Los religiosos en la ciudad secular, Lluís Martínez Sistach, cardenal arzobispo de Barcelona
Carta para el domingo 2 de febrero, día de la Vida Consagrada
Celebramos este domingo la fiesta litúrgica de la Presentación de Jesús en el templo, y la Iglesia une esta celebración a la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Hoy la Iglesia quiere recordar a los hombres y las mujeres que entregan radicalmente su vida a Jesucristo consagrándose plenamente a él y siguiéndolo con una vida casta, pobre y obediente.
En este día tenemos presente y alabamos el don de la vida consagrada, que es una vocación que el Señor concede a unos cristianos y cristianas que aportan unos frutos de santidad al pueblo de Dios. Su consagración a Dios hace su vida muy fecunda. Entregándose totalmente al Señor, los religiosos y las religiosas entregan su vida en una multitud de servicios que son un verdadero enriquecimiento para nuestra sociedad.
Estudios sociológicos recientes ponen de relieve que estas personas consagradas a Dios están presentes en multitud de obras en el campo de la pobreza, de la marginación, de la enseñanza y de la atención a los ancianos y los enfermos. Están también presentes en el mundo de la cultura, del diálogo entre las ciencias y la fe cristiana, del diálogo con los no creyentes y los alejados. Nuestra sociedad sería muy pobre sin la presencia de las comunidades y de sus obras y servicios.
La Iglesia actual está comprometida en la nueva evangelización porque existe para evangelizar y hoy esta tarea es muy necesaria y urgente. Vosotros, queridos hermanas y hermanos, tanto de los monasterios como de las congregaciones y obras de servicio a la sociedad, siguiendo a Jesús con amor y radicalidad, os habéis puesto al servicio de la Iglesia y estáis trabajando intensamente en la nueva evangelización y colaborando en la aplicación del Plan Pastoral de la Archidiócesis, que está centrado plenamente en la evangelización.
Deseo aprovechar la circunstancia de este día dedicado a la consagración a Dios de los religiosos y las religiosas para agradeceros todo lo que hacéis al servicio de la diócesis. Me parece oportuno recordar, en este sentido, lo que nos dice el Concilio Vaticano II: “Trabajen con generosidad y con diligencia en la edificación y crecimiento de todo el Cuerpo místico de Cristo y en bien de las Iglesias particulares”.
Soy testigo, sobre todo en las visitas pastorales que el obispo está llamado a hacer a menudo, de la valiosa colaboración de los religiosos con las obras que dirigen sus congregaciones y con su participación en las parroquias y en otras instituciones diocesanas. En este sentido, el mismo documento conciliar que he citado -que es el que trata de los obispos y de su misión- afirma que “los miembros de los institutos de vida consagrada, tanto hombres como mujeres, también forman parte de la familia diocesana de una manera peculiar, y proporcionan una gran ayuda a los obispos y, con el aumento de las necesidades apostólicas, pueden y deben proporcionarla cada vez más”.
Para terminar, quisiera decir lo que considero más importante: los religiosos y las religiosas son testigos de Dios y de los valores trascendentes en medio de nuestra sociedad secularizada; son signos vivientes de Cristo en medio de la llamada ciudad secular. Es muy grande su servicio a la sociedad con sus obras sociales y culturales, pero su servicio más precioso es que son iconos vivientes del Dios que es amor.
+ Lluís Martínez Sistach
Cardenal arzobispo de Barcelona
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