Meditación Domingo 25 t.o. (C)

(Cfr. www.almudi.org)

 
 
 
Amar a Dios nos llena de libertad y alegría al darnos a los demás. En cambio, la codicia nos empobrece, es egoísmo y autodestrucción
«Decía también a los discípulos: «Había un hombre rico que tenía un administrador, al que acusaron ante el amo de malversar la hacienda. Le llamó y le dijo: "¿Qué es esto que oigo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no podrás seguir administrando". Y dijo para sí el administrador: "¿Qué haré, puesto que mi señor me quita la administración? Cavar, no puedo: mendigar, me avergüenza. Ya sé lo que haré para que me reciban en sus casas cuando sea retirado de la administración". Y, convocando uno a uno a los deudores de su amo, dijo al primero: "¿Cuánto debes a mi señor?". El respondió: "Cien medidas de aceite". Y le dijo. "Toma tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta". Después dijo a otro: "¿Tu, cuánto debes?". El respondió: "Cien cargas de trigo". Y le dijo: "Toma tu recibo y escribe ochenta". El dueño alabó al administrador infiel por haber actuado sagazmente; porque los hijos de este mundo son más sagaces en lo suyo que los hijos de la luz.
Y yo os digo: «Haceos amigos con las riquezas injustas, para que, cuando falten, os reciban en las moradas eternas.
Quien es fiel en lo poco también es fiel en lo mucho; y quien es injusto en lo poco también es injusto en lo mucho.
Por tanto, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo vuestro?
Ningún criado puede servir a dos señores, pues odiará a uno y amará al otro, o preferirá a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero» (Lucas 16, 1-13).

1. Jesús, en esta parábola alabas la habilidad del administrador sinvergüenza que adora a "mammon" (palabra de origen fenicio, que ha sido traducida por "dinero", pero que en realidad es la esclavitud de la riqueza que adquiere un poder que envilece al hombre). Sólo la obediencia a Dios es compatible con la verdadera libertad del hombre (Eucaristía 1971).
El judaísmo veía en las riquezas la bendición de Dios. Jesús viene a explicar lo auténticamente humano, y de ahí podemos sacar ideas para la solidaridad, que es hoy más posible que nunca y más necesaria que nunca. Parece que la agudeza mental sea solo para sacar provecho, y no para que aproveche a los demás. Es una pena que ese apegamiento al dinero destruya la naturaleza y sobre todo al corazón del hombre, dándole una pobreza interior donde la mentira sustituye a la verdad cuando conviene, el com-petir sustituye al com-partir.
«Los hijos de este mundo son más sagaces que los hijos de la luz». El administrador del evangelio, que ha derrochado los bienes de su rico señor y al que éste le pide cuentas de su gestión, elige la estafa como salida «astuta» a su comprometida situación. Para él ésa es la forma de salir del atolladero en el último momento. Su calculada astucia consiste en que, cuando se produzca el despido anunciado, espera encontrar acogida en casa de los deudores a los que ha perdonado parte de lo que éstos debían a su amo. Cristo no alaba la estafa, sino la astucia que vemos en el ámbito mundano que podría usarse para el bien: basta pensar en los usos de la economía mundial. Los cristianos deberían tomar alguna precaución para que en su día los «reciban en las moradas eternas», al menos dar limosna, repartir su dinero entre los necesitados, en vez de esperar como holgazanes a que llegue el juicio y se produzca el eventual despido (H. von Balthasar).
"No podéis servir a Dios y al dinero". Jesús nos coloca ante el dilema de elegir entre el servicio a Dios y el servicio al dinero. Pues Dios y el dinero son irreconciliables. Servir a Dios no es simplemente dar culto a Dios, es decir, ir a Misa los domingos, bautizar a los niños, casarse por la Iglesia, enterrar a los muertos, etc. Servir a Dios es servir a los hombres, es comprometerse con la causa de aquél que vino a liberarnos del pecado y de todas sus consecuencias. Y a Dios hay que servirlo, por lo menos, con la misma fuerza, la misma diligencia y hasta la misma sagacidad con la que sirven al dinero cuantos explotan a los hombres. No nos dejemos engañar (Eucaristía 1974).
Jesús, ayúdame a vivir como nos pides: “quien dé a uno de mis discípulos un vaso de agua fría sólo por ser mi discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa” (Mt 10,42). Debemos socorrer en esta tierra a los necesitados para que se cumpla en nosotros lo que está escrito:Dichosos los misericordiosos, porque Dios tendrá misericordia (Mt 5,7). La solidaridad es parte de la justicia: "No le das al pobre de lo tuyo, sino que le devuelves lo que es suyo".

