Frutos nació en el año 642, en el seno de una familia rica que tuvo otros dos hijos: Valentín y Engracia. A la muerte de sus padres, San Frutos decidió apartarse del mundo y vivir en soledad, oración y penitencia. Como sus hermanos quisieron secundarlo, vendieron las posesiones de la familia y se deshicieron de sus riquezas, repartiendo todo lo obtenido entre los pobres. Luego se trasladaron juntos a orillas del río Duratón, donde se establecieron.
Al principio vivieron en cuevas naturales, pero luego construyeron ermitas, como solía ser la costumbre entre los monjes. San Frutos murió a los 75 años (año 715). Sus hermanos lo enterraron en el lugar que habitaba, hoy conocido como la Ermita de San Frutos. Luego, ya sin el hermano mayor, Engracia y Valentín se retiraron a la zona de Caballar, donde continuaron su vida de soledad y oración en la ermita de San Zoilo. Allí permanecieron hasta que la región fue invadida por los sarracenos. Estos los tomaron prisioneros y los ejecutaron decapitándolos.
Tras el suceso, los pobladores de la zona trasladaron los cuerpos de los dos hermanos junto a los restos de San Frutos, a excepción de sus cabezas, que se quedaron en el municipio de Caballar para ser veneradas.
Los restos de los tres hermanos santos permanecieron en la Ermita de San Frutos, cerca de la actual Sepúlveda, desde comienzos del siglo VIII hasta el siglo XI. Hoy sus reliquias se encuentran en el retablo de los santos segovianos, ubicado en el trascoro de la Catedral de Santa María en Segovia (España).
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