EDITORIAL

Por si volvieras… Papa Francisco

Lo que más nos importaría es que sus palabras, sus recomendaciones, sus llamadas de atención, ya hubieran sido atendidas y puestas en práctica por los Obispos, los Sacerdotes, las Autoridades, los padres de familia, los jóvenes. Lo demás puede quedar en el recuerdo. Lo sustancial, su mensaje, hablado o gestual, debe permanecer y dar fruto sin disimulo.
No puede ignorarse la descripción que hizo de nuestro país como “un pueblo que ha sido frecuentemente herido, oprimido, despreciado, violado en su dignidad”. ¿Quiénes lo han puesto así? Nadie puede quedar exento. Algunos, directamente por sus acciones. Otros, indirectamente por nuestras complicidades, omisiones, silencios o despreocupaciones.
Seguramente, por si volviera el Papa, la acogida del pueblo seguiría siendo maravillosa; pero ojalá que la mayoría de las gradas que colocaron para recibirlo no las ocuparan las personas que se suele llamar “gente bien”.
En los lugares privilegiados de cercanía al Pontífice estuvieron pocas personas de clase media, “feligreses de Parroquia”, como diría Charles Péguy. Los verdaderamente fieles fueron los que amenizaron los encuentros, los que más emocionaron y se emocionaron, con sus bailes, con su música, con sus voces, con sus coloridos atuendos, con su gracia, con su disposición, con sus desveladas sin reparos. Por si volviera Francisco, ojalá que éstos fueran los protagonistas.
Caras ‘bonitas’, perfumes caros, ojos de color, bien vestidos, lujosos atuendos, y las Autoridades que nunca faltan en estos momentos y acontecimientos, también estuvieron presentes, aunque luego sean los mismos que voten a favor del aborto, de la legalización de la mariguana, de la ley de derechos sexuales de los niños (que excluye a la familia) y de otras aberraciones que no solamente van en contra de la Doctrina de la Iglesia que representa, hoy, el Papa Francisco, sino en contra de la Ley Natural y de Acuerdos Internacionales.. Es más, esa ‘gente bien’ se hacía distinguir con vistosos ‘pines’ colocados en las solapas de sus sacos de marca, para que todos se dieran cuenta de los puestos que ocupan. Por si volviera el Papa Francisco, esto no debería repetirse.
Pero el ambiente, eso sí, de euforia para todos. Mosaicos de culturas y tradiciones que sorprendieron al Pontífice, daban el toque popular, el que quería -verdaderamente- encontrar, que no quiso pasar desapercibido, y lo reconocía con entusiasmo.
Con los representantes de los pueblos indígenas, de los marginados o de los provenientes o estacionados en las periferias existenciales, se paró intencionalmente, fuera de protocolo, platicó con ellos, los besó, los tocó, los abrazó, les preguntó. De estos momentos captó mucha información, quizás más de la que le habían proporcionado las diferentes Autoridades.
Por si volviera Su Santidad, quisiéramos que, más que los contenidos, aunque importen, sigan siendo, en estos tiempos, sus signos, su mejor estrategia de Evangelización. Expresiones que no fueron superficiales, eventuales o estrenadas al momento.
Que sus signos sigan siendo visibles, como lo han sido desde que era un simple Sacerdote. Con ellos ha acercado a creyentes y ha cautivado a no creyentes. Para algunos, en esta visita, faltaron manifestaciones explícitas, como haber pedido perdón por los incalificables hechos de pederastia de algunos miembros de la Iglesia, en agravio de los más inocentes e indefensos, los niños, como lo ha hecho en otros países. Confiamos en que no hubo algún tipo de presión para que lo callara..
Su visita fue histórica, de cualquier forma. Posiblemente, irrepetible.
Por si volviera, los saludos protocolarios no faltarían, pero nunca llegarán a ser sustanciales; por lo menos no tanto como fue la vivencia que se alcanza entre el padre (el Papa) y sus hijos (los fieles).
Por si volviera, tendríamos que cambiar muchas cosas para recibirlo de nuevo.