Beata Madre Vicentita

150 Aniversario de su Natalicio

Fundadora del Instituto Religioso Siervas de la Santísima Trinidad y de los Pobres.

Dorotea Chávez Orozco nació el 6 de febrero de 1867 en Cotija, Michoacán, México y fue la menor de cuatro hermanos.
Recibió los sacramentos de iniciación cristiana en Cotija y durante su infancia destacó por su devoción al niño Jesús.
A la edad de 8 años, en compañía de su familia, emigró a Cocula; posteriormente se establecieron en Guadalajara, Jalisco, en el barrio de Mexicaltzingo.
El 20 de Febrero 1892 ingresa como enferma al incipiente Hospital de la Santísima Trinidad en Mexicaltzingo, por obediencia a su Director Espiritual, que le ordenó que atendiera su salud.
Años después ella confesaría: “Por señalado favor de Dios, el mismo día que ingresé al hospital, concebí la idea y tomé la resolución de consagrarme al servicio de Dios Nuestro Señor y Salvador en la persona de los pobrecitos enfermos”.

Frase que hizo vida:
“No debo desear otra cosa en el mundo, que amar mucho a Dios y vivir siempre según su santa voluntad”.

LOGOCUADRIMETRIA (2)

Recuperada, regresa con su familia para despedirse y el 19 de julio 1892 vuelve al Hospital para quedarse en el servicio de Dios, viendo y sirviendo a Cristo en cada enfermo.
En 1898, durante quince días -mientras se hacían unos arreglos convenientes del Sagrario- velaba como serafín, postrada en adoración, al Amor de los amores, y al recordar… ¡con qué gozo exclamaba!: “¡Yo fui la llave del Sagrario durante quince días!”.
Decía y vivía: “Si quieres comprender el amor de Cristo contempla, atenta y devotamente de día y de noche, a Cristo niño en el pesebre, a Cristo redentor en la cruz y a Cristo Eucaristía en el altar”. En Noviembre de 1904, durante sus primeros Ejercicios Espirituales bajo la dirección del Padre Manuel Santiago S.J. escribió: “Deseo siempre vivir en la soledad, en el olvido, y ser desconocida de todo mundo y de solo Dios conocida y amada”. 
El 15 de agosto de 1910, al emitir votos simples, cambió su nombre por el de María Vicenta de Santa Dorotea, en honor a San Vicente de Paúl.
Practicó heroicamente las virtudes Teologales y Morales, sobresaliendo en la caridad, sencillez y humildad.

Foto EDIT

Fecha de culto el día 19 de Julio

El Papa San Juan Pablo II la beatificó el 9 de Noviembre de 1997 en emotiva ceremonia que tuvo lugar en la plaza de San Pedro.
Al referirse a la religiosa mexicana, conocida como “Madre Vicentita”, el Santo Padre consideró que es un auténtico “modelo de religiosa enfermera” que su beatificación “alegra hoy el caminar de la Iglesia en México y en todo el continente americano e impulsa el compromiso evangélico de los agentes sanitarios y de la salud ante el Tercer Milenio”.

Durante la homilía de la Misa de Beatificación refirió que ella, como templo precioso de la Santísima Trinidad, fue de alma fuerte y humilde, impulsada por la caridad de Cristo, siempre vivo y presente en su Iglesia, que se consagró a su servicio en la persona de los “pobrecitos enfermos”, como ella maternalmente los llamaba.

Su Lema fue: “La Caridad de Cristo nos urge” y constituyó el ideal de su vida, teniendo a Cristo como centro.

Falleció con fama de Santidad en la Ciudad de Guadalajara Jalisco en el momento de la Consagración en la Eucaristía que se celebraba en el lecho de su muerte, presidida por el Sacerdote Roberto Cobián el 30 de julio 1949. La acompañaban, el Sr. Arzobispo de Guadalajara, Don José Garibi Rivera, quien exclamó en el momento de su muerte: “La madre Vicentita ha volado al cielo”, también estaban hermanas de su Congregación Siervas de la Santísima Trinidad y de los Pobres.
Sus restos reposan en el altar de la capilla del Espíritu Santo, en el Hospital de la Santísima Trinidad, ubicado en el 1225 de la calle Miguel Blanco en Guadalajara Jalisco.
La Madre Vicentita se distinguió por profundo amor a la Eucaristía, entrega alegre y generosa a los enfermos. Brilló por el espíritu de caridad hacia su comunidad religiosa, a cuyos miembros siempre trató con amor fraternal y singular respeto.
Siempre fervorosa atenta a la Palabra de Dios que oraba y vivía, pasaba largas horas frente a Jesús Sacramentado en adoración. María Santísima era su modelo de mujer consagrada y fiel a Dios.
Lo que expresó, vivió: “Como María hay que estar al pie de la cruz con Jesús; ver en el enfermo a Cristo doliente y tratarlo como a Él”.

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