Pbro. Tomás de Híjar Ornelas
Cronista de la Arquidiócesis de Guadalajara
El 1º de agosto de 1927 entró en vigor una ley, creada por el Presidente de México, Plutarco Elías Calles, que elevó al rango de delitos del fuero penal federal muchas actividades “en materia de culto religioso”. En protesta a la nueva legislación, los obispos de México determinaron que en esa misma fecha los sacerdotes abandonarían todos los templos del país, no así sus destinos ministeriales, cuyo ejercicio debías sostener en la clandestinidad, convirtiéndose por ello en infractores de la ley.
“UN PASTOR NO ABANDONA
NUNCA SUS OVEJAS”
Con estas palabras, el virtuoso párroco de Tecolotlán desde 1920, el presbítero José María Robles, respondía a quienes le suplicaban que sorteara el rigor de esta ley exiliándose, sobre todo luego del fatídico 17 de enero de 1927, fecha en la que un auxiliar suyo, vicario fijo de Tamazulita, presbítero Genaro Sánchez Delgadillo, fuera ahorcado, baleado y apuñalado por órdenes del Capitán Primero Arnulfo Díaz, del 38º Regimiento acuartelado en Sayula, por ser sacerdote y administrar los sacramentos en la clandestinidad.
De nada le valió al señor cura Robles evitar la misma suerte y vivir oculto en la casa de la familia Villaseñor, desde donde atendía y despachaba los asuntos de la parroquia; ni tampoco mudarse a la vivienda de doña Adelaida Brambila: el 25 de junio de ese año, como fruto de las pesquisas llevadas a cabo por el teniente coronel Alfonso Calderón, acuartelado en esa cabecera, un grupo de parroquianos de Robles, a la sazón agraristas comprometidos con el callismo, entre ellos Justo Pío, Vicente Melchor, Clemente Vigil, Secundino Agraz, Francisco Cortés y los hermanos Sóstenes y Enrique Vázquez, dieron con su escondite.
“PROCÉDASE CON TODO RIGOR EN
CONTRA DEL CURA REBELDE”
Estas palabras, remitidas en cablegrama del Jefe de Operaciones Militares en Jalisco, General Jesús María Ferreira, al coronel Calderón, eran un mandato para matar al párroco de forma discreta pero fulminante.
Capturado en su refugio muy de mañana, al tiempo que se disponía a comenzar la misa, de nada sirvió que los vecinos más representativos del lugar intercedieran por él apelando a todos los medios lícitos, antes bien, aceleraron su fin, pues valiéndose de las sombras, a la medianoche, con las manos atadas, los verdugos lo hicieron andar 27 kilómetros por el camino de herradura que ve de Tecolotlán a la sierra de Quila y en una de sus cumbres, poco antes de llegar a la población de este nombre, hicieron de un roble frondoso el patíbulo al pie del cual el párroco tuvo la serenidad y entereza de bendecir la soga instrumento de su muerte y aun echársela al cuello.
Habiendo constatado su fallecimiento, los verdugos pidieron a unos arrieros que por allí pasaban que llevaran la noticia al vecindario de Quila el Grande, donde el día 27 velaron sus restos y les dieron sepultura. El párroco vivió 39 años, 16 de ellos como sacerdote, se distinguió por su virtud y sólida piedad; fundó la Congregación de Hermanas del Corazón de Jesús Sacramentado y fue canonizado en el año 2000. Sus reliquias se veneran en la Casa General de la mencionada congregación, en la capital de Jalisco. Hoy en día, en el lugar de su martirio se alza desde el año 2006 un grande y hermoso templo.
JESÚS MARÍA FERREIRA
El autor intelectual del martirio de san José María Robles nació en Hermosillo, Sonora, en 1880. Carrancista en 1913, coronel en 1914, General Brigadier en 1916, encabezó en Nayarit al año siguiente, un gobierno manchado de corruptelas y asesinatos. Por traicionar a Carranza, Álvaro Obregón le hizo General de División y jefe de Operaciones Militares en Chihuahua y Jalisco, en cuya capital ajustició a Anacleto González Flores y compañeros mártires. Por su lealtad a Obregón, el callismo le fincó responsabilidades por robo, para evadirlas se exilió en los Estados Unidos de 1929 a 1938. Este último año volvió a México, muriendo en Guadalajara dos años después.
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