"Me confieso sólo con Dios". - No vale.

“Me confieso con Dios…”. –No vale.

¿Qué decir a alguien que dice «yo ya me confieso con Dios» y no quiere confesar sus pecados en la confesión sacramental? Me cuesta confesar mis pecados, incluso a veces siento vergüenza. Tal vez sí seria más fácil confesarse directamente con Dios o que la Iglesia suprimiera la obligación de confesar los pecados…

Hay que aceptar la salvación que Dios nos ofrece y de la forma con que Él nos la ofrece.

Lo que me convendría, me gustaría, me apetecería… tiene muy poca importancia cuando es Dios mismo quien nos dice lo que quiere de nosotros. Y el Señor ha establecido ofrecernos su misericordia de manera ordinaria a través de la realidad de la Iglesia y de sus sacramentos.

Voy a responderle con unas palabras textuales del papa Francisco:

«Es la comunidad cristiana el lugar donde se hace presente el Espíritu, quien renueva los corazones en el amor de Dios… He aquí por qué no basta pedir perdón al Señor en la propia mente y en el propio corazón, sino que es necesario confesar humilde y confia- damente los propios pecados al ministro de la Iglesia. En la celebración de este sacramento, el sacerdote no representa solo a Dios, sino a toda la comunidad, que se reconoce en la fragilidad de cada uno de sus miembros, que escucha conmovida su arrepentimiento, que se reconcilia con Él… Sí, tú puedes decir: yo me confieso sólo con Dios pero nuestros pecados son también contra los hermanos, contra la Iglesia. Por ello es necesario pedir perdón a la Iglesia, a los hermanos, en la persona del sacerdote… También desde el punto de vista humano, para desahogarse, es bueno hablar con el hermano y decir al sacerdote estas cosas que tanto pesan en mi corazón.»

Como ve, en la enseñanza de la Iglesia, la confesión de los pecados graves no solo es necesaria sino que es, además, muy saludable y conveniente. Para una fundamentación más dogmática me remito a una columna que escribí hace años con el título de Ex- homologesis. Y respecto a la vergüenza, también dice el Papa:

«Cuando una persona no tiene vergüenza, en mi país decimos que es un sinvergüenza… incluso la vergüenza hace bien, porque nos hace humildes, y el sacerdote recibe con amor y ternura esta confesión, y en nombre de Dios perdona.»

No viviremos a fondo este Año de la Misericordia si no redescubrimos en nuestra propia vida la maravillosa experiencia de recibir la misericordia de Dios en el sacramento de la penitencia. En la bula El rostro de la Misericordia, dice el papa Francisco: «De nuevo ponemos en el centro con total convencimiento el sacramento de la Reconciliación porque nos permite tocar en carne propia la grandeza de la misericordia.»

Por tanto, si pudiéndote confesar no te confiesas, no vale.

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