Foro Ruiz Medrano: ¿Espiar o cuidar?

F o r o Ruiz Medrano

Alambres con pajaritos

José de Jesús Parada Tovar

No es que los Periodistas, Abogados de Derechos Humanos o activistas sociales tengan la piel demasiado delgada, olfato canino, oído de tísico u ojo de águila, como tampoco es que acierten seguido porque previamente pensaron mal. Lo cierto es que se mueven con tiento, investigan con recelo, desconfían a menudo de muchos y de casi todo.
Es el entorno habitual y sempiterno de quien indaga, busca y propaga la verdad, enarbola y defiende causas nobles. No en balde el mausoleo universal está pletórico de mártires, de héroes, de adalides que han luchado por los grandes valores humanos, sin importar los acechos de la amenaza, la calumnia, el despojo, la traición, la violencia y hasta la muerte.
Obviamente, tales intrigas están reseñadas desde los Anales más antiguos, de todas las razas, credos, lugares y épocas. No es cuestión, pues, de rasgarse ahora las vestiduras, pero tampoco de hacerse los resignados o desentendidos.
Particularmente, en mis labores de Reportero y de Comunicador en general, estuve siempre consciente de figurar, en detalle de datos, en Archivos reservados de las más diversas instituciones, tanto públicas como privadas, al igual que ocurría con otros compañeros. Nos grababan las preguntas incómodas durante las Ruedas de Prensa de cualquier ámbito y tema, para luego turnarlas a instancias “de inteligencia”. Y esas “impertinencias” eran motivo de intentos de soborno, reconvenciones y hasta petición, a los Medios, de remoción de fuente informativa.
Bienvenida la atención a quejas en tal sentido, al igual que la pretendida salvaguarda de la libertad de expresión. Aunque, de todos modos, conviene afilar la mansedumbre de las palomas con la astucia de las serpientes.

Derroche y persecución

José Ángel Gutiérrez

Nada nuevo bajo el Sol…. Como lo ha hecho siempre, el gobierno espía a los ciudadanos. Sin que sea algo a lo que debamos acostumbrarnos, tampoco es momento de desgarrarnos las vestiduras.
Hasta cierto punto, debemos reconocer que los gobiernos están obligados a conservar un equipo de inteligencia que pueda allegar información oportuna de todo lo que ocurre dentro de nuestras fronteras, con el fin de tomar previsiones en todo aquello que ponga en riesgo la seguridad.
Que dentro de los grupos susceptibles de espionaje se puedan encontrar periodistas, activistas y defensores de los derechos humanos, tampoco debe asustarnos. De seguro también se encuentran en la lista empresarios, políticos, líderes religiosos y más. Sin dejar de considerar, por supuesto, a miembros de la delincuencia que, en no pocos casos, han sido ubicados por sus llamadas telefónicas.
Reitero, sin justificar los hechos hasta el momento conocidos, me parece que no debemos asustarnos. Peor sería enterarnos que un gobierno no cuenta con el equipo humano preparado y las herramientas suficientes para hacerse de información que permita mantener el orden y la paz social.
Lo que sí resulta cuestionable, es que las instituciones de inteligencia sean utilizadas para atacar a quienes sean incómodos para el gobernante en turno o a quienes cuestionen su mandato a partir de irregularidades e incluso ilícitos por ellos revelados.
Pensar que algún día se abatirá el espionaje gubernamental, es casi una utopía. De ahí que mi planteamiento es al menos, exigir responsabilidad y transparencia en el manejo de los recursos con los que se adquieren esos programas y, por supuesto, evitar su uso con fines de venganza o persecución política o para acallar las voces críticas de nuestra sociedad.

