“Dios nos ha hecho de modo artesanal, plasmando del barro de la tierra. Nos ha creado no sólo con su palabra, sino también con sus manos y su soplo vital, por así decir, todo el ser de Dios se ha involucrado en el dar la vida al ser humano”, lo dijo el Papa Francisco a los participantes en la Semana Bíblica Nacional, organizada por la Asociación Bíblica Italiana, a quienes recibió en audiencia en la Sala Clementina del Vaticano.
En su discurso, el Santo Padre resaltó la importancia del tema tratado por los exégetas italianos, sobre las “Declinaciones de la polaridad varón-mujer en las Escrituras”. El Pontífice subrayó la profundidad que tienen algunos aspectos de la relación entre el hombre y la mujer, a partir de algunos textos bíblicos fundamentales; en este sentido, el Papa recordó el “memorable ciclo de Catequesis” de su predecesor San Juan Pablo II durante la primera parte de su Pontificado.
Por ello, dijo el Obispo de Roma, “reflexionar sobre cómo hemos sido creados, formados a imagen y semejanza del Creador, la diferencia con las otras creaturas y con toda la creación es esencial. Esto nos ayuda a entender la dignidad que todos nosotros tenemos, hombres y mujeres, dignidad que tiene sus raíces en el mismo Creador”. Me ha siempre impresionado – dijo el Papa – que nuestra dignidad sea justamente aquella de ser hijos de Dios, y en toda la Escritura tal relación se manifiesta en el hecho que Él nos guía como un Padre hace con un hijo. “En la segunda narración de la creación, aparece como Dios nos ha hecho de modo ‘artesanal’, plasmando del barro de la tierra, es decir, las manos de Dios se han comprometido con nuestra vida. Nos ha creado no sólo con su palabra, sino también con sus manos y su soplo vital, por así decir que todo el ser de Dios se ha involucrado en el dar la vida al ser humano”.
Así mismo, el Sucesor de Pedro advirtió que existe la posibilidad que esta dignidad, conferida por Dios, pueda degradarse. “Esto sucede cuando negociamos la dignidad, cuando abrazamos la idolatría, cuando damos lugar en nuestro corazón a la experiencia de los ídolos”. Esto nos hace pensar en la fuerza atractiva de las riquezas, señaló el Papa, y el hombre pierde la propia dignidad cuando en su corazón las riquezas toman el lugar de Dios. Antes de concluir su discurso, el Pontífice exhortó a preguntarnos y examinarnos cómo y cuándo no contagiamos dignidad a nuestro prójimo.
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