Crónica de la muerte anunciada de Venezuela, por Carlos Salas

Hugo Chávez y Nicolás Maduro con la Constitución venezolana en la mano

Hace diez años, estaba yo en un supermercado de Caracas cuando de repente, un familiar se me acercó y me dijo gritando: “Están repartiendo leche en polvo en el pasillo ocho. Por favor, corre y cómprame un paquete porque solo dan un kilo por persona”. Yo salí corriendo y pude comprar uno de los últimos botes. De repente, alguien gritó: “Azúcar en el pasillo cinco”. Y salimos todos corriendo al pasillo 5. Cuando me apropié de mi kilo de azúcar, me entró un ataque de risa y dije. “Esto parece Cuba”. Y una anciana se volvió furiosa y me contestó. “No, señor. ¡Esto es Cuba!”. Desde entonces, Venezuela ha ido pareciéndose más y más a Cuba. Primero, fue la leche en polvo, el azúcar, la carne y los huevos. Luego, los productos de primera necesidad como el papel higiénico. Y al final, los medicamentos, los repuestos de coches y hasta el mismo papel moneda. [caption id="attachment_31797" align="alignnone" width="800"]Protestas en Venezuela Un hombre sostiene una bandera de Venezuela frente a agentes de la Guardia Nacional Bolivariana, en Caracas. (Fotografía: Miguel Gutiérrez / EFE)[/caption] Con un tesón y una precisión dignos del mejor relojero suizo, los chavistas han ido desmontando la estructura productiva, económica, y social de Venezuela hasta convertirla en una copia de Cuba. La moneda nacional –el bolívar– ya no vale nada en los mercados internacionales. El Estado mantiene un cambio fantasmal de 6 bolívares por dólar, pero en el mercado negro ha llegado a sobrepasar los 4.000 bolívares por dólar.
Ya es imposible conseguir hasta gasolina en el país que tiene la mayores reservas petrolíferas del mundo
La inflación ya llega al 1.700% anual, según el FMI. Las subidas salariales apenas compensan esa inflación. Los venezolanos son cada día más pobres. Ya es imposible conseguir hasta gasolina en el país que tiene la mayores reservas petrolíferas del mundo.

Maduro ha logrado destruir así a todo un país

Cuando Nicolás Maduro ganó las elecciones de 2013, yo escribí un artículo que se puede resumir así: "Este tipo es peor que Chávez porque es menos inteligente. Va a arruinar aún más al país". Dicho y hecho. Más inflación, más escasez, más crímenes. En 2015 se celebraron elecciones legislativas (no presidenciales), y previendo que el partido chavista iba a perder, Maduro realizó una movida maquiavélica. Adelantó los cambios en el Tribunal Supremo, de modo que puso a gente de su confianza en el alto Tribunal. En efecto, los chavistas perdieron las legislativas pero siguieron controlando el poder Judicial (Tribunal Supremo) y el Ejecutivo (Maduro y su gobierno). A partir de ahí, Maduro ha tratado sin descanso de destruir a la Asamblea. Primero, el Tribunal Supremo impugnó a tres diputados aduciendo irregularidades en las elecciones. Eran tres diputados indios opositores del estado Amazonas. Maduro no los reconoció para bloquear la mayoría en la Asamblea. https://youtu.be/kZvt6L7iYBo Luego, a través del Supremo ha ido impugnando, anulando o suspendiendo a la Asamblea. El Tribunal, brazo legal de Maduro, llegó a declarar a la Asamblea en desacato. Hasta se les cortaron los salarios a los diputados. Pero la Asamblea ha resistido como ha podido, aunque no ha logrado ni siquiera que Maduro les presentara las cuentas nacionales. Es más: según la Constitución que puso en marcha Chávez, el presidente de Venezuela se debe someter a un referéndum a mitad de su mandato. Chávez se sometió. Pero Maduro, conociendo que lo iba a perder, dijo que no habría referéndum. Por no haber, no ha habido ni elecciones a gobernadores locales ni elecciones municipales en 2016 y no las habrá en 2017. [caption id="attachment_10333" align="alignnone" width="730"]Partidarios de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) venezolana, durante la pasada campaña/ EFE Partidarios de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) venezolana, durante la pasada campaña/ EFE[/caption] Lo último ya ha desbordado el vaso. Debido a que Maduro se ha convertido en un dictador, la Organización de Estados Americanos (OEA), que integra a todos los países de ese continente, le amenazó con convocar la Carta Democrática, que es un mecanismo por el cual se vigila a un país que no cumpla con los derechos humanos, viole las reglas democráticas. La OEA puede expulsarle. La Asamblea de Venezuela, los enemigos de Maduro, se agarraron a esta Carta Democrática como una de las pocas esperanzas para presionar al dictador. Furioso, Maduro volvió a usar al Tribunal Supremo, el cual aprobó este semana una norma por la cual suspende a la Asamblea. La anula. Le quita todos los poderes. Y a cambio, le da todo el poder a Maduro. Técnicamente, eso se llama ‘autogolpe' de Estado, porque es lo mismo que hizo Fujimori en 1992. Convertido en dictador, el Tribunal le ha dado encima la posibilidad de suprimir a sus enemigos pues ha eliminado la inmunidad parlamentaria.
Los diputados de la oposición se preguntan si el Ejército va a defender al país.
De modo que Maduro puede ahora meter en la cárcel a sus oponentes, como ya ha hecho con su mayor enemigo, Leopoldo López, del partido socialdemócrata Voluntad Popular. Los diputados de la oposición se preguntan si el Ejército, que es la única institución que podría detener a Maduro, va a defender al país. Pero temen que los militares no muevan un pelo porque los altos mandos se han lucrado dirigiendo lo negocios del país y cobrando comisiones. Son parte de la dictadura corrupta. A los venezolanos solo les queda rezar. * Carlos Salas, periodista hispano-venezolano, exdirector de El Economista y Metro entre otros medios, nació en Caracas y es un profundo conocedor de la realidad venezolana.

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