El Papa Francisco, durante la Audiencia general de este miércoles, hizo un recuento de su reciente viaje a África, donde visitó Kenia, Uganda y República Centrofricana del 25 al 30 de noviembre. En su catequesis valoró el trabajo que hacen miles de misioneros católicos en el continente negro.
Ser misioneros, “hombres y mujeres que han dejado todo: la patria, desde jóvenes y fueron allá, hacia una vida de tanto, tanto trabajo, a veces durmiendo en el suelo….”, hombres y mujeres que “no hacen proselitismo”, sino “testimonio: ésta es la gran misión heroica de la Iglesia”.
A las personas presentes en la plaza de San Pedro el Papa comentó que en su viaje tuvo la oportunidad de platicar con una religiosa italiana. “Se veía que era anciana. ¿Cuántos años tienes?, le pregunté: me respondió “81”- pro no tantos: dos más que yo, no demasiado. Estaba con una niña, en italiano le decía “Nonna (abuela)”- a la hermana…¡81 años!. Estaba allá desde cuando tenía 23-24 años. Toda la vida. Y como ella muchas. “Pero yo no soy de aquí, sino del país vecino del Congo; pero vine en canoa, con esta niña….”…Así son los misioneros: valientes. Y ¿qué hace Ud. hermana?- “Bueno, yo soy enfermera y también estudié un poco aquí y me hice obstetra e hice nacer a 3.280 niños: así me dijo. Toda una vida por la vida, por la vida de los otros. Y como esta hermana hay otras tantas, tantas: tantas hermanas, tantos curas, tantos religiosos que gastan la vida para anunciar a Cristo. Es hermoso ver esto. Es bello. Y siempre hablando libremente continuó: “Yo quisiera decir una palabra a los jóvenes. Pero hay pocos, porque la natalidad es un lujo, parece, en Europa: natalidad cero, natalidad un 1%… Pero me dirijo a los jóvenes: piensen qué hacen de vuestras vidas. Piensen en esta hermana y a tantas como ella, que han dado la vida y tantas murieron allá, ¿eh? La misión no es hacer proselitismo porque me decía esta hermana que las mujeres musulmanas van a lo de ellas porque saben que las hermanas enfermeras son buenas enfermeras, que las cuidan y curan bien, y ¡no les dan catecismo para convertirlas!
Testimonio. Luego, a quien quiera, les dan catecismo. Pero lo importante es el testimonio: esta es la gran misión de la Iglesia. ¡Anunciar a Jesucristo con la propia vida! Yo me dirijo a los jóvenes: piensa: ¿qué vas a hacer de tu vida? Es el momento de pensar y pedir al Señor que te haga sentir Su voluntad. Pero no excluir, por favor, esta posibilidad de ser misionero, para llevar el amor, la humanidad, la fe a otros países. No para hacer proselitismo: no. Eso lo hacen aquellos que buscan otra cosa. La fe se predica antes con el testimonio y luego con la palabra. Lentamente”.
En precedencia, recorriendo una de las etapas del viaje, a propósito de Kenia, primer etapa de la visita, lo había definido “un país que representa bien el desafío global de nuestra época: tutelar lo creado reformando el modelo de desarrollo, para que sea ecuo, incluido y sustentable. Todo esto encuentra confirmación en Nairobi, la más grande ciudad de África oriental, donde conviven riqueza y miseria: pero ¡esto es un escándalo! No sólo en África, también aquí, ¡Eh! Por todos lados. La convivencia entre riqueza y miseria es un escándalo: es una vergüenza para la humanidad”.
“Y allí tiene su sede la Oficina de las Naciones Unidas para el ambiente, que he visitado. En Kenia he encontrado a las autoridades y a los diplomáticos y también a los habitantes de un barrio popular; me he encontrado con los líderes de diversas religiones y confesiones cristianas, con los sacerdotes y consagrados y me encontré con los jóvenes, ¡tantos jóvenes! En cada ocasión alenté a hacer tesoro de la gran riqueza de aquel país: riqueza natural y espiritual, constituida por por los recursos de la tierra, de las nuevas generaciones y de los valores que forman la sabiduría del pueblo. En este contexto tan dramáticamente actual tuve la alegría de llevar la palabra de esperanza de Jesús: “Estén firmes en la fe, no tengan miedo”. Este era el lema de la visita. Una palabra que es vivida cada día por tantas personas humildes y simples, con noble dignidad; una palabra testimoniada en modo trágico y heroico por los jóvenes de la universidad de Garissa, asesinados el 2 de abril pasado por ser cristianos. Su sangre es semilla de paz y fraternidad para Kenia, para África y para el mundo entero”.
“Luego, en Uganda mi visita se realizó en el signo de los mártires de aquel país, a 50 años de su histórica canonización, por parte del beato pablo VI. Por esto el lema era: “Serán mis testigos” (Hch 1,8). Un lema que presupone las palabras inmediatamente precedentes: “Tendrán la fuerza del Espíritu Santo”, porque es el Espíritu el que anima el corazón y las manos de los discípulos misioneros. Y toda la visita en Uganda se desarrolló en el fervor del testimonio animada del Espíritu Santo. Testimonio en sentido explícito es el servicio de los catequistas, que he agradecido y alentado por su compromiso, que a menudo involucra también a sus familias. Testimonio es la de la caridad, que he tocado con mano en la Casa de Nalukolongo, pero que ve comprometido a tantas comunidades y asociaciones en el servicio a los más pobres, a los discapacitados, a los enfermos. Testimonio es la de los jóvenes, no obstante las dificultades custodian el don de la esperanza y tratan de vivir según el Evangelio y no según el mundo, yendo contra-corriente. Testimonios son los sacerdotes, los consagrados y las consagradas que renuevan día tras día su “sí” total a cristo y se dedican con alegría al servicio del pueblo santo de Dios. Y hay otro grupo de testigos, pero que hablaré después. Todo este multiforme testimonio, animado por el mismo Espíritu Santo, es levadura para la entera sociedad, como lo demuestra la obra eficaz realizada en Uganda en la lucha contra el SIDA y en la acogida de los refugiados”.
“La tercera etapa del viaje fue a la República Centro africana, en el corazón geográfico del continente: justo, es el corazón de África. Esta visita era en realidad la primera en mi intención, porque ese país está tratando de salir de un período muy difícil, de conflictos violentos y tanto sufrimiento en la población. Por esto he querido abrir justamente allí, en Bangui, con una semana de anticipación, la Primer Puerta Santa del Jubileo de la Misericordia. Es un país que sufre mucho. Y esto, como signo de fe y esperanza para aquel pueblo y simbólicamente para todas las poblaciones africanas las más necesitadas de rescate y de confortación. La invitación de Jesús: “Vayamos a la Otra orilla” (Lc 8,22), era el lema para la R. Centro africana. “Pasar a la otra orilla”, en sentido civil, significa dejar a las espaldas la guerra, las divisiones, la misria y elegir la paz, la reconciliación, el desarrollo. Pero esto presupone un “pasaje” que sucede en las conciencias, en las actitudes y en las intenciones de las personas. Y a este nivel es decisiva la contribución de las comunidades religiosas. Por lo tanto he encontrado a las Comunidades Evangélicas y la musulmana, compartiendo la oración y el compromiso por la paz.
Con los sacerdotes y los consagrados, pero también con los jóvenes, hemos compartido la alegría de sentir que el Señor resucitado está con nosotros en la barca y es Él que la guía a la otra orilla. Y al final en la última Misa, en el estudio de Bangui, en la fiesta del apóstol Andrés, hemos renovado el compromiso en seguir a Jesús, nuestra esperanza, nustra paz, Rostro de la divina Misericordia. Pero esa última misa fue maravillosa: estaba llena de jóvenes, ¡un estadio de jóvenes! Pero, la mitad de la población de la República centro Africana son menores de edad, ¡tiene menos de 18 años! Por eso, ¡son un promesa para ir adelante!”.
Recordado el encuentro con la hermana italiana en Bangui, concluyó: “Alabemos al Señor por esta peregrinación en tierra de África y dejémonos guiar por las palabras-claves: “Estén firmes en la fe, no tengan miedo”; “Seréis mis testigos”, “Pasemos a la otra orilla”.
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