De los recuerdos de Don Agustín (Cuarta parte)
Hacia 1922, el último grito de lo nuevo era el ferrocarril. ¡Y vaya que suscitó alaridos, lo mismo de algarabía que de pavor!
José de Jesús Parada Tovar
Ni borrosos ni empañados los recuerdos de mi tío Agustín Villanueva Orozco. Al contrario, a sus 99 años (vivió 107, y enteramente lúcido) se le avivaba la memoria con tan sólo rebullirle sus labores, andancias y aventuras en su natal Ixtlán del Río, Nayarit, y en su entrañable y muy próximo pueblo de Mexpan.
Y echó a volar la retrospectiva: “Desde los nueve o diez años (nació el 28 de agosto de 1908), ya andaba yo sembrando maíz todo el día, ganando 18 centavos diarios, pues pagaban a 37 ó 40 centavos al hombre grande, sembrando entre Mexpan, Ixtlán y todo ese valle. Sí, era poquito, pero todo estaba barato.
“Mira, un hectólitro de maíz valía un peso. En el comercio, la lechi valía a cuatro centavos el litro; los blanquillos de gallina, a dos centavos; un kilo de carne y uno de hueso, por junto, a 35 centavos; una res, ya matada, costaba siete pesos. Lo que no había era trabajo; la gente estaba pobre porque no había dónde trabajar; pero la comedera estaba bien. El que trabajaba y ganaba sus centavos surtía su casa.
“El trabajo que había era la siembra y levantar la cosecha; pero, ya después, ¿qué hacía uno? El que tenía sus burritos se iba para la Costa a trabajar por un tiempo, y regresaba con una carga de frijol y un puñito de maíz para unas cuantas semanas… Así era la pobreza de entonces. Ya después, pusieron en Ixtlán y en Mexpan molinos de caña y ya empezó a haber trabajo, sobre todo desde que se vino el tren. Se fue arriba el desarrollo porque se llevaban carros completos de maíz a otros lados, y cuando ya no había, lo traiban desde Sonora. Luego ya hubo siembras de papa y de todo”.
Las vías del progreso
¿Cuándo entró el tren a Ixtlán?, le pregunté a don Agustín, por ser, ese hecho, un referente histórico imprescindible. “En el período de Álvaro Obregón, por ahí en 1922 ó el 23; él fue el que hizo que entrara el ferrocarril, que venía del Norte. A mis 13 ó 14 años llegó la vía a Ixtlán. Cuando comenzó el trabajo, a mí me tocó ir con la punta de fierro, de Ixtlán a Plan de Barrancas.
“Como andaban también otros jóvenes, el Mayordomo me dio chamba y me pusieron a llevar clavos del durmiente; luego a arrimar agua, y así hasta el Plan, en barricas. El agua la obtenían de un pozo en Ixtlán, de donde llenaban un tinajón, del que se surtían los operarios. De ahí se hicieron cuadrillas o secciones de trabajadores que dieron origen a un Sindicato ya legal para el Ferrocarril. Al llegar a Barrancas se acabó la gente que venía trabajando de Nayarit y se formaron esas cuadrillas para ir amacizando la vía.
“Llenaron con balastre una máquina que traiba góndolas. Tiraban el balastre y llegaban las cuadrillas apretando y atornillando los durmientes para que quedaran bien macizos. Yo ahí dejé de trabajar porque se formaron las cuadrillas nuevas. La grava creo que la traiban de por ahí de Borbollón, de Compostela, que tenía una parte de grava blanca, y había una máquina que ahí mismo la quebraba”.
De la quietud al bullicio
“En aquellos años, los burros y el ganado andaban sueltos, hasta la entrada de la Presidencia, comiendo. Toda la Calle Real (hoy Hidalgo) estaba empedrada y llena de grama. Por eso, antes del 16 de Septiembre, andaba ahí todo el gentío sacando la grama. Es que a los burros que bajaban de la sierra con mercancía (madera, fruta), de por allá de Juanacata o de Rosa Blanca, los amarraban de los postes de la luz. Andaba un burral porque los echaban a la calle, y también al ganado
“Cuando entró el tren a Ixtlán hubo un fiestón que no te imaginas; ¿hubieras visto! Hubo música y mucha comida, ¡válgame Dios! Yo no sé si por la Compañía o por la propia gente, que quería fiesta y llenó por miles ahí. La gente mayor, acostumbrada nomás a ver carretas de bueyes, sí se asustaba de mirar un animalón como ese tren con un arrastre de carros, con un faro enorme y que pitaba tan fuerte. Por eso, unos decían que era hechura del diablo; pero, más bien, comentaban que era una cosa de mucha admiración”.
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