Espiar para someter

José Rubén Alonso González

Entre los espías de Josué enviados a Jericó, 1,250 años antes de Cristo, pasando por Margaretha Geertruida Zelle, “Mata Hari”, bailarina y espía alemana en la Primer Guerra Mundial (1914-1918), hasta “Pegasus”, el programa que infecta y se apropia de teléfonos celulares para hurgar y “espiar” al dueño del aparato y su entorno, hay algo en común: el espiado es un adversario, un enemigo sobre el que se quiere ventaja informativa para a la postre controlarlo, dominarlo, someterlo.
Los métodos y recursos cambian, se sofistican, y si el espionaje es un recurso en la guerra, sucede lo mismo que con las armas: se sofistican, son más invasivos y letales. Por ello, no es lo mismo enviar un emisario como espía, que “intervenirlo” con un sistema que transgreda la privacidad, cruzando hasta lo íntimo, dejando al “espiado” a merced del espía.
La confirmación de que autoridades mexicanas adquirieron el software Pegasus, que “se infiltra en los teléfonos inteligentes y otros aparatos para monitorear cualquier detalle de la vida diaria de una persona por medio de su celular” (The New York Times, 19 de junio de 2017. Ver: https://goo.gl/2XGEdk y 11 de febrero de 2017 https://goo.gl/9NF4Ux), ha puesto en mayor vilo la credibilidad de las instituciones públicos, en particular las responsables de procuración de justicia (PGR) y la de la política interior de México (Secretaría de Gobernación).
Las revelaciones mediáticas no indican un uso de “inteligencia gubernamental” para prevenir y garantizar la seguridad y paz pública frente grupos de la delincuencia organizada, sino uso en contra de promotores y defensores de derechos humanos, periodistas y líderes políticos, con lo que, al ser espiados, su condición desde quien espía es de enemigos a controlar, dominar y someter.

Nos espían, lo sabemos

Sergio René de Dios

Los periodistas somos figuras públicas, especialmente los que informamos y opinamos. Los que damos la cara, como los reporteros, en contacto permanente con las fuentes informativas, o los que opinamos o dirigimos equipos editoriales, somos visibles. Eso puede mover egos, pero también genera riesgos. Sobre todo cuando el periodista es crítico de cualquier grupo de poder, investiga las apariencias, cuestiona verdades oficiales, difunde hechos incómodos. Entonces es monitoreado y vigilado.
¿Cómo es esa vigilancia? En un nivel primario, oficinas de comunicación social elaboran expedientes de periodistas. Son fichas con datos básicos, con información que debiera estar protegida. En ocasiones, ex periodistas aportan esos datos. Otro nivel, de mayor riesgo, es el de los aparatos de inteligencia privados, municipales, estatales y federales. Tienen fichas más organizadas, de seguimientos de años, con fotografías, videos, nexos políticos, amigos, familiares, etcétera. He visto parte o he escuchado versiones de fichas y expedientes de mí, por ejemplo.
¿Quién se hace responsable del mal uso de esos expedientes? Los agentes los venden, los trafican, los usan para delinquir. Obtienen información oficial de los periodistas, dizque protegida, que extraen de padrones electorales, expedientes educativos, archivo de Movilidad, boletas de llamadas telefónicas, etcétera, que usan al margen de la ley. Entre más influencia y más crítico sea el periodista, es más vigilado.
Un tercer nivel, el peor, es cuando con uso de tecnología, se espía de manera subrepticia. Violan derechos, horadan la intimidad. Infectan, instalan malware en correos electrónico, aparatos móviles, cuentas de redes sociales. El equipo que adquirieron el gobierno federal y el gobierno estatal sirve para eso. No creo que lo usen sólo contra delincuentes. Sería ingenuo pensarlo. Los periodistas fuimos, somos o podemos ser víctimas de este espionaje ilegal, sofisticado y difícil de detectar. Lo sabemos.

¿Son los periodistas y activistas sociales los grandes peligros y enemigos de México?
¿El gobierno federal hace bien al “observarlos”? ¿La administración de Enrique Peña Nieto
tiene la lupa, sobre el lugar indicado o tiene la mira perdida?

