Lo de que en Londres fueran necesarios cuatro días para identificar a una víctima (y ayer había otras tres sin identificar) es algo indignante.
El sistema policial español, sin duda, uno de los mejores del mundo necesitó 12 horas y media para identificar con total seguridad a 155 víctimas en los atentados del 11M, y muchas de ellas estaban con los cuerpos destrozados.
En el caso del español asesinado, de nada valieron los ruegos de la familia ni la llamada del Ministro de Asuntos Exteriores. Según se ha sabido después, el descontrol incluso en la lista de ingresados fue de manual, de Manual de la ineptitud. Las huellas dactilares y los datos dentales fueron entregados de inmediato, pero nadie sabe qué estaban esperando para no dar la identidad del fallecido. Ni siquiera dejaron a los familiares ver el cuerpo. Increíble.
En mi rabia de estos días he deseado que Escocia se independice y que un Paul Churches del partido Wecan (la versión inglesa de Pablo Iglesias de Podemos) haga del Palacio de Buckhingham el Mc Donalds más grande del mundo.
Nadie del gobierno inglés ha pedido disculpas. Ojalá que las Malvinas fueran argentinas. Ojalá que se descubra que Churchill, en realidad, era nieto de Bismarck o de un francés.


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