Hurgando en los Archivos Vaticanos
En los Archivos Vaticanos hay muy poca información sobre los años de la independencia de México, debido a la intervención Napoleónica y al secuestro del Papa Pío VII, la poca que hay, tiene que ver con la Constitución de 1824 y los primeros documentos que emanaron del Congreso en los años posteriores. De aquí la importancia que le damos a investigar y analizar el contenido de esta Carta Magna.
Desde un inicio se marca la pauta de la trascendencia de cuidar a la naciente República de los traidores y enemigos de la Constitución y lo desglosaron en 20 incisos importantes: 1.- La desunión; 2.- La falta de respeto a los derechos naturales y civiles; 3.- Carencia de prosperidad; 4.- Traidores que entreguen nuestra independencia y gloria; 5.- Centrar el poder en las personas y no en las leyes; 6.- Sobreponer un poder sobre el otro y romper la división; 7.- La ignorancia; 8.- La corrupción; 9.- La no observancia de las leyes; 10.- Romper la igualdad ante la ley; 11.- Permitir el desorden; 12.- Oprimir para conseguir la paz; 13.- Ejercer la justicia con rigor; 14.- Ser débiles en la clemencia; 15.- Que el pueblo no tenga manera de poner límites a las autoridades; 16.- Dejar de producir el bien y hacer posible el mal; 17.- Dejar a un Poder Legislativo que se precipite y extravíe; 18.- Permitir un Poder Ejecutivo, que sin decoro, se le pierda respeto al interior; 19.- Falta de consideración a los extranjeros; 20.- Hacer dependiente del Ejecutivo al Poder Judicial, causando inquietud a los inocentes y darle seguridad al crimen.
Todos los anteriores incisos previstos con una inteligencia profética, han sido una realidad a lo largo de nuestra historia. Nuestros gobernantes han violado cada uno de esos 20 puntos.
Finalmente los Comisionados asientan: “Como el fin de la comisión ha sido dar en la expresada acta a la Nación un punto de unión general y un apoyo firme en que por esta salve a su independencia, y consolide su libertad elevándose al poder y gloria a que la destino Dios, autor de todas las sociedades, ha querido concluirla proponiendo al Congreso algunas resoluciones generales, en que por unas se presente la Nación al universo revestida del candor y buena fe, tan necesaria para alternar con las naciones independientes, y estrechar sus lazos sociales con todo el género humano.
“Por otras se presenta a los estados de la Federación con toda la franqueza que debe ser propia de quien dirige su voz a seis millones de hombres, que hablan un mismo idioma, que profesa una misma religión, que con pequeñas diferencias tienen costumbres semejantes, y a quienes por el interés de todos solo se exige, que de la suma de sus derechos depositados en el actual Congreso, cedan a los poderes supremos los necesarios para hacer el bien general, conservando los demás para procurarse su felicidad interior”.
Vale la pena subrayar la importancia que los Comisionados dan a los lazos de unión entre los mexicanos, en idioma, religión y costumbres. Más que marcar las diferencias, que desde luego existían.
Llama la atención que se haga explícita la idea de buscar el bien general y de procurar la felicidad interior. Una visión mucho más sensible a las preocupaciones humanas de los seis millones que buscan una mayor libertad, para alcanzar ideales de esta magnitud, y que lo logran plasmar en el documento inicial de la naciente República.
Por un lado, los Constituyentes nos advierten cuáles son los enemigos principales, de los que hay que cuidarnos, que a la postre somos nosotros mismos y no sólo las fuerzas extranjeras. También nos conducen a la importancia de unirnos en un mismo idioma y en una misma religión con el propósito de alcanzar la prosperidad y la felicidad interior.
¡Qué lejos hemos estado de esa visión inicial!
Y qué fácil nos hemos entregado a los enemigos de México.
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