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Sobre espionaje y otros tópicos

Salvador Y Maldonado Díaz

En nuestro país es motivo de desgarramiento de vestiduras y de vísceras, la palabra espionaje. Pero el término inteligencia política, ahora que sí valga el pleonasmo, pudiera ser políticamente correcto.
Con esta puntualización habría que analizar el actual debate que se libra sobre sí se justifica o no el espionaje sobre ciertos actores de la sociedad, sean los políticos de profesión, los pastores y jerarcas, religiosos, los comunicadores o los defensores y promotores de derechos humanos, similares y conexos, como se decía en un lugar común del pasado reciente.
Creo que todo ciudadano en su sano juicio aceptará que es necesaria la inteligencia política que debe realizar el aparato del Estado a fin de incidir favorablemente en la seguridad de un país.
Y para que este aparato de Estado cumpla su cometido en la materia debe contar con un personal calificado y competente que realice su labor con pleno respecto al llamado marco regulador del ejercicio  que concreta precisamente tal labor de inteligencia.
Creo que la experiencia de países avanzados demuestra que es compatible un ejercicio contundente de la inteligencia política (aunque esto amerite espionaje) con el marco de respeto a los derechos humanos. Aunque haya respetables voces que afirmen lo contrario.
Este México lindo y querido amerita que haya políticas de Estado que hagan bien su labor de inteligencia, de lo contrario el polvorín cotidiano en que vivimos avanzará hacia el desmadre, en el sentido etimológico de este  término y con  todo respeto a la figura materna.

La importancia de investigar

Juan Carlos Núñez Bustillos

El reportaje del New York Times que señala que el gobierno mexicano utiliza sofisticados equipos para espiar a periodistas y miembros de organizaciones civiles, y la manera en que éste ha reaccionado son muy preocupantes.
Ese equipo se vende y se compra para actuar contra grupos criminales que amenazan al Estado. Las personas presuntamente espiadas que aparecen en el reportaje no son delincuentes. El gobierno no debe utilizar estos equipos en contra de sus ciudadanos. Considerar enemigos a los periodistas, a defensores de derechos humanos y activistas de diversas organizaciones sociales es un gravísimo error que da cuenta de una visión gubernamental que no entiende que en una democracia las visiones críticas son necesarias en el debate público.
Si las más altas autoridades no han dado la orden de utilizar el equipo contra los ciudadanos y el espionaje es producto de la iniciativa de funcionarios menores, ello sería una muestra de la falta de control en el uso de estos medios tan delicados. ¿En manos de quién están y para qué propósitos?
En lugar de iniciar de inmediato una investigación, el gobierno optó por negarlo. Primero con un comunicado. Luego, en voz del propio presidente Enrique Peña. Si las autoridades más altas no están involucradas, deberían ser las primeras en interesarse por conocer que está pasando. Si están seguras de que el espionaje no existe ¿por qué se resistieron tanto a permitir una investigación que lo demuestre?
Negarlo con tal énfasis y premura, solamente aumenta las sospechas de que lo que denuncia el diario, efectivamente ocurre.

Capacidad de extorsión

Román Ramírez Carrillo

En flagrancia, con los dedos en la puerta, agarró al Presidente el reportaje de Azam Ahmed, y Nicole Perlroth del New York Times. El pasmo primero, y luego enojo del Presidente Peña Nieto, que llegó a decir que esas falsas acusaciones deberían probarse.
El manual de crisis institucional no lo siguió, el de aparentar con el nombramiento de una fiscalía o una comisión que investigara a fondo el asunto, “caiga quien caiga”, sino que simplemente argumentó que a él también lo han espiado.
El grupo Atlacomulco, que nos gobierna, está acostumbrado a los pájaros en el alambre, en el 2001 fueron denunciados de tener una red de inteligencia dedicada a la vigilancia e investigación de políticos, empresarios y líderes sociales, cuya principal característica es su oposición o crítica a la administración del entonces gobernador Arturo Montiel.
El uso del software Pegasus, para espiar a periodistas y organizaciones de la sociedad civil, y aún a políticos y a empresarios, tiene una sola finalidad: tener capacidad de extorsión, es así que no se usa solo contra la delincuencia organizada ni contra el narcotráfico, sino contra quienes demandan cuentas de este Gobierno.
El espionaje ilegal también es corrupción, y sin duda que el perfil autoritario se ha enardecido, y la reacción del gobierno federal, equivale a admisión de culpa.
El Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral del Vaticano, celebró recientemente un debate internacional sobre la corrupción, una de las conclusiones apunta en la necesidad de profundizar, y considerar la excomunión por corrupción y asociación mafiosa.

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