Una de vampiros: Castlevania la serie de Netflix

Fabián Acosta Rico

En estos días, Netflix subió a su plataforma una mini serie, de sólo cuatro capítulos de 23 minutos cada uno, inspirada en Castlevania, el popular video juego desarrollado por  Konami y lanzado al mercado en 1986.
En Castlevania la serie, Ellis saca y hace relucir su agnosticismo militante… eslabonando una trama muy poco original que recuerda, por sus tintes romántico iniciales, a la versión  de Drácula, Francis Ford Coppola. El autor de Planetary  nos presenta a un Vlad Tepes iluminado por la luz de un conocimiento que sólo él domina. 

Estamos nuevamente ante la típica historia, ya muy contada por cierto, que confrontan estos dos mundos el del fanatismo versus el del conocimiento.

Como un Dante en reversa, nuestro Drácula encuentra a una Beatriz que lo hace descender al mundo de los mortales; la belleza y genialidad de su ocasional redentora hacen que el temible y maldecido empalador de Transilvania sienta una condicional y efímera empatía por la humanidad. Cuando esta mujer, Lisa Tepes, su aprendiz y esposa, es apresada y condena a la hoguera por el ambicioso obispo de Gresit, Alucard, deja de lado las condescendencias. Más no actúa de inmediato.  Drácula se toma un año para invocar un ejército demoniaco que ejecutará su devastadora venganza contra una humanidad que no entendió la gentileza de su amada; Lisa con la ciencia que aprendió de él curaba desinteresadamente a los enfermos. Sí, en efecto, todo este asunto del vampiro enamorado que pierde a la mujer que lo redimió de la oscuridad suena totalmente kitsch; es decir, es de una subida cursilería moderna; ideada y cocina en el “horno” más barato de la cultura pop. 

Mientras tanto, la humanidad y la Iglesia son incapaces de contener las hordas infernales  de Drácula… su única esperanza reside en un excomulgado guerrero de nombre Trevor, el último vástago de la extinta casa Belmont; quien por cierto, como todo buen héroe de epopeya, de comienzos tiene dudas y hasta apatía sobre aceptar su misión, su destino, como némesis del señor de los vampiros. Aparecen también  otros personajes, entre ellos, una hermandad de hechiceros, proscriptos, que recuerdan a los viejos cataros o albigenses… 

La serie agrada visualmente, hay buena manufactura en su trabajo estético o arte; sus recreaciones góticas de monumentales catedrales o de caóticas ciudades medievales montan la atmosfera y el escenario para una saga de caza vampiros.  No obstante, los  personajes, resultan un tanto estereotipados, o sin personalidad propia… hay un típico cazador, una  maga estándar, un hierofante siniestro… todos parecen retratados de un juego de rol; además, como ya lo señalé la trama abusa de los clichés  de la literatura oscura de fantasía, con clérigos manipuladores, lo cual escritores como Alejandro Jodorowsky ya se encargó de contar y recontar.

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