Dios nunca está en fuera de lugar

La vocación y el deporte

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José de Jesús Romo Ayón
2 Filosofía

El llamado que Dios me hace se da de una manera insignificante, yo no alcanzaba a ver la grandeza de tal encomienda. Mi llamado al sacerdocio inició desde que tenía siete años. La labor que realizaban los sacerdotes de mi comunidad y su testimonio provocaron en mí esa inquietud al sacerdocio cuyo llamado se fue cultivando en el grupo de monaguillos puesto que fui acólito desde primero de primaria. La motivación de los sacerdotes siempre por sembrar la semilla de la vocación fue lo que impulsó mi opción por el seminario.
Mi decisión fue de manera libre y espontánea, recuerdo que respondí pronto y sin pensar en nada más que la vida sacerdotal. Realmente el entrar al seminario ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida, a pesar de que cuando ingresé no conocía a todos sólo a unos cuantos. Pensé en ¿cómo le iba hacer para convivir con la gran mayoría de mis compañeros? entonces encontré algo en común: el deporte, el fútbol. 
El mayor de mis retos fue el hacer deporte ya que en mi familia nadie lo acostumbraba, en el seminario me encontré con la realidad de un horario establecido para tal actividad; lo que más me gustaba era el béisbol pero aquí en el seminario no se practicaba por lo que comencé con el fútbol, no sabía jugar pero tenía ventaja ya que era muy rápido, elástico y con buenos reflejos lo cual me condujo a jugar como portero, la clave de la vida es estar bien con Dios y con los demás, en el fútbol la clave es luchar por ser el mejor ya que si bajas la mirada cae el gol, estar atento a cada una de las jugadas, el esfuerzo personal nos lleva a lograr grandes triunfos y no sólo en un partido sino también en la cancha de la vida diaria, el esforzarse en los estudios, vencer los desánimos aun cuando falte la porra de los demás,  luchar en la última jugada por ser una persona feliz que alcance la victoria que es Dios mismo, y no sólo eso sino también compartir el terreno de juego con los demás saliendo de mi egoísmo e ir al encuentro del prójimo.
La base del triunfo de un partido de fútbol está en la preparación del juego, igualmente en la vida en que Dios me ha llamado, pero el verdadero éxito lo encontramos en Dios, ¿de qué me serviría ser el mejor jugador cuando no tengo a Dios?, pero cuando tengo a Dios aunque no sea el mejor jugador en la cancha lo seré en cuanto actitud y esfuerzo.
En el deporte cada uno de los seminaristas podemos demostrar  nuestras habilidades que pueden estar escondidas, ya que muchas de las veces no nos damos cuenta qué tan buenos somos para realizar tal cosa hasta el momento que las hacemos, por eso es importante el ejercitarse sin importar en que disciplina deportiva. La razón es descubrir nuestros talentos que quizás están ocultos y no conocemos pero que con el tiempo los vamos poniendo al servicio de los demás, a Dios lo puedo encontrar en el deporte ya que el deporte me lleva a la convivencia con los demás, sin embargo lo que más me gusta es que me encuentro conmigo mismo lo cual me lleva a Dios como Realidad de realidades.

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