29 de diciembre 2013
La Sagrada Familia (A)
Mt 2, 13-15: Homilía de san Agustín (S. 51, 17.19)
«Prestad atención con algo más de paciencia, hermanos, por la premura del tiempo, que baste para acabar el sermón. Cuando dijo María: Tu padre y yo te buscábamos angustiados, Él respondió: ¿No sabíais que yo debo estar en las cosas de mi Padre? (Lc 2, 49)? Así pues, no quería ser hijo de ellos de manera que no llegaran a ver que era también Hijo de Dios. En efecto, Hijo de Dios, desde siempre, que los creó a ellos mismos. Pero también hijo del hombre en el tiempo, nacido de una virgen sin semilla marital, teniendo, sin embargo, a ambos como padres. ¿De dónde concluimos esto? Ya lo dijo María: Tu padre y yo te buscábamos angustiados.
Lo que respondió nuestro Señor Jesucristo: Debía estar en las cosas de mi Padre, no ha de entenderse que se refiera a Dios como Padre de manera que niegue la paternidad de José. ¿De dónde concluimos esto? Conforme a la Escritura que dice así: Y Él les dijo: No sabéis que yo debo estar en las cosas de mi Padre? Ellos, sin embargo, no entendieron lo que les dijo. Y bajando con ellos, vino a Nazaret, y estaba sujeto a ellos (Lc 2, 49-51). No dijo: “Estaba sujeto a su madre”, ni “le estaba sujeto”, sino “estaba sujeto a ellos”. ¿A quiénes estaba sujeto? ¿No era a sus padres? Ambos eran padres, a los que estaba sujeto, por lo mismo que se dignó ser hijo del hombre.
Desde hace tiempo, han sido las mujeres las que han recibido sus normas propias; ahora, recíbanlas también los niños, para que obedezcan a sus padres, y les estén sujetos. ¡El mundo entero está sujeto a Cristo, y Cristo está sujeto a sus padres!
(Trad. de Javier Ruiz, oar)
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