Por Fernando PASCUAL |
Una habitación vacía no contiene nada entre sus muros. Un periodista del vacío no tiene datos, o al menos no los que necesitaría para escribir sobre un tema.
El periodista del vacío es aquel que toma datos “frescos”, recién llegados, y escribe. No controla la información. No investiga. No contrasta. Simplemente tiene ante sí una “noticia” y “reacciona”.
El periodista del vacío puede ser inteligente, intuitivo, incluso acertar en muchas de sus reflexiones. Pero pisa sobre nubes. Carece de tierra firme. Construye castillos de carta.
Por eso, frente a tantos periodistas del vacío, existe otro tipo de periodismo. Es el de quienes investigan, controlan, verifican, llaman por teléfono, escuchan a las personas implicadas, contrastan perspectivas con quienes son competentes en la materia.
Frente a un mundo donde circulan “informaciones” como pólvora, muchas de ellas nunca verificadas, otras supuestas, otras falsas, otras con verdades a medias, hace falta sentarse y pensar bien las cosas antes de escribir una crónica o un editorial.
¿Es posible? Sí. Porque el periodista honesto y serio prefiere “llegar tarde”, pero con informaciones bien evaluadas y reflexiones maduras, en vez de ser el primero en publicar sobre algo sin fundamentos consistentes.
Frente a tantos periodistas del vacío, vale la pena un esfuerzo para evitar las prisas, las “exclusivas”, la lucha por ser “el primero”. Entonces será posible invertir tiempo, corazón y perspicacia en investigar bien cada tema.
Ello es especialmente urgente en aquellas situaciones en las que está en juego la buena fama de personas e instituciones, y en las que hace falta profundizar argumentos que tocan la vida de miles de seres humanos de nuestro mundo inquieto y confuso.
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