FE Y RAZÓN | Por Luis-Fernando VALDÉS |
Aunque pasó un poco desapercibido, por la impresionante acogida que recibió el Papa en México unas horas después, el encuentro entre Francisco y el Patriarca Kirill de Moscú merece un comentario, porque se trata de un acontecimiento religioso histórico, que puede además servir de pauta para la reconciliación social.
Historia de la separación. En 1054, se dio la separación oficial entre Roma y Constantinopla, mediante la mutua excomunión (o sea, la terminación de la comunión, de la unión común).
Como en 954 había comenzado la evangelización de Rusia por parte del patriarcado de Constantinopla, cuando un siglo después se produjo el cisma, Rusia se separó de Roma y quedó sólo en comunión con los ortodoxos griegos.
Los motivos de la reptura fueron tanto de orden cultural como teológicos. Por una parte, los católicos son de tradición latina y los ortodoxos de lengua griega. En el s. XI, Bizancio (hoy Turquía) era un Imperio, mientras que Roma dependía de los reyes francos y germanos.
Estas diferencias culturales dieron lugar a diferencias en la doctrina, como el primado del Papa, pues mientras que para los católicos el Obispo de Roma tiene jurisdicción sobre el resto los obispos, los ortodoxos consideran que el Papa es un obispo más, cuya primacía sería sólo honorífica, un “primus inter pares” (‘primero entre iguales’).
Los intentos de unidad. Después del Concilio Vaticano II (1962), el Papa Pablo VI y el Patriarca Ecuménico Atenágoras I, en una declaración conjunta, cancelaron las aquellas excomunión mutuas (7 dic. 1965). En 2013, Bartolomé asistió a la toma de posesión de Francisco como obispo de Roma. Por primera vez en la historia, un Patriarca de Constantinopla acudía a un acto de esta naturaleza.
El encuentro. El periodista de la BBC, Daniel García Marco, fue muy acertado al comentar que “pocas veces el calificativo ‘histórico’ estuvo tan justificado” (bb.com, 11 feb. 2016). Así, la Isla de Cuba, territorio alejado de Europa y de gobierno laico, se convirtió en el lugar de encuentro entre Roma y Moscú (12 feb. 2016).
El Papa Francisco iba de camino a México y el Patriarca Kirill comenzaba una visita a comunidades ortodoxas en América Latina. Durante el encuentro de dos horas a puerta cerrada, en el aeropuerto de La Habana, Francisco llamó “hermano” al Patriarca. Al final, ambos líderes religiosos firmaron un importante acuerdo.
¿Qué nos une ahora? El documento oficial marca una pauta muy novedosa para el diálogo ecuménico. Primero reconoce que sí hubo unidad durante los primeros mil años, luego reconoce los conflictos que dieron lugar a la separación (n. 5), pero después plantea mirar hacia delante: para “superar las diferencias históricas”, ambas Iglesias buscarán una “respuesta común” a los desafíos que el cristianismo enfrenta en este cambio de época (n. 7).
El reto principal –aunque no el único– que abordarán juntos católicos y ortodoxos será la persecución de cristianos en Medio Oriente, por parte de los yihadistas (nn. 8-12). Ambas confesiones orarán “por el regreso de los refugiados a sus casas, por la curación de los heridos y el descanso eterno del alma de las víctimas inocentes” (n. 11).
La reconciliación entre Roma y Moscú nos muestra que las religiones han aprendido a dialogar, y que este diálogo va más allá de las cuestiones teológicas, porque el punto de encuentro es la promoción del hombre, de la paz y de la solidaridad con los que sufren. Ojalá que este modelo sea tomado en cuenta para resolver también conflictos sociales y políticos.
http://www.columnafeyrazon.blogspot.com
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