Texto y fotografías
Pbro. Alberto Ávila Rodríguez
Por las veredas de las grandes tradiciones marianas, el pié del peregrino nunca se cansa. La historia medioeval trae cadenas de sorpresas cuando se van recorriendo las diferentes huellas en épocas de tradiciones marianas centenarias. Ésta que se remonta hasta el siglo XIV, cuando se inicia la construcción de lo que hoy es una enorme basílica dedicada a Nuestra Señora del Mar, -por su cercanía con el mar Mediterráneo- va describiendo en la cantera de siglos, la vida azarosa del pueblo, al mismo tiempo que da cuenta de los consuelos nacidos al regazo de la fe mariana.
Cuentan que en cada ir y venir de pescadores, cantereros, cargadores de mercancías van recordando una historia muy humana en donde en el centro de las vicisitudes se mira a la Virgen María. Ahí, el entorno de la construcción, como protagonistas auténticos de una época, difícil, dolorosa de la historia ha quedado plasmada una fe para la posteridad. Ahí al mismo tiempo, da muestra de grandezas humanas que inundan culturas, siglos en la diversidad de grupos sociales de lenguas indistintas.
En estos barrios de historias difíciles de la Barcelona anterior al Medievo hay relatos imaginarios, pero al mismo tiempo con una cercanía particular a los momentos difíciles de la historia real, que tiene como protagonista la edificación de una Iglesia y los contrapesos sociales propios de su tiempo.
La construcción de esta “Catedral” –según la novela de Idelfonso Falcones- es paralela a las azarosas historias de los siervos, multitud de pobres de la tierra que huyen del abuso de los poderosos, -como en todos los pueblos, de cualquier época -llámense, reyezuelos, señores feudales, comendadores, hacendados- llegan a Barcelona y, no sin dolor; ahí se van convirtiendo en hombres libres.
Cuenta la historia que el joven Arnau, -según la novela- como cientos de jóvenes anónimos, trabaja y aprende todos los oficios, mozo de caballeriza, estibador, soldado, cambista; cocinero y ladronzuelo…y devoto rezandero. Una vida extenuante, siempre al amparo de la catedral de la Mar, que le iba a llevar de la miseria del fugitivo a la nobleza y la riqueza, de un canterero, a casi arquitecto. En este entorno fecundo de historias, hay una motivación increíble, están haciendo una Basílica para la Virgen.
Ahí van y vuelven miles de transeúntes en peregrinación. María atrae, llama… van llegando las plegarias; hay misas votivas, oraciones silenciosas; por supuesto muchos turistas enfocando sus cámaras en canteras, vitrales, esculturas. Se llevan los peregrinos una estampa, o muchas, pero sobre todo el consuelo de una Madre a la que le han hecho una Basílica maravillosa… “la catedral del mar”.
Hay en la historia de esta enorme y hermosa basílica a la Madre de Dios, todas las tramas humanas habidas y por haber. En entorno humano, alrededor de la historia y de la vida actual es muy valioso porque nos sigue hablando al presente de la grandeza y al mismo tiempo de la miseria de lo que la raza humana somos capaces; incluso en medio de la religión –cuando es mal entendida- María siempre será la mujer escogida por Dios para sacarnos adelante.
El mundo de las eras arcaicas, del Medievo, o la modernidad hasta el presente, es un mundo marcado por guerras, riqueza y pobreza que se repelen mutuamente, también por la intolerancia religiosa, la ambición material, la segregación social.
Este lugar sagrado es un rincón de Barcelona, en donde el arte de siglos, pero también de todas las vicisitudes humanas nos hacen hincarnos y pronunciar plegarias que nos transformen la desesperanza, la insidia, la envidia; un lugar de recogimiento para invocar a Dios y sentirnos amparados por el regazo materno de María la Madre de Dios.
Ahí los siervos de la tierra, se empezaron a sentir Hijos de María. En ese humilde barrio de los pescadores, sus habitantes decidieron construir, con el dinero de unos y el esfuerzo de otros, este deslumbrante templo mariano jamás conocido: Santa María de la Mar. Ahí hoy miles de peregrinos, suplican, rezan entre el asombro y la contemplación de semejante construcción. Las “Aves Marías”nacidas como súplicas del corazón se vuelven admiración estética y hacen el mismo camino de regreso asombrando la fe de los que por ahí han pasado.
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