Mons. Castagna: “El amor de Dios garantiza el ‘nunca más’ de quien se arrepiente”

Mons. Castagna: “El amor de Dios garantiza el ‘nunca más’ de quien se arrepiente”

Corrientes (AICA): El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, aseguró que “el amor misericordioso de Dios orienta y garantiza el ‘nunca más’ de quien se arrepiente de sus pecados. Es la misma gracia de Cristo la que actúa en ese movimiento de generosidades: Dios que se ofrece en el Misterio de la Encarnación y el hombre, que es invitado a la respuesta generosa que le corresponde”.
El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, aseguró que “el amor misericordioso de Dios orienta y garantiza el ‘nunca más’ de quien se arrepiente de sus pecados. Es la misma gracia de Cristo la que actúa en ese movimiento de generosidades: Dios que se ofrece en el Misterio de la Encarnación y el hombre, que es invitado a la respuesta generosa que le corresponde”.

“En la vida del hombre todo es fruto de la gracia y, con las palabras simples de Santa Teresita de Lisieux: ‘Todo es gracia’. La misma respuesta, tan dependiente del libre albedrío, necesita el impulso vital que ponga en condiciones a la persona humana para pronunciar el ‘hágase’ de su voluntad libre”, subrayó en su sugerencia para la homilía dominical.

El prelado afirmó que “para ello se requiere una paciente acción pedagógica, que depende de los naturales responsables de la misma. Se me ocurre pensar en los progenitores, constituidos en familias, y en quienes, por vocación se dedican a la docencia”.

“Siempre he incluido a los medios de comunicación social, responsablemente aplicados a la información y formación de la conciencia popular”, agregó.

Monseñor Castagna sostuvo que “cada persona es la última responsable de la moralidad de su propio comportamiento personal y social”, pero advirtió que “no podemos negar la solidaridad existente en las relaciones interpersonales, que gravitan sobre el universo creado, incluyendo su habitáculo planetario o ‘Casa común’, hasta poner en peligro su supervivencia”.

Texto de la sugerencia

1.-Los culpables y los inocentes. Se ha perdido el sentido del pecado. Nadie se considera responsable de nada. En este mundo "al revés" existen culpables e inocentes y, con mucha frecuencia, los culpables resultan siendo los otros y no nosotros. Jesús deja al descubierto la realidad: todos somos, en mayor o menos medida, responsables de esa lamentable condición. ¡Qué bien nos hace reconocernos pecadores! Los santos así lo entendían. Pero, si no somos razonablemente conscientes y nos negamos a reconocer el pecado que nos afecta, no nos consideraremos pecadores. Dicen que los alcoholicos y drogadictos comienzan su terapia de recuperación cuando confiesan humildemente su adicción y la necesidad de ser auxiliados. El mal del pecado - o como quieran llamarlo quienes no aceptan esta categoria - será eliminado cuando los hombres reconozcan su existencia en ellos. Pero, ¡qué lejos estamos de ese reconocimiento! Y, por lo mismo, ¡qué lejos estamos de su eliminación! El pecado atrae sufrimientos indecibles sobre toda la humanidad. Lo padecen los culpables y los inocentes. Jesús se refiere a hechos históricos conocidos: "...aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con las víctimas de sus sacrificios. "¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera". (Lucas 13, 1-4) El antídoto contra el mal del pecado es la conversión.

2.-La misericordia y la conversión. El llamado a la conversión es un contenido necesario de la predicación de Jesús. Los Apóstoles, y la Iglesia, lo han recibido como herencia y mandato de su Señor. La misericordia constituye un llamado, casi suplicante del Padre, a la conversión. Dios quiere la conversión del pecador y, de esa manera, desea evitar su muerte. Esta Cuaresma, inserta en el Año Jubilar de la Misericordia, es tiempo propicio para acentuar el reclamo de la misericordia. Es el Padre bueno quien nos invita cordialmente a volver a sus brazos. Somos recibidos por Él, con un beso y un abrazo, sin importarle los andrajos y la mugre acumulados durante nuestro camino de regreso. La bondad del Padre, inmortalizada en la obra genial de Rembrant von Rijn, expone la ternura misericordiosa de Dios, pero, también la conversión conmovedora del hijo. Son inseparables. Es urgente presentar el rostro bondadoso del Padre Dios, anulando las imágenes falsas, creadas caprichosamente por los hombres. Son ellas las que han generado "espiritualidades" deprimentes, capaces de atormentar a los creyentes con el miedo y la inseguridad. Es precido volver a Cristo y dejar que nos muestre el verdadero rostro de su Padre, transparentándolo en la humanidad del suyo. Ese es - y no otro - el Dios Amor, bueno y misericordioso. Las demás imágenes constituyen una diabólica falsificación. El único que conoce a Dios es su Hijo encarnado y, en consecuencia, es el único que puede revelar fielmente su identidad.

3.-Cristo Maestro y Camino. Por ello, cuando se produce la transfiguración, la voz del Padre sorprende a los atónitos discípulos, con un mandato nítido: "Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: 'Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo". (Lucas 9, 35) Él sabe lo que necesitamos saber para vivir en la verdad. Aquellos hombres, después la estremecedora experiencia de la Transfiguración, advierten que el magisterio del joven nazareno es de origen divino. Los dias que sobrevendrán, anunciados explícitamente por Jesús, constituyen la noche más oscura para la fe de aquellos hombres. La fe, de ellos y de todos, será el medio necesario para caminar en la verdad. Cristo resucitado es la Verdad que hace a los hombres capaces de construir su convivencia en la verdad. Que les suministrará la luz necesaria para no salirse del trazo preciso ejecutado por quien es el Camino. Nos referíamos a la conversión como derivación espontánea de la Misericordia. De la parábola del hijo pródigo se deduce que aquel joven después del abrazo paterno no se alejó nunca más del Padre que, amorosamente, le devolvió todos sus derechos de hijo, sin condiciones ni reproches. El regreso y el perdón ponen la vida del pecador en estado de fiesta. Como conclusión del libro testimonial de la Conadep se reiteró la expresión del fiscal Strassera: "Nunca más". La conversión es el cumplimiento de ese propósito. El hijo nunca más se alejará de su padre ni repetirá el despilfarro de los dones recibidos.

4.-La gracia de Dios y la libertad del hombre. El amor misericordioso de Dios orienta y garantiza el "nunca más" de quien se arrepiente de sus pecados. Es la misma gracia de Cristo la que actúa en ese movimiento de generosidades: Dios que se ofrece en el Misterio de la Encarnación y el hombre, que es invitado a la respuesta generosa que le corresponde. En la vida del hombre todo es fruto de la gracia y, con las palabras simples de Santa Teresita de Lisieux: "Todo es gracia". La misma respuesta, tan dependiente del libre albedrío, necesita el impulso vital que ponga en condiciones a la persona humana para pronunciar el "hágase" de su voluntad libre. Para ello se requiere una paciente acción pedagógica, que depende de los naturales responsables de la misma. Se me ocurre pensar en los progenitores, constituidos en familias, y en quienes, por vocación se dedican a la docencia. Siempre he incluido a los medios de comunicación social, responsablemente aplicados a la información y formación de la conciencia popular. Cada persona es la última responsable de la moralidad de su propio comportamiento personal y social. Pero no podemos negar la solidaridad existente en las relaciones interpersonales, que gravitan sobre el universo creado, incluyendo su habitáculo planetario o "Casa común", hasta poner en peligro su supervivencia.+

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