Sociedad Líquida
Fabián Acosta Rico
En Estados Unidos institutos de investigación sociológica y universidades han medido el grado de religiosidad entre las nuevas generaciones; en las dos que citaré los índices de medición están enfocados en radiografiar cuantitativamente los porcentajes de apatía religiosa de los jóvenes.
La primera, publicada en el 2015 y realizada por Barna Group, intitulada ¿What Millennials Want When They Visit Church? parte de un planteamiento muy postmoderno en el que califica a la Iglesia de “industria de servicios religiosos” cuya finalidad clientelar es dispensar experiencias espirituales y de encuentro con Dios. Según dicha encuesta, 6 de cada 10 millennials que nacieron en el seno de una familia practicante, abandonaron la Iglesia; para 3 de cada 10, dicha institución no tiene ninguna relevancia en su vida; para 4 es poco o algo importante.
Para el 39% (2 de cada 5) de los que dejaron de asistir a la Iglesia la razón que los persuadió fue el creer que pueden encontrar a Dios en otras partes; otro porcentaje si declaró abiertamente su apatía por la Iglesia (el 35%); algunos justificaron su distanciamiento por encontrarla aburrida (31%); uno de cada cinco señaló que para ellos Dios no se encuentra en la Iglesia (20%) o que la Iglesia está descontextualizada o anacrónica (8%).
Otro índice igual de revelador señala que para más de la mitad de la muestra encuestada (52%) los cristianos son agresivos y críticos; no obstante un número muy significativo demostró proximidad moral y de conciencia para con la Iglesia: 65%, por ejemplo, la calificó de: “un lugar para encontrar respuestas para vivir con sentido”; un poco más de la mitad (54%), la encuentra relevante para su vida; y 3 de cada 5 declaró no concordar con la idea de que “la fe y enseñanza de la Iglesia es más superficial. Una de las tantas conclusiones del estudio es que la percepción de los jóvenes acerca de la Iglesia así como sus necesidades religiosas y espirituales han cambiado; no son las mismas de generaciones atrás (Barna Group, 2014).
Otro estudio también realizado en Estados Unidos, enfatiza la evidente merma de la religiosidad de los millennials. Realizado por la Universidad Estatal de San Diego, bajo la dirección de la Dra. Jean M. Twenge, este trabajo efectuó el análisis comparativo de 11,2 millones de jóvenes repartidos en cuatro encuestas nacionales aplicadas a adolescentes de entre 13 y 18 años de 1966 a 2014. Un dato destacado del estudio es que los adolescentes de los años más recientes mostraron un tendencia más alta a señalar que la religión resulta poco importante o incluso irrelevante en sus vidas; puesta en número, el documento señala que en comparación con sus iguales o pares de finales de los años 70, el doble de estudiantes del 12 grado junto con los universitarios respondieron nunca asistir a los servicios religiosos; 75% de esta misma población declaró que la religión: “no les importa para nada”. Haciendo el paralelismo con los adolescentes y jóvenes de los años 80, el doble de los estudiantes de secundaria y el triple de los universitarios confesaron no tener ni practicar ninguna religión.
El estudio da, entre otras conclusiones, que el individualismo y con él la incapacidad de los actuales jóvenes de congregarse, de crear sinergia con otros es una de las razones por las cuales las iglesias y las religiones en general dejaron de resultarle relevantes o interesantes a los millennials. Sin embargo, en muchas de las praxis lúdicas e intereses de estos jóvenes asoma un nuevo tipo de religiosidad que escapa a las mediciones y categorías de análisis de estos y de quizás otros estudios (Twenge, 2015).
Es necesario hacer algo de trabajo antropológico antes de aventurarnos a concluir que nuestros millennials no quieren saber nada de religión; es más probable que las formas y las praxis religiosas de antaño sean las que rechazan en atención a otras más afines o consustanciales a su realidad y mentalidad.
Publicar un comentario