Pbro. Lic. Tomás de Híjar Ornelas
Cronista de la Arquidiócesis de Guadalajara
La Iglesia particular tapatía se dispone a conmemorar con diversas actividades, el efeméride 225 del máximo benefactor de Guadalajara, el obispo que la gobernó entre 1771 y 1792, el cual murió el 7 de agosto de este último año con una fama de santidad que el tiempo sólo ha incrementado.
Antecedentes familiares
Antonio Alcalde y Barriga nació en Cigales, muy cerca de Valladolid, en Castilla la Vieja. Su padre, José Alcalde, era un pequeño propietario de una zona vitivinícola, con hondo arraigo en la localidad, a la que llegó a presidir como munícipe. Su madre, Isabel Barriga, murió a los cuatro meses del nacimiento del tercero de sus hijos, que recibió el bautismo y el nombre de hermano de su progenitor que por entonces administraba la parroquia de Santiago Apóstol de Cigales. Él educó a su sobrino en la fe y lo encauzó vocacionalmente, de modo que a los 16 años ingresó al prestigioso convento dominico de San Pablo, en Valladolid, donde tomó el hábito de los predicadores al año siguiente. Presbítero desde los 24 años de edad, fue destinado al magisterio los siguientes 26, y al priorato de dos conventos, el de Zamora y el de Jesús María de Valverde, en Fuencarral, cerca de Madrid.
El Fraile de la Calavera
Un día de verano de 1761, de forma intempestiva, buscando protegerse de un chubasco, el rey Carlos III atinó a guarecerse en el convento de Valverde y le sorprendió constatar que su prior vivía en la más absoluta pobreza, según lo echó de ver en su celda, en cuyo escritorio tenía como ornato una calavera, detalle que le movió a proponerlo como obispo de Yucatán, sede de la que tomó posesión el religioso el 1º de agosto de 1763. Encontrándose en la ciudad de México, participando en el IV Concilio Provincial Mexicano, supo que el Monarca había pedido al Papa su traslado a la sede episcopal tapatía y a ella arribó el 12 de diciembre de 1771.
Las obras de Alcalde en Guadalajara
Luego de visitar su enorme obispado, de más de un millón de kilómetros cuadrados en ese entonces, motivo por el cual pidió que la diócesis se dividiera en tres partes, como ocurrió, fray Antonio se dispuso a aplicar el fruto de sus ingresos como obispo en obras educativas y asistenciales que han perpetuado su memoria: un barrio donde edificó en 16 manzanas 158 vecindades para más de dos mil personas, un templo parroquial para atender a esos fieles, un colegio de niños y otro de niñas, con capacidad para 300 infantes cada uno, un cementerio y un hospital, que terminó siendo el más grande de América, y que se concluyó dos años después de su muerte. Coronó sus obras con el establecimiento de la Universidad de Guadalajara. A su muerte, caso único, pidió ser sepultado en el Santuario de Guadalupe.
Actividades para recordar su vida ejemplar
Fray Antonio no se limitó a dar lo que tenía sino que ofreció heroicamente su propia vida por el prójimo, toda vez que abrazó la pobreza en grado superlativo y sobrellevó sus muchas enfermedades con una paciencia heroica y edificante.
En atención a ello, el Arzobispo de Guadalajara, José Francisco Robles Ortega, ha dispuesto que en la homilía del domingo 6 de agosto, los señores sacerdotes aludan al “Evangelio vivo que fue” quien ya ostenta el título de Siervo de Dios.
La víspera de ese día, a las 8 de la noche, se ofrecerá una velada literario musical en el Santuario de Guadalupe. Al día siguiente, a las 12 horas, una misa solemne, y el día 7, a las 9 de la mañana, el Cardenal Robles Ortega develará y bendecirá una nueva lápida sepulcral en la tumba de fray Antonio, acto al que todos los que gusten pueden asistir. Y por la noche, a las 8, también en el Santuario guadalupano, fray Miguel Concha, O.P., uno de los máximos representantes de los derechos humanos en México, hablará sobre las virtud

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