, y el pecado fue consecuencia de la insidia del demonio contra el ser humano. Entonces, por eso, la muerte en cierto modo está asociada al demonio, porque está asociada al pecado que generó”.
“Pero la fe nos dice que Jesús nos ha rescatado de la muerte, porque es el primero que ha resucitado, es decir que la muerte no lo pudo detener para siempre. Entonces la muerte ya no tiene la última palabra porque Jesús ha vuelto a tomar su vida y eso nos promete a nosotros: que retomaremos nuestra vida, resucitaremos el último día. Por eso la muerte ya no está asociada al demonio en el sentido de que tenga dominio absoluto sobre el hombre”, dijo.
El P. Valdés subrayó que “la muerte no es satánica” y que “la comunión de los santos existe”.
“Estamos vinculados todos los bautizados, vivos, en el Purgatorio y en el Cielo, de tal manera que la muerte no rompe el vínculo”, señaló, e indicó que “la muerte es un paso de esta vida terrena a la vida inmortal, a ver a Dios cara a cara. Clarísimamente donde está Dios no está el demonio”.
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