Pbro. Tomás de Híjar Ornelas
Cronista de la Arquidiócesis
Hasta el 17 de septiembre del año en curso 2017, quienes visiten de martes a domingo el Museo de las Artes (MUSA) de la Universidad de Guadalajara (Av. Juárez 975, entre Escorza y Enrique Díaz de León), podrán admirar un acierto más de la gestión de Maribel Arteaga Garibay, al frente de ese recinto. Se trata de un copioso lote compuesto por 86 grabados del pintor alemán Otto Dix (1891-1969), en su tiempo afiliado a la vanguardia plástica germana conocidas como Nueva Objetividad y Expresionismo. El título de la obra: Otto Dix, infierno y ¿gloria? Gráficas críticas 1920-1924, alude a lo que más ha trascendido de la producción de Dix, sus pinturas sobre la guerra, drama en el que tomó parte a la edad de 23 años y que le marcará para el resto de sus días.
LUCES Y SOMBRAS
Aunque hay litografías a colores y de una sola tinta, en las obras expuestas predomina el aguafuerte y no pudo Dix elegir un recurso visual más intenso que esta técnica, en la que las líneas o surcos del dibujo se obtienen mediante una disolución de ácido nítrico y agua aplicada a la plancha de metal y que Francisco de Goya aprovechó a tope en su serie “Los desastres de la guerra” (1815).
Más de cien años después y con idénticas pretensiones pero muy diversos recursos visuales, Otto Dix editó, entre 1920 y 1924, los sufrimientos espantosos de los que fue testigo durante su participación activa en la Primera Guerra Mundial, tanto en las trincheras como en los sórdidos efectos que este desorden produjo en el ambiente social, que retrato de forma cruda, pues según lo confiesa: “La guerra era algo horrible, pero de todos modos imponente. ¡No pude perdérmela! Para saber algo acerca del ser humano se debe haber visto al hombre en este estado desencadenado”.
DE LA VIDA DEL ARTISTA
Hijo de un herrero y de una mujer sensible al arte y a la música, su talento natural para el dibujo le llevó a la Escuela de Arte de Dresde, donde aprendió la tradición alemana del grabado renacentista para involucrarse luego con las vanguardias plásticas de ese tiempo: cubismo, futurismo y aun el dadaísmo. Alistándose como voluntario del Ejército alemán en 1914, participó en el regimiento de artillería de campaña en Dresde, donde alcanzó el rango de suboficial de una unidad de ametralladoras, sitio en el que se mantuvo los siguientes cuatro años, dándose de baja luego de una lesión que casi le cuesta la vida y por la que recibió la presea Cruz de Hierro.
Los efectos traumáticos que esta experiencia le produjo le dieron pie al portafolio con 50 grabados intitulado ‘La Guerra’, que publicó en 1924 a petición de Karl Nierendorf y donde son claras la postura crítica a la sociedad de su tiempo que le llevará a optar por la expresión figurativa de mucho carácter, corrosión y denuncia, granjeándose en tiempos del nacionalsocialismo el apodo de artista degenerado y hasta el decomiso y destrucción de una parte de su obra.
LA EXPOSICIÓN EN GUADALAJARA
Fue posible, en el marco del Año Dual entre México y Alemania, gracias al custodio de los grabados, el Instituto para las Relaciones Culturales Extranjeras de Alemania y el Instituto Goethe. La certera curaduría de Laura Ayala, coordinadora de exposiciones del MUSA, se exhibe en las salas 6 y 7 del Museo, en dos partes, ‘Infierno’, para los grabados inspirados en la guerra, y ‘¿Gloria?’, para ilustrar el ambiente patibulario que impregnó la vida social de Alemania tan duras circunstancias, análogas, por desgracia, a las que sufrimos en México, donde la violencia brutal se revelan cada día ante la impotencia de quienes se ven imposibilitados para atajarla.
Apoyan la mejor comprensión de los grabados los acertados colores y luz de las salas y un fondo musical con fragmentos de composiciones de Coil y Kurt Weill, además de un largo documental de Otto Dix.
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