Apreciables hermanas y hermanos:
El Reino de los Cielos no está lejano a nosotros, sino que Jesús vino a establecerlo en la Tierra. Esta etapa del Reino, aquí, en este mundo, se distingue porque tienen que convivir el trigo y la cizaña; ésta la sembró el enemigo en el campo. Por lo tanto, cohabitan el bien y el mal, los buenos y los malos.
Lo constatamos en nuestra vida. Preguntémonos, con humildad y sinceridad, qué encontramos en cada uno. Hay buenas semillas, sentimientos de amor, servicio, solidaridad, perdón para con los demás. Pero también nos damos cuenta que en nuestro interior hay semilla mala, brotes de envidia, rencor, deseo de venganza, pereza.
El trigo y la cizaña, en esta etapa del Reino, están ahí. Ojalá que nosotros luchemos por ser trigo bueno, que trabajemos para que, en nuestro interior, solo prospere el trigo, y vayamos apagando la cizaña. A Dios, solo a Él, corresponde, en último término, al final de la Historia, hacer el balance, hacer la separación, la división entre el trigo y la cizaña.
De parte de Dios encontramos solo amor, misericordia, paciencia, para con nuestra pobre humanidad. Es esto lo que tenemos que aprender en esta etapa del Reino, ser pacientes, tolerantes, perdonar, luchar para que prevalezca la buena semilla, arrancar de nuestra vida y de nuestro entorno la cizaña que puede ahogar el trigo y puede enfermar su fruto.
Que nosotros no seamos de esas personas que le piden a Dios que castigue a los que se portan mal, especialmente, a los que se portan mal con nosotros. Estas personas están lejos de ser signo y presencia de Dios Padre misericordioso, paciente, tolerante.
Otra característica de que el Reino de los Cielos no se refiere a otro mundo es la que nos ofrecen las parábolas del grano de mostaza y la de la levadura de la masa. El Reino, en esta etapa de la Historia, está llamado a crecer. El amor de Dios es para que germine en nosotros y crezca cada vez más, día a día. Todos estamos llamados a crecer en el conocimiento de Dios y en la experiencia de su misericordia. Esa semillita de amor que se sembró el día de nuestro Bautismo está destinada a crecer y a formar un arbusto donde quepan todos, donde todos puedan venir a descansar, y encontrar bondad, paciencia y misericordia.
¿Estamos ahogados en la cizaña y no podemos dar fruto? ¿O buscamos crecer con el poder de la gracia, en la fuerza del Espíritu Santo, en el poder de la Palabra de Dios, en el ejercicio de la caridad? La levadura está destinada a crecer y hacer fermentar la masa.
Cristo es la semilla, la Palabra que vino a sembrarse en nuestra pobre humanidad, para crecer, fructificar, contando con que en este proceso está presente la cizaña, pero esta realidad no nos debe desanimar, ni enojar. Hagamos crecer, pues, madurar y fructificar el Reino en nosotros.
Yo les bendigo en el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
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