La Palabra del Pastor
Cardenal José Francisco Robles Ortega,
Arzobispo de Guadalajara
Apreciables hermanas y hermanos:
Con la fuerza de su palabra, Jesús les dijo a sus Apóstoles: “Se me ha dado todo poder en el Cielo y en la Tierra. Vayan, hagan discípulos a todos los pueblos…, enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado” (Mt 28,16-18). Este mandato misionero a sus discípulos es también para nosotros, hoy, porque nosotros somos actualmente sus discípulos.
Ante este mandato, es normal que experimentemos dudas y hasta temor, por muchas causas. De ahí que Jesús dice: “No tengan miedo” (Mt 10,26).
Nos dirige estas palabras porque Él no nos garantiza el éxito de nuestra misión, ni porque no vamos a encontrar ninguna contrariedad. No. Cristo sabe que la misión está plagada de obstáculos, de contrariedades de todo tipo. Basta con que nos fijemos en Él, en su persona. Al momento de cumplir su misión, no le fue fácil. Sabemos las dificultades, las persecuciones, que le ocasionó el seguimiento del mandato del Padre. Es más, provocó su misma muerte.
En base a esta experiencia, en base a la certeza de que su misión tiene que continuar por los siglos, Jesús considera importante convencernos de que no tengamos miedo.
Conocemos esas dificultades, las sabemos, las experimentamos. En todo caso, a lo que hay que tenerle miedo es a nuestra falta de amor y a nuestra falta de fe. De esto sí hay que temer, porque si no tenemos el valor suficiente a Jesucristo y a su misión, obvio que cualquier pretexto será motivo para no cumplir su misión.
Si nuestra fe es pobre, obvio que cualquier contrariedad nos va a desalentar y nos va a invitar a dejar todo. Pero si tenemos fe, si tenemos convicción, si tenemos la gracia de haber descubierto a Cristo y de estar en su seguimiento, entonces no tenemos por qué tener miedo. Él ya ha vencido al mundo, y éste es todo aquello que se opone a la fuerza salvadora de Dios.
Que tengamos toda la confianza en el Señor, en el poder de su Espíritu, en su presencia, tal como lo anunció y lo prometió, que estará con nosotros, todos los días, hasta el fin del mundo.
La tarea es grande, la misión es importante, pero nuestro trabajo también debe ser del mismo tamaño. Así que, fortalezcamos nuestra fe en Jesucristo, reafirmemos nuestra fe en su persona y en su Palabra, y llevemos su mensaje de salvación a todos los ambientes, a todos los sectores, a todas las personas, incluso a aquellas que aparentemente son hostiles, son contrarias al mensaje de salvación. Confiados en la presencia salvadora del Señor, en la fuerza de su Espíritu, vayamos a cumplir su misión. No tengamos miedo de anunciar la verdad, de que nos faltará la presencia de Dios.
Cristo nos dice que si el Padre está al cuidado de las cosas insignificantes, mucho más estará al pendiente de nosotros sus hijos, sus discípulos.
Yo les bendigo en el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
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