2. «Compráis por dinero al pobre». En la primera lectura se aborda el tema del «Mamón injusto» -como en el evangelio- de una manera que toda la injusticia se sitúa no en el dinero mismo, sino en el uso que los opresores hacen de él. No se trata sólo de ciertas manipulaciones sin escrúpulos en la vida económica («disminuís la medida, aumentáis el precio»), sino del fraude manifiesto («usáis balanzas con trampa»), y esto unido a una valoración del pobre como pura mercancía («compráis al mísero por un par de sandalias»). Todo esto es un atentado contra el mismo centro de la alianza con Dios, que no sólo condena la mentira y el robo, sino que exige amar al prójimo como uno se ama a sí mismo. En el pensamiento del mundo de fuera de la alianza muchos de estos hábitos pueden ser considerados «normales», aunque también en él los hombres de Estado se hayan preocupado siempre de promover la justicia para todos (von Balthasar).
Los explotadores dicen: "¿Cuándo pasará la luna nueva para vender el trigo y el sábado para ofrecer el grano?" El descanso del sábado se puso con una “marcada intención social: "Seis días trabajarás y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo a Yahvé; ninguna obra harás tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva... para que descanse tu siervo y tu sierva como tú" (Dt 5,13ss.). Los explotadores lo ven como un freno a su ambición egoísta. Para ellos, era tiempo perdido. Hoy tenemos una legislación laboral mejor que nunca, y un tiempo libre para disfrutar… logros que un día parecieron imposibles. Pero siempre aparece la manipulación de los explotadores, astutos, y saben incluso integrar la explotación dentro del espacio conquistado para la libertad. El ocio aparece así ligado al consumo y en lugar de ser libres estamos “entre-tenidos”: tenidos entre cosas. Recemos por esos, que al vivir para el dinero no viven: El que adora el dinero, está siempre inquieto: «La abundancia de riquezas no sólo no sacia la ambición del rico, sino que la aumenta, como sucede con el fuego que se fomenta más cuando encuentra mayores elementos que devorar. Por otra parte, los males que parecen propios de la pobreza son comunes a las riquezas, mientras que los de las riquezas son propios exclusivamente de ellas» (San Juan Crisóstomo).
El Concilio señala: "Aunque hay que distinguir cuidadosamente el progreso terreno del crecimiento del reino de Cristo, sin embargo, el primero, en la medida en que puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa mucho al reino de Dios" (GS, 39).
El salmo es el primero de los himnos de Hallel egipcio, cantado en la comida de Pascua, y en las grandes solemnidades de Israel: “los justos se alegran y cantan ante la faz de Dios, y saltan de alegría” Dios es "grande", Altísimo... El mira y ama a los "humildes"... Para comprender este salmo en su plenitud, recordemos los trasfondos bíblicos: este "débil", este "pobre" levantado del polvo (¡del "estiércol"! en el texto hebreo), es colectivamente el pueblo de Israel, liberado por Dios de la esclavitud de Egipto, mediante la Pascua, para luego hacerlo un pueblo real, de príncipes: “cantad a Dios… que cabalga en las nubes”, dice haciendo referencia a la nube que albergaba su presencia. Exalta el salmo la liberación de la esclavitud del faraón y la tierra prometida.
 “Padre de los huérfanos y tutor de las viudas es Dios en su santa morada. Dios da a los desvalidos el cobijo de una casa... Tu grey halló una morada, aquella que en tu bondad, oh Dios, al desdichado preparabas”. Así, la mujer estéril, Sara, fue madre de todos los pueblos "numerosos como las arenas del mar y las estrellas del cielo"... Ana, la mujer estéril, fue feliz madre de Samuel...
El Señor «se eleva sobre todos los pueblos», «se eleva en su trono» y «se abaja», pues «su gloria está sobre los cielos». “Dios se inclina, por tanto, ante los necesitados y los que sufren para consolarles. Y esta expresión encuentra su significado último, su máximo realismo en el momento en el que Dios se inclina hasta el punto de encarnarse, de hacerse como uno de nosotros, como uno de los pobres del mundo. Al pobre le confiere el honor más grande, el de «sentarlo con los príncipes»; sí entre «los príncipes de su pueblo». A la mujer sola y estéril, humillada por la antigua sociedad como si fuera una rama seca e inútil, Dios le da el honor y la gran alegría de tener muchos hijos. Por tanto, el salmista alaba a un Dios sumamente diferente de nosotros en su grandeza, pero al mismo tiempo muy cercano a sus criaturas que sufren” (Benedicto XVI).
Jesús es la Encarnación de ese Dios que se agacha para atendernos paternalmente, rezó sabiendo que en Él se cumplían plenamente esas palabras. La Virgen María canta ese amor: "alaba el nombre santísimo"... Ella canta al Dios que "engrandece a los pobres"... Ella es por excelencia la mujer dichosa a quien Dios da una posteridad inesperada, ya que es virgen, y por ello las "generaciones la llamarán bienaventurada".

3. "Dios es uno, y uno solo es el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos" (1 Tm 2,5). “En esta expresión  (…) está contenida la verdad central de la fe cristiana. "Dios es uno", Señor de cielo y tierra, omnipotente y misericordioso. "Uno solo es el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús". Es el único mediador de salvación, que se realiza en la pobreza: "Siendo rico, por vosotros se hizo pobre, a fin de que os enriquecierais con su pobreza" (2 Co 8,9, citado en el Aleluya).
“La vida de Jesús fue coherente con el designio salvífico del Padre, "que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Tm 2,4). Él testimonió con fidelidad esta voluntad, ofreciéndose "en rescate por todos" (1 Tm 2, 6). Al entregarse totalmente por amor, nos consiguió la amistad con Dios, perdida a causa del pecado. También a nosotros nos recomienda esta "lógica del amor", pidiéndonos que la apliquemos sobre todo mediante la generosidad hacia los necesitados. Es una lógica que puede unir a cristianos y musulmanes, comprometiéndolos a construir juntos la "civilización del amor". Es una lógica que supera cualquier astucia de este mundo y nos permite granjearnos amigos verdaderos, que nos acojan "en las moradas eternas" (cf. Lc 16, 9), en la "patria" del cielo” (Juan Pablo II).
La gloria de Dios brilla en la pequeñez del hombre. Yo tengo que desaparecer para que tú aparezcas, Señor: mientras yo esté lleno de mi propia importancia, no haré más que poner obstáculos a tu poder. El día en que yo no sea nada, tú lo harás todo. Yo he de disminuir para que tú crezcas, como dijo alguien que preparaba tus caminos. Que yo me gloríe en mi debilidad, para que la plenitud de tu poder se ejerza en mí (Carlos G. Vallés).
Llucià Pou Sabaté

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