El Pueblo católico |
“Normalmente el progreso se valora según categorías científicas y técnicas, y también desde este punto de vista no falta la aportación de la mujer. Sin embargo, no es ésta la única dimensión del progreso, es más, ni siquiera es la principal. Más importante es la dimensión ética y social, que afecta a las relaciones humanas y a los valores del espíritu: en esta dimensión, desarrollada a menudo sin clamor, a partir de las relaciones cotidianas entre las personas, especialmente dentro de la familia, la sociedad es en gran parte deudora precisamente al ‘genio de la mujer ‘”.
– San. Juan Pablo II, Carta a las Mujeres
Hay un artículo que está rondando las redes sociales. Aparentemente un cine de Austin, Texas organizó una proyección solo para mujeres de la nueva película Wonder Woman (La Mujer Maravilla). En respuesta, un “caballero” (uso el termino vagamente) llamado Richard Ameduri envió un correo electrónico a el alcalde de Austin, Steve Adler, protestando por el evento y amenazando con llevar a cabo un boicot en la ciudad.
La carta de Ameduri reveló su opinión extremadamente pobre sobre el sexo opuesto. Específicamente en éstas líneas: “¡Nombre algo inventado por la mujer! Los logros del genero de segunda clase, palidecen en comparación con virtualmente todo lo importante en la historia humana que ha sido logrado por el hombre, no la mujer”.
Vaya, que encantador…
Lo que hizo esta historia digna de ser noticia fue la respuesta inteligente del alcalde, en la cual dijo que claramente alguien había hackeado el correo electrónico de Ameduri, ya que seguramente él no diría tales tonterías. Y luego dio una lista de los muchos, muchos inventos que las mujeres han traído al mundo.
Esperé por lo que seguía…pero nunca llegó.
Quería que dijera algo acerca de las muchas otras contribuciones de las mujeres. Sobre qué tan maravillosos e importantes han sido los inventos de las mujeres, vale decir que las mujeres no necesitamos inventar nada para probar nuestro valor como personas. Quería que dijera algo acerca de nuestras otras contribuciones a la sociedad como, por ejemplo, el hecho de que las mujeres han concebido, dado a luz y nutrido a nada menos que cada ser humano que ha caminado sobre la faz de la tierra, incluyendo a todos esos inventores, varones y mujeres. Me hubiera gustado escuchar más sobre nuestros dones femeninos únicos, el ‘genio femenino’ del que San Juan Pablo II habló tanto. Sobre cómo la estructura del cerebro de la mujer y la anatomía femenina, así como nuestras experiencias como mujer, nos dan habilidades relacionales e interpersonales únicas que mejoran la familia…el lugar de trabajo… y cada área de la sociedad.
Realmente agradezco la defensa vigorosa del alcalde Adler acerca de la mujer. Pero ¿no es este intercambio, entre ambos lados, lo que implica que nosotras las mujeres seamos valoradas en la medida en que inventamos cosas, o si vamos a combate (otra de las quejas de Ameduri), o si de alguna otra manera sobresalimos en un área tradicionalmente masculina?
No me malinterpreten – todos los logros positivos son buenos e importantes. Estoy agradecida de vivir en una era en la cual las mujeres trabajan, inventan, y lideran naciones. Como San Juan Pablo II repetidamente enfatizó, los dones de la mujer son importantes y necesarios en todos los aspectos de la sociedad.
Es solo que, debido, en parte a pensamientos como este, nos estamos atrasando más y más en lograr esa meta.
He dicho por años (y, de echo aquí en múltiples ocasiones durante los meses pasados) que el movimiento feminista creyó la mentira de la era pre-feminista- que es mejor ser un hombre, que los dones naturales de los hombres son más valiosos a la sociedad que los de las mujeres, y que las mujeres se vuelvan “iguales” a medida que nos hacemos más parecidas a los hombres. Un resultado de esto ha sido que, mientras las mujeres están presentes en más y más áreas de la sociedad, sus dones no necesariamente las han acompañado. Si las mujeres somos valoradas a medida que seamos como los hombres, entonces nuestra inclinación natural será suprimir nuestros propios dones y tratar de cultivar más características masculinas. Estoy hablando de patrones de pensamiento lineal, de tendencias a valorar logros sobre relaciones, etc. Rasgos no malos, en sí mismos. Pero mejores cuando se balancean con los dones femeninos arraigados en la relación. Las mujeres, sin embargo, frecuentemente nos sentimos bienvenidas en el mundo de los negocios, la política, etc., específicamente en la medida en que pensamos, y funcionamos, más como hombres.
Los inventos no son específicamente proyectos “masculinos”. Como no lo son los negocios, la política o cualquier otra tarea o proyecto de la sociedad humana. De la misma manera, criar a los hijos, enseñar y nutrir no son específicamente “femeninos”. Pero los llevamos a cabo de una manera diferente, trayendo nuestros talentos únicos como hombres o como mujeres. Y cuando esa unicidad es negada o devaluada, todos sufrimos.
Regresando a la cita de San Juan Pablo II “Sólo gracias a la dualidad de lo «masculino » y de lo «femenino» lo «humano» se realiza plenamente”.
No podemos permitirnos perder ninguno de los dos.
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