No pensaba hoy volver a escribir sobre el tema de mi salida de Religión Digital. Pero es de justicia agradecer las amables palabras que han tenido tanto Francisco José Fernández de la Cigoña como don Jorge González Guadalix hacia mi pobre persona. Ellos dos y sólo ellos dos me han dado una palmada en el hombro. Lo recordaré con gratitud.
Por un interés lógico, he leído los comentarios de algunas personas acerca de este hecho. Algunos de esos comentaristas construían castillos en el aire con los cuatro datos que saben. Uno afirmaba que me había salido, únicamente porque se había quitado mi blog de la página principal de Religión Digital. El pobre no sabe que yo llamé por teléfono a Vidal para que sacara mi blog de su portal el mismo día que apareció la gravísima acusación de que mi obispo había roto la comunión con el arzobispo. Después, el comentarista se enteró del hecho mucho después, unió los datos y comenzó a escribir contra mí. Pero, claro, no sabía todo. Éste es un buen ejemplo de cómo se pueden hacer juicios sin saber todos los datos.
Otras personas no aceptan que yo me quedara con la intención de hacer bien en esa web, de contrarrestar. Pero ellos no tienen los datos de visitas a mi blog mientras estaba allí. Así que tampoco pueden saber si contrarresté o no. Al menos yo, sí que tenía una clave para Google Analytics y tenía más datos para tomar una decisión.
Tampoco parece convencerles la afirmación de que yo me quedé porque en conciencia creía que hacía más bien permaneciendo que marchándome. Pero no es ante ellos ante los que me tengo que defender. Medité el asunto muy detenidamente, muchas veces, e hice lo que creía que debía hacer.
En el campo del dogma, la verdad es una. Pero en el campo de las acciones opinables algunas personas parecen no aceptar que alguien obre de un modo que no concuerde con lo que ellos piensan. Lo triste es ver como individuos que se dicen seguidores de Jesús, atacan con inquina y acritud a los pastores que no concuerdan con sus ideas y gustos. Se olvidan de que todos tendremos que dar cuentas de nuestras palabras.
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