Han pasado veinte años desde el asesinato de Miguel Ángel Blanco por parte de la banda ETA. Los que no sean españoles no sabrán lo que ese acto vil supuso para toda la sociedad española. Por una vez en la Historia, toda España fue solamente una; toda España se unió como un solo hombre. (La foto que he puesto es de otro funeral, por otra víctima.) La entera historia de la banda terrorista fue canallesca de principio a fin. Pero en ese asesinato de Miguel Ángel se superaron en vileza.
Por primera y única vez, todas las campanas de las iglesias de España tocaron al mediodía. Ningún obispo, ningún párroco puso reparo alguno. Por cualquier otra razón que no hubiera sido espiritual, se hubieran puesto reparos. Pero en este caso, no. Las campanas de toda España fueron tocadas con verdadero sentimiento en memoria de Miguel Ángel Blanco desde Cantabria hasta Cádiz, desde Valencia hasta Badajoz, desde las Baleares hasta las Canarias.
Yo era párroco de Estremera, un pueblo de mil habitantes. Toda la población se reunió en la plaza del pueblo. Yo hubiera querido estar allí. Lamenté no estar en la plaza, pero reconocí que alguien tenía que estar en lo alto del campanario, tocando con cuerdas las cuatro campanas con las que se podía hacer una “musica” sencilla.
Desde lo alto, vi a todo un pueblo unido en el dolor y en la voluntad de vencer el odio y la crueldad. Desde el inicio de la democracia, nunca la muerte de una sola persona había impresionado tanto a todos. Pero aquel hombre había muerto precisamente por defender la democracia.
A Miguel Ángel Blanco y a todos los héroes, honor. No os olvidamos. A los asesinos no les deseo verguenza. Porque se la desee o no, viven con ella a cuestas. En ETA no hubo héroes, sólo criminales. Tienen encima la marca de Caín y ningún perdón humano les evitará el Juicio de Aquél que ha dicho que la sangre del inocente clama al cielo pidiendo venganza.
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