Dulce y amargo
Trini Rodríguez Ledesma
El pasado mes de junio el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció su salida del “Acuerdo de París” sobre el cambio climático, argumentando su obligación de proteger a los habitantes de la nación, y al mismo tiempo, aseguró que buscará un acuerdo más justo.
Lo que le molesta a Donald Trump de este acuerdo firmado el pasado diciembre del 2015 es la obligación de disminuir la emisión de contaminantes, y año con año llevar una estadística de cumplimiento del compromiso. Donald Trump argumenta que equivale a mermar la productividad de las empresas y por lo tanto el cierre de fuentes de empleo. Lo que no le molesta es que, la nación más poderosa del mundo contribuye con el 20 % de las emisiones dañinas al medio ambiente, seguido de China y Japón, según la Administración de Información Energética (EIA, por sus siglas en inglés)
Sin embargo, su postura me hizo recurrir nuevamente a la encíclica del Papa Francisco, “Laudato Si”. Tiene un título tan contrastante con lo antes escrito. Le han traducido “sobre el cuidado de la casa común” El Santo Padre reconoce en sus antecesores el trabajo a favor del planeta, y menciona al beato Papa Pablo VI, quien se refirió a la problemática ecológica, como una crisis, “consecuencia dramática de la actividad descontrolada del ser humano”. Sobre San Juan Pablo II, comenta que, en su primera encíclica, advirtió que el ser humano parece “no percibir otros significados de su ambiente natural, sino solamente aquellos que sirven a los fines de un uso inmediato y consumo” Sobre su predecesor, Benedicto XVI dijo que, renovó la invitación a “eliminar las causas estructurales de las disfunciones de la economía mundial y corregir los modelos de crecimiento que parecen incapaces de garantizar el respeto del medio ambiente”
El Papa Francisco agrega en su encíclica, que “si tenemos en cuenta la complejidad de la crisis ecológica y sus múltiples causas, deberíamos reconocer que las soluciones no pueden llegar desde un único modo de interpretar y transformar la realidad. También es necesario acudir a las diversas riquezas culturales de los pueblos, al arte y a la poesía, a la vida interior y a la espiritualidad. Si de verdad queremos construir una ecología que nos permita sanar todo lo que hemos destruido”
Por lo tanto, la Iglesia Católica seguirá a través de la historia y a través de sus jerarcas, defendiendo la casa en común, un espacio que no es del hombre, es de Dios, dice. Y lo harán de la mano de otros mandatarios para alcanzar el objetivo, como lo hizo el Papa Francisco con la Canciller Alemana Angela Merkel, pidiéndole que defienda el acuerdo de París para seguir derribando muros.
Y agrego, mi redacción no es en contra de Donald Trump, es contra toda actividad, que disfrazada de desarrollo económico, atenta contra el planeta, como la deforestación para darle paso a la agricultura y a la ganadería, a los grandes edificios y calles de concreto en lugar de bosques, a los ríos que llevan nuestros desechos, y que a su paso dejan sin oxígeno a plantas y animales que perecen por la putrefacción del agua, el consumo desmedido de productos con altas emisiones de CO2, o una importante huella de carbono que está en la ropa, en los maquillajes, en los vehículos, en todo lo que consumimos.
Quien lleva como nombre secular, Jorge Mario Bergoglio, termina con una oración a la tierra, misma que comparto en el siguiente enlace:
https://www.aciprensa.com/noticias/el-papa-francisco-compone-estas-dos-oraciones-por-la-creacion-en-laudato-si-44607